Este 2018 que pronto se nos marcha, en narrativa extranjera, ha continuado con el imperio del mundo anglosajón. Las traducciones desde el inglés dominan el panorama, pero países como Francia o Alemania no han dejado de aportar novelas de interés. Los autores nórdicos continúan encontrando su hueco en las librerías, y Asia es un cuentagotas de autores a tener en cuenta. Este año hemos vivido el bicentenario de Frankenstein, pesadilla prometeica de Mary Shelley que tanto ha dado a la cultura contemporánea. Las mesas de novedades se han prodigado en versiones del clásico o estudios de redescubrimiento del texto. Repasemos la lista de lo mejor del año:
No ha hecho suficiente ruido en nuestro país La mujer del pelo rojo (Literatura Random House) de Orhan Pamuk, y sin embargo es una obra destinada a perdurar, a servir de inspiración a muchos escritores y deleitar a otros tantos lectores. De nuevo las relaciones entre Oriente y Occidente, esta vez en la actualización del mito de Edipo con alusión incluida al Libro de los Reyes en una obra que explora las relaciones entre padres e hijos.
Aunque publicada a finales de 2017, en 2018 ha circulado de manera mayoritaria La semilla de la bruja (Lumen), de Margaret Atwood, obra que surge desde la feliz iniciativa de la editorial Hogarth: encargar a reputados escritores una serie de novelas inspiradas en las grandes obras de Shakespeare. Atwood, en plena popularidad en nuestro país por el éxito de la serie inspirada en El cuento de la criada, eligió La Tempestad para mover escenarios y personajes a su antojo y ofrecer este feliz experimento de estilo delicado que es La semilla de la bruja.
John Le Carré alegró a sus incondicionales (que se cuentan por millares) con El legado de los espías (Planeta), novela en la que Peter Guillam, un espía retirado que en sus años de gloria fue discípulo del idolatrado George Smiley, es llamado para revisar su trayectoria al servicio de la inteligencia británica. Revisión lúcida de los años de la guerra fría a través de la biografía del propio Guillam, para una novela colmada de válidas reflexiones sobre estos años tan oscuros como fascinantes.
Otro narrador de culto que tuvo presencia editorial en nuestro país fue el escurridizo J.M. Coetzee, y además lo hizo con una colección de relatos mayúscula, titulada Siete cuentos morales (Literatura Random House). Elizabeth Costello, personaje ya conocido en el universo Coetzee, vuelve a visitarnos en su versión más tosca y combativa. Altura intelectual y prosa de gran recorrido para los amantes de la creativité raffinée.
No suficientemente conocida en nuestro país, Jesmyn Ward ha publicado este año en español La canción de los vivos y los muertos (Sexto Piso), obra más que recomendable sobre un chico que quiere encontrar su lugar en el mundo. El retrato de su madre, Leonie, y de su hermana Kayla, acaba de perfilar un universo familiar problemático que es pintado con pluma certera por parte de esta narradora norteamericana.
Por temática y calidad literaria, aunque no haya sido un éxito de ventas, recomiendo Asimetría (Alfaguara), de Lisa Halliday. En ella la narradora recuerda el romance que mantuvo con Philip Roth. El interés del relato no es meramente amarillista, siendo Roth un ídolo literario, sino que mantiene una estructura coherente y de mucho interés. Funciona como comedia de costumbres, pero tiene un fondo perverso, hipnótico en su carácter retorcido.
Los fans de Haruki Murakami también han tenido este año suerte con la calidad de La muerte del comendador (Tusquets), que encamina al autor japonés aún más hacia el Nobel. Esta historia de un pintor de retratos que habita una casa que perteneció a un célebre pintor y el que se halla una obra única mantiene una trama de intriga que hace del libro una recomendación incluso para aquellos que aún no han comenzado a caminar en la obra de este autor.
George Saunders se alzó con el prestigioso premio Man Booker en 2017 por Lincoln en el bardo (Seix Barral), novela que nos ha llegado en traducción este año. La historia parte de la anécdota real de la visita del presidente Lincoln a la tumba de su hijo para sacar el cadáver y abrazarle. Este macabro suceso da pie a Saunders para componer un texto extraño y desconcertante pero que sabe recompensar al lector.
El Nobel francés Patrick Modiano despertó de su letargo narrativo (sin novela desde el 2014) para ofrecernos un texto mayúsculo, Recuerdos durmientes (Anagrama). Historia que es puro Modiano, de recuerdos manipulados y esbozo autobiográfico, que puede enlazarse sin pensarlo con clásicos de su trayectoria como El café de la juventud perdida.
Un clásico cuya llama parecía apagada, Hanif Kureishi, ha ofrecido este año una sorpresa agradable al ofrecernos un texto de mucho valor bajo el título de Nada de nada (Anagrama), una novela que encierra pasiones oscuras, celos, traición y autodestrucción en un carrusel de parejas que no encuentran su lugar.
La sorpresa de un debutante la ha protagonizado April Ayers Lawson y su Virgen y otros relatos (Anagrama), una autora vertiginosa en los temas que aborda y la manera en que ordena su material. Es correcta en su forma, le interesa especialmente el despertar de los sentimientos, y es valiente para presentar episodios oscuros. A mí no cesa de recordarme el legado de la muy añorada Carson McCullers.
Acabamos este repaso de la mejor narrativa extranjera con otro habitual de nuestras librerías: el prolífico narrador irlandés John Banville. Aparcó su lado más policiaco bajo el nombre de Benjamin Black para darnos La señora Osmond (Alfaguara), obra en la que una mujer viaja a Londres para hacer frente al engaño continuado de su marido durante años, y elegir cuál puede ser el camino a través del que encontrar una solución a tanto dolor.
Rafael Ruiz Pleguezuelos