Texto: Gema Nieto
Patty Jenkins, directora de la película protagonizada por Gal Gadot que está pulverizando todos los récords (en su primer fin de semana recaudó más de 100 millones de dólares en Estados Unidos y 125 en el resto del mundo, convirtiéndose en la cinta más taquillera de la historia dirigida por una mujer), registró hace pocos días en su Twitter las simpáticas reacciones que tuvo un grupo de niños nada más finalizar el visionado. Leyéndolas no nos queda más remedio que sonreír: niñas que jugaron durante el recreo a ser amazonas y decidieron luchar todas juntas contra el mal, que pidieron cambiar las temáticas de sus cumpleaños para tener una fiesta de Wonder Woman en lugar de La Bella y la Bestia, que afirmaron querer aprender a hablar cientos de idiomas como Diana o que pidieron a sus profesores si podían cambiar su uniforme por la armadura de Wonder Woman para así estar listas cuando necesitaran salvar el mundo. Incluso niños que hasta entonces mostraban su predilección por héroes como Iron Man comenzaron a demostrar pasión por la heroína y a llevarla impresa en sus sudaderas o mochilas. Son muy buenas noticias, sin duda, además de un indicativo de la excelente salud de la que goza Wonder Woman de cara al futuro después de su glorioso comeback.
Creada en 1941 pero elevada hoy, gracias a una coyuntura más que propicia, a la categoría de símbolo feminista por toda una nueva ola de mujeres conscientes y defensoras de un movimiento cada vez más combativo, lo cierto es que Wonder Woman nos está conquistando desde todos los frentes. Más de 75 años después de su nacimiento, hoy no sólo se la reivindica desde cómics, series (la protagonizada por Lynda Carter desde 1975 a 1979 fue muy popular) y películas, sino también a través de artículos, libros (el último, Wonder Woman, el feminismo como superpoder, de Elisa McCausland) e incluso montajes urbanos (el pasado mes de mayo se emplazó una estatua del personaje en la madrileña glorieta de Bilbao y un cartel que reproducía una de las portadas originales del cómic en la plaza de Colón). La atención que hoy se la dedica sigue en aumento y, favorecida su popularidad por las demandas de una mayor presencia femenina en todos los ámbitos, parece que la Mujer Maravilla ha llegado en el momento justo para convertirse en punta de lanza de una lucha que no podría tener mejor abanderada. Su influencia ha sido y es tan notoria que en 2016 la ONU nombró a Wonder Woman «Embajadora Honoraria para el Empoderamiento de las Mujeres y Niñas en el Mundo». Clasificada en 5º puesto por el portal IGN de entre los «100 mejores héroes del cómic de todos los tiempos», se encuentra la 6ª en la lista de las «100 mejores superheroínas» elaborada por la prestigiosa Comics Buyer’s Guide.
Pero remontémonos brevemente a sus orígenes. William Moulton Marston, Elizabeth Holloway y Olivia Byrne fueron los creadores para DC Cómics de un personaje al que imaginaron como una conjunción entre Diana, la diosa cazadora, la bella Afrodita y la sabia y guerrera Atenea; una reina de las amazonas como Hipólita que nació sin intervención de ningún hombre en la Isla Paraíso, habitada sólo por mujeres. Además, sus autores buscaron hacerla tan fuerte como Hércules y tan rápida como Hermes e introdujeron otros elementos característicos de la mitología griega como los villanos Ares (dios de la guerra) o la bruja Circe. Antes de ella, los cómics de superhéroes asociaban valentía, fuerza y poder a los personajes masculinos, mientras que el papel de los femeninos se reducía al de víctimas que debían ser rescatadas. No olvidemos que en los años 40 y 50, el código editorial de DC Cómics recomendaba, casi por contrato, reducir a las mujeres a meras secundarias, simplemente apoyos del superhéroe. En este contexto tan desalentador, Elisabeth Holloway, psicóloga y esposa de Marston, tuvo la idea de la superheroína, y así, desde su primera aparición, Diana de Themyscira se presentó como un modelo femenino fuerte y poderoso que rompía los estereotipos establecidos para las niñas y mujeres de la época. Pese a presentarse como una heroína amante de la paz, Wonder Woman era una auténtica guerrera que no se caracterizaba por ser sensible, sumisa o débil, y que pronto encarnaría la personificación de la resistencia femenina frente a los ataques y las injusticias. La primera etapa del cómic se convirtió así en una reivindicación del feminismo amazónico, recuperando el apelativo que, no sin cierto afán peyorativo, la prensa utilizaba para referirse a las primeras sufragistas: «amazonas». Wonder Woman se adueñó del concepto para ligarlo a su propia idiosincrasia y hacer de él una de las claves de su éxito.
Los historias de Wonder Woman fueron trazadas por varios dibujantes y guionistas desde la década de los sesenta: Robert Kanigher, Mike Sekowsky, George Pérez, Len Wein, Greg Potter, Michael Straczynski… hasta llegar a los más aclamados, Brian Azzarello y Cliff Chiang primero y, más tarde, los actuales Meredith Finch (guionista) y su marido, el dibujante David Finch, quien ha llegado a afirmar que «es importante que Wonder Woman esté escrita por una mujer, porque las mujeres siguen siendo una minoría en el cómic».
A Wonder Woman, una de las pocas heroínas que no ha tenido nunca una contraparte masculina, se la considera informalmente junto con Batman y Superman como integrante de la «Trinidad» de DC Comics. La superheroína más longeva pero la menos conocida e influyente hasta hoy vio frenado su carisma en nuestro país (nada comparable al de otros superhéroes como los dos citados) quizá por los prejuicios que despertaba ese peculiar traje que la hacía asemejarse a una álter ego femenina del Capitán América. Sin embargo, revertida por completo esta situación en el presente, está llamada a convertirse en el nuevo icono del sello DC y de la Warner Bros.
Pese a que Wonder Woman fue la primera mujer en liderar una cabecera de cómic y se ha convertido por derecho propio en el arquetipo de la superheroína, no debemos olvidar a todas las que vinieron detrás de ella: Catwoman, Batgirl, Supergirl, Hulka, las aguerridas componentes femeninas de los X-Men o la Promethea de Alan Moore, que recogió esa misma herencia mitológica de la Mujer Maravilla para trasladarla a las leyendas egipcias y babilónicas. En todos estos casos, las mujeres protagonizan situaciones de empoderamiento y reclaman su lugar como sujetos de acción en el universo pop de la cultura gráfica. Y con nuevos fichajes tan carismáticos como Harley Quinn o Viuda Negra, o la decisión de Marvel de convertir a Thor en mujer, este universo de superheroínas no ha hecho más que abrir sus puertas y es deseable que el camino que siga sea el trazado por Finch y por Jenkins. Porque si en el cine, pese a la común escasez de personajes femeninos en los filmes de acción, anteriores producciones con superheroínas como protagonistas fracasaron estrepitosamente (basta pensar en la Catwoman de Halle Berry o en la Elektra de Jennifer Garner), el descalabro pudo deberse al vacío argumental y la inexistente profundidad de unos guiones pensados más que nada para arrastrar al cine a un público mayoritariamente masculino a través de la excesiva sexualización de sus protagonistas. Sí, ahora las que repartían mamporros eran ellas, pero seguía sin ponerse ningún cuidado en la construcción de sus personajes ni en sus motivaciones y en último término la historia acababa reduciéndose a la misma sarta de estereotipos que podíamos ver en cualquier otra cinta del género. En este sentido, Wonder Woman también se ha impuesto.
En la película, la general Antíope (interpretada por Robin Wright) transmite a Diana una importante lección: «La batalla nunca será justa». Y es cierto, para las mujeres jamás lo ha sido. Pero reconforta pensar que toda una generación de niñas, las mismas que compartieron sus opiniones con Patty Jenkins al término de la película, está creciendo hoy con Wonder Woman como superheroína destacada, con una última Jedi como Rey y con cuatro mujeres cazafantasmas.
Elisa McCausland (Madrid, 1983), autora de Wonder Woman, el feminismo como superpoder, es periodista, activista y especialista en analizar la cultura popular desde la perspectiva de género. Además de colaborar con artículos sobre cultura, cómic, cine, literatura y feminismo en publicaciones como Diagonal-El Salto, Canino, Pikara Magazine o Jotdown y en programas radiofónicos como El séptimo vicio (Radio 3), Rock & Cómics y Sangre fucsia, es una de las impulsoras de la Asociación de Autoras de Cómic (AAC) y actualmente prepara su tesis sobre la representación femenina en el cómic de superhéroes. A sus anteriores ensayos en libros colectivos acerca de personajes de cómics se suma ahora el que acaba de publicar con Errata Naturae sobre la primera superheroína, coincidiendo con el estreno de la superproducción de Warner.
En Wonder Woman, el feminismo como superpoder se traza un completo recorrido del significado y el desarrollo del personaje desde su creación hasta el momento actual, poniéndolo en relación con los diversos acontecimientos históricos que han sido relevantes para el feminismo, los movimientos sociales y la política mundial: las sufragistas de principios del siglo XX, el surgimiento de la cultura popular y la sociedad de consumo, el activismo llevado a cabo por Ethel Byrne y Margaret Sanger (fundadoras de la Liga Americana por el Control de la Natalidad), la crisis posterior al 11-S… La obra de McCausland no es sólo una apología de Wonder Woman por lo que tiene de relevante en la historia del cómic, la televisión y el cine y por su condición de icono cultural y político, sino que se define también como un compendio de las sucesivas vidas o etapas que han atravesado tanto el personaje de ficción como sus seguidores y el mundo que les ha rodeado. La tesis expuesta por la autora a lo largo de estas interesantes páginas es que Wonder Woman ha estado presente en cada década como símbolo de nuestras aspiraciones y deseos, adaptando su representación y significado a contextos sucesivos, y hoy, 75 años después de su nacimiento, resurge con fuerza como arquetipo perfecto de nuestro propio potencial para subvertir los patrones sociales establecidos. El libro, además, cuenta con las ilustraciones de Carla Berrocal y Natacha Bustos, y los testimonios exclusivos de figuras íntimamente ligadas al universo Wonder Woman, como la periodista y activista Joanne Edgar, las ensayistas Jill Lepore y Trina Robbins, los guionistas Greg Rucka y Phil Jiménez, la dibujante y también guionista Renae De Liz y la nieta de los creadores del personaje, Christie Marston.