La decadencia de Neron Golden, Salman Rushdie, Seix Barral, traducción de Javier Calvo, 528 pp., 21,90 euros.
Adaptar una novela a la realidad actual de Estados Unidos sólo podía derivar en un thriller. Y así lo ha entendido Salman Rushdie, tan lúcido y ácido en sus creaciones literarias que han llegado al punto de costarle sonadas persecuciones políticas e incluso amenazas de muerte. Aunque su editor norteamericano nos promete el «retorno al realismo» del autor anglo-indio, lo cierto es que la cita Plinio que abre el libro, Dame una moneda de cobre y te contaré una historia de oro», vaticina lo que en realidad es: una narración de altura literaria, al tiempo que una denuncia caústica de la sociedad norteamericana. Se ha comparado esta novela, y puedo llegar a compartirlo, con El Gran Gatsby o Retorno a Brideshead ─por el componente temático en torno a la riqueza y la posterior decadencia─ en tanto que los tres libros giran en torno a una voz medular: la de un narrador que no es el protagonista, pero como ente periférico, nos informa a la manera hitchcockiana de La ventana indiscreta de todo lo que un lector debe saber.
Conocemos a la familia del multimillonario septuagenario Neron Golden y sus tres hijos adultos que se instalan en el corazón de Nueva York, procedentes de un «país que no se puede nombrar» (pronto descubrimos que es la India), después de haber huido de una amenaza desconocida. En el centro de la situación de cada personaje se encuentra la cuestión de la identidad. Aquí Rushdie pone el dedo en la crisis existencial de nuestros tiempos y presiona con fuerza.
Como es de esperar, dado que el patriarca ha asumido el nombre del último emperador romano de la dinastía julio-claudiana, la caída de la familia será estrepitosa. En el corazón de Norteamérica se reinventan, o tratan de hacerlo, especialmente a raíz de la llegada de la nueva esposa, Vasilisa, cuando los hijos abandonarán la casa familiar. Así sabremos de D. que ignora si es un hombre o una mujer, o una mujer con pene ─aquí el autor se adentra en las siempre cambiantes arenas de la identidad sexual moderna, que obsesionan a los milenios y confunden a las generaciones mayores─ y también de Apu, el mediano, un artista guapo y exitoso que acusa el exilio como ninguno. Petya, por último, desarrollará agorafobia, encontrando paz detrás de las puertas de su habitación como un hikikomori. Todo ello es narrado por René, un aspirante a cineasta, que decide que los Golden son el tema perfecto para una película en la que es libre de imaginar lo que sucede cuando él no está. Un subterfugio ingenioso, que le da a Rushdie más recorrido narrativo que la de una simple voz omnisciente.
El libro comienza con la elección de Barack Obama y termina ocho años más tarde, en vísperas del ascenso del «Joker» ─y se publica en el primer aniversario de la elección de Trump─. En medio: recorre algunos de los acontecimientos políticos y sociales que han atravesado Norteamérica: el ascenso del ultraconservador Tea Party, el resurgir del feminismo y las nuevas políticas de género, la reacción contra la corrección política, la realidad «líquida» de Bauman y, claro, la aparición en escena de un villano maleducado, oxigenado y ambicioso…
Recordemos que Rushdie ─junto con el reciente premio Nobel Ishiguro─ forma parte de aquella generación que se ha convertido en referencia de la ficción contemporánea. Siete novísimos novelistas británicos nacían a la realidad en la posguerra mundial, durante la década en la que triunfaban las novelas de la guerra fría de Graham Greene, el neorrealismo italiano, el nouveau roman, la generación Beat, El Señor de los Anillos, Nabokov o Golding. Llegaron a la ficción durante la Inglaterra gris del thatcherismo, el cine de Peter Greenaway o Ridley Scott, el dirty realism de Carver y Ford… un mundo de yuppies y punk recién abierto a la perestroika. Fueron conocidos gracias a la revista Granta, convocados por el editor Bill Buford porque ya brillan con luz propia. Junto con Rushdie e Ishiguro estaban Martin Amis, Julian Barnes, William Boyd, Ian McEwan y Graham Swift. Rushdie publicó Los versos satánicos y quedó demonizado y consagrado al instante por la fatwa del régimen integrista de Jomeini, pero su novela Hijos de la medianoche ya había sido un prodigio de realismo mágico trasladado al imaginario indio. Desde entonces, un poco más libre ─que no absuelto─ de la guadaña que pesa sobre su cabeza, no ha dejado de abundar en el riquísimo arsenal onírico que tiene su pluma. Esta novela es una nueva prueba de ello. Una hoguera moderna de las vanidades, en una Nueva York vista por dentro y por fuera, como sólo un escritor de acicalada voz y dueño múltiples yoes como Rushdie ─indio, británico, ahora un neoyorquino─ podría hacer. Ácido, lírico, melódico, valiente, barroco…. con una prosa a medio camino entre la canalla Rat Pack y el virtuosismo de Ravi Shankar. Sabiduría en estado puro.