Varios libros y una exposición en el Museo de Ciencias Naturales de Madrid repasan la historia de las mujeres que dedican sus vidas a la ciencia.
Ha vuelto a suceder, y lo peor de todo es que no nos sorprende. Nos alarma. Nos indigna. Pero no nos sorprende. De nueve Premios Nobel entregados, ni uno sólo ha ido a parar a una mujer. Ya no entramos siquiera en la discusión de que hay más hombres premiados que mujeres. Ojalá nos molestase un tres a seis, o un cuatro a cinco. Estas cifras resultan del todo idílicas, casi utópicas, cuando la realidad es de cero contra nueve. Si tomásemos los Nobel como representación a nivel micro de los profesionales de la medicina, la física, la literatura, etc. actuales, no nos equivocaríamos al extrapolar que las mujeres siguen de rodillas en la cocina, quitando las manchas de grasa del suelo. Pero no es verdad, porque, en España ─y no podemos presumir de ser uno de los países más avanzados en materia de ciencia─, el 40% de los científicos son mujeres, y podemos intuir que en otros países como Estados Unidos, Alemania, Suecia, etc. el porcentaje también es bastante paritario. Entonces, ¿qué es lo que sucede? ¿Por qué las mujeres se siguen acumulando en las bases y no llegan a romper ese techo de cristal que las haría merecedoras del doblón dorado?
Las mujeres representan el 5% de los Premios Nobel a lo largo de la historia. Tan sólo 48 frente a casi 900 hombres. De ellas, tan sólo 18 son científicas. La última, la japonesa Tu Youyou, que fue premiada en 2015 por el descubrimiento de una nueva terapia contra la malaria. No sabemos a ciencia cierta ─debido a la falta de transparencia de la Academia─ cuántas mujeres quedaron en las rondas finalistas, aunque podemos guiarnos por las casas de apuestas. En las quinielas de este año aparecían Emmanuelle Charpentier y Jennifer Doudna, candidatas a ganar el Nobel de Química o el de Medicina junto con el español Francis Mojica por desarrollar la herramienta de edición genómica CRISPR-Cas9. También aparecían en las apuestas ganadoras de algunas consultoras la viróloga Yuan Chang o la física Sandra M. Faber.
Falta de referentes
La manera injusta en que la ciencia trata a sus científicas empieza desde pronto. Podría decirse que desde la más tierna infancia. La primera vez que una niña coge un libro de ciencias, no hace más que ver un hombre tras otro, desde Newton hasta Darwin, todos brillantes y conocidísimos, casi como estrellas del rock. Un poco más mayor descubrirá a una mujer, Marie Curie, que será la respuesta única para cuando se le pregunte a la inmensa mayoría de la gente: ¿sabrías decirme alguna científica que haya ganado el Premio Nobel? No te dirán los increíbles esfuerzos, padecimientos y escarnios públicos que la polaca padeció en vida. Aunque sí te dirán que su experimento le costó una dolorosísima enfermedad y, después, la muerte. Cuidado, niñas, porque la única mujer que se atrevió a dedicarse a la ciencia como un hombre así es como acabó.
Lo peor de todo es que no es cierto. Antes y después de Curie hubo muchas otras mujeres sin cuyos descubrimientos científicos el mundo no sería hoy en día tal y como lo conocemos. Muchas mujeres, pioneras, transgresoras, mentes brillantes ─aún más que sus homólogos masculinos, si se me permite la opinión, puesto que a su situación había que sumarle grandes dosis de insultos, menosprecios y vejaciones de toda índole─, cuyos nombres no aparecen recogidos en los libros de texto.
No es infrecuente que los logros científicos de una mujer hayan sido atribuidos a un compañero masculino. Ya sea intencionadamente, o porque la Academia no quería reconocer el nombre de ella, tan sólo el de él. En todo caso, a esta historia de injusticias debemos sumarle el robo de méritos. Por ejemplo, Rosalind Franklin, que contribuyó notablemente a la comprensión de la estructura del ADN. Su aporte a la genética no se reconoció de la misma manera que los trabajos de James Dewey Watson, de Francis Crick y de Maurice Wilkins. Y también Susan Jocelyn Bell Burnell, que detectó por primera vez la radioseñal de púlsar junto a su tutor Antony Hewish; a él le otorgaron el Premio Nobel, pero a ella no.
Libros sobre mujeres científicas
Para hacerles ver a nuestras niñas que existieron y existen muchas mujeres inteligentes e intrépidas a las que tomar como referente, podemos empezar con la serie Pequeña & GRANDE de la editorial Alba. Ada Lovalace, Diane Fossey, Amelia Earhart, Coco Chanel, Agatha Christie… y la propia Marie Curie, todas ellas, y unas cuantas más, tienen un título dedicado en esta colección tan bonita, divertida y, sobre todo, necesaria.
En octubre, la editorial Nórdica en colaboración con su hermana Capitán Swing, publicó Mujeres de ciencia, de Rachel Ignotofsky, un título que había gozado de un enorme éxito en su versión inglesa, y que ahora por fin podemos disfrutar en castellano. Un libro ilustrado y educativo, que pone de relieve las contribuciones de cincuenta mujeres notables a los campos de la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas desde el antiguo hasta el mundo moderno. Esta fascinante colección también contiene infografías sobre temas relevantes como equipos de laboratorio, tasas de mujeres que trabajan actualmente en campos relativos a la ciencia y un glosario científico ilustrado. Entre las pioneras incluidas en esta obra están figuras conocidas como la primatóloga Jane Goodall, así como otras menos conocidas como Katherine Johnson, la física y matemática afroamericana que calculó la trayectoria de la misión Apolo XI de 1969 a la luna ─y cuyo nombre descubrimos gracias al libro y su posterior adaptación cinematográfica, Figuras ocultas─.
Sabias: la cara oculta de la ciencia, de Adela Muñoz Sáez ─catedrática de Química Inorgánica en la Universidad de Sevilla─, es un título imprescindible en nuestra biblioteca en homenaje a las mujeres científicas. En este libro descubrimos que hasta bien entrado el siglo XX, las mujeres tuvieron vetado el ingreso en las universidades y el ejercicio de muchas profesiones que requerían estudios, y que antes habían sido expulsadas de las bibliotecas de los monasterios, los centros donde se refugió el saber durante la Edad Media. También descubrimos que sus historias fueron borradas de los anales de la ciencia o sus contribuciones les fueron arrebatadas y los premios, como el Nobel, entregados a sus compañeros de trabajo masculinos.
Exposición en el Museo de Ciencias Naturales de Madrid
El Museo de Ciencias Naturales de Madrid acoge la exposición Mujeres Nobel, que recorre la vida y la obra de doce mujeres galardonadas con el Premio Nobel. Es apta para todos los públicos y, muy importante, con actividades para los más pequeños. María Sklodowska-Curie, Irène Joliot-Curie, Wangari Maathai, Bertha von Suttner, Selma Lagerlöf, Rita Levi-Montalcini, May-Britt Moser, Elizabeth Blackburn, Carol Greider, Ada Yonath, Nelly Sachs y Teresa de Calcuta son las seleccionadas; también hay un espacio dedicado a Alfred Nobel, creador del famoso premio, y a dos mujeres que estuvieron a punto de lograr el galardón: la española Concha Espina y la polaca Irena Sendler.
La exposición se puede disfrutar hasta el 20 de marzo del 2018 y permitirá al público conocer la importancia de la investigación de estas mujeres, cuyo camino hacia la divulgación de sus investigaciones y conocimientos fue arduo, pero a las que, a día de hoy, le debemos un gran reconocimiento.