21 de marzo, Día Mundial de la Poesía
«La poesía se está abriendo a otros espacios como el rap, la electropoesía, las performancepinceladas, y por la tinta del verso transitan blogueros, influencers poéticos y demás tribus internáuticas».
«La poesía oída y en performace está en todos los espacios de ocio y copas. Las redes sociales son las grandes voceras de estas actividades».
«Todo sirve, nada es sagrado, todo se puede decir y cualquier cosa es “versificable”…».
La poesía vende. Y mucho. El género de los escogidos, de lo intangible, del elitismo… el mismo que encumbró a Byron, Rimbaud o García Lorca, se ha convertido en un fenómeno de masas gracias a códigos diferentes, distintas plataformas y savia nueva. ¿Las redes sociales han logrado el «sorverso»?
La nueva generación de poetas —o «Re-generación», como la denominó José Luis Morante—, a la que muchos pertenecen sin saberlo o desearlo, está atravesada por la globalización, la falta de reivindicación social y las redes sociales. Sus creadores son indómitos, eclécticos, políglotas, multidiscliplinares y, en muchos casos, epatantes. La poética 3.0 —¿o 5.0?— proviene de muchos espacios y bebe de distintas aguas. La poesía se está abriendo a otros espacios como el rap, la electropoesía, las performancepinceladas, y por la tinta del verso transitan blogueros, influencers poéticos y demás tribus internáuticas. Algunos son increíblemente buenos, pero otros no tienen ética ni estética ni puñetera gracia, por más que les sigan en las redes, se autoediten, se prodiguen en recitales, vendan y reciban miles de likes. A los editores más veteranos no les cabe ninguna duda: «Las redes sociales son y serán el vehículo esencial para que cualquier voz adquiera categoría global», afirman rotundos Antonio Huerga y Charo Fierro (Huerga&Fierro Editores). La poesía hoy parece estar en otra parte, aunque a la postre termine siendo músculo de papel, la diferencia es que no se llaman Keats o Gil de Biedma, sino Defreds, @srtabebi, Nach, Loreto Sesma, Elvira Sastre, Rayden, Carlos Salem, Miguel Gane, La chica del flequillo, Patricia Benito, Diego Ojeda, Elena Medel, Marwan o Irene X… ellos, junto a otros muchos, componen la zona visible de un fenómeno de dimensiones todavía por descubrir.
El modelo de relación autor-editorial también ha cambiado. Ya no es el escritor el que se desgañita por encontrar quien lo publique, sino que es la propia editorial la que realiza un estudio de mercado y encuentra autores en la red. Los datos de este modelo indican que es extremadamente rentable. Sumado a ello, la forma de promocionar los poemarios trasciende a la crítica de prensa escrita y a las presentaciones canónicas: «Los recitales, jam sessions y festivales permiten que su poesía se disfrute en directo y que los lectores se impliquen. Hay que celebrar que ahora haya muchas más oportunidades para ello y hay iniciativas estupendas (como Poesía o Barbarie, actos para el Día de la Poesía, cafés y bares especializados en recitales, etc.)», manifiesta Belén Bermejo (ESPASAesPOESÍA), que matizan los editores de la mítica Huerga&Fierro:
«La globalización demanda que el poeta haga recitales y giras; lo que hoy en día denominamos acción directa. La poesía oída y en performace está en todos los espacios de ocio y copas. Las redes sociales son las grandes portavoces de estas actividades».
Pero ¿es poesía todo lo que se publicita como tal? ¿Se está poniendo en peligro el género por exceso… o está detonando en algo genial? ¿Ha estado demasiado tiempo en manos de un conventículo que se repartía privilegios y ahora se ha convertido en cultura de masas… o nos hemos enamorado de una moda juvenil que no tendrá mayor trascendencia?
«Quizá los poetas actuales no están tan ensimismados en su mundo literario, a lo mejor no son verdaderos poetas, como los de siempre, como los grandes nombres. Ahora la literatura convive con la tecnología y con otros lenguajes —la música, las artes escénicas, visuales…—, todo esto conlleva, necesariamente, un cambio de perspectiva, una nueva puesta en escena, una vuelta a espacios vinculados a la contracultura», aclara Antonio de Egipto, autor de Lo salvaje, editado por Maclein y Parker y coeditor de Bandaàparte. Belén Bermejo abunda en el tema: «Las redes han influido en este nuevo giro. Los autores son más autónomos, crean desde sus cuentas y fidelizan a sus lectores. También influye que, en estos tiempos tan rápidos, la poesía no sólo se lee en libros, sino en otros soportes y formatos».
Poetas, editores y antólogos tienen opiniones dispares. Mientras Caballero Bonald se muestra optimista («me llama la atención que hayan renunciado a los cánones del realismo. Han inventado un nuevo simbolismo y eso me hace pensar que van a ocurrir cosas importantes»), Luis Antonio de Villena opina que «dominan el lenguaje. Conocen el oficio, aunque la mayoría no han encontrado una voz propia todavía». Quizá por ello, «aún carezcan de un libro de referencia, como fue en su día para los de los ochenta Habitaciones separadas, de García Montero, o Arde el mar, de Pere Gimferrer, para los novísimos en los sesenta», aclara el editor Chus Visor.
Sea como fuere, la poesía atraviesa una luna de miel con el lector. Aunque se escribe más que se lee y conviven distintas corrientes estéticas que utilizan Internet como en el siglo xix y xx los cafés literarios, lo cierto es que todo sirve, nada es sagrado, todo se puede decir y cualquier cosa es «versificable»…, aunque, sotto voce, algunos poetas que han cumplido largamente su treinta aniversario de vida, confiesen que hay ausencia de discusión estética y cierta desgana por pensar.
¿Quiénes son? Ocurre como en esas fotos de grupo en las que siempre falta alguien y alguien —casi siempre— sobra. Los hay que piensan que la poesía es un vómito y están los que opinan que se trata de una cocción lenta y bien condimentada. Unos aseguran que es un rapto y otros piensan que es una disciplina. Lo único real es que estamos frente a un instante de polifonía singular que va a ser difícil que se vuelva a repetir, pero… ¿el fondo se corresponde con la forma? Hubo una edad de oro, otra de plata y algunos aseguran que estamos ante la de platino —¿o será de hojalata?—. Rechazan etiquetas, reivindican la sagrada libertad de exploración de sus propios tormentos y enarbolan la bandera del idioma, pero, por encima de todo: «La poesía está abierta y expandida; en el mejor momento de crecimiento y en aumento, gracias al talento y osadía que las nuevas voces trasmiten en cualquiera de las expresiones en las que hacen oír y leer sus versos» sintetizan Charo y Antonio de Huerga&Fierro.
No son los «novísimos» que antologizara Castellet ni les mueve un impulso «rehumanizador» como a los poetas nacidos entre 1950-1960. Tampoco están inmersos en un proceso de ruptura con el culturalismo como ocurriera en plena Transición ni pertenecen a la poesía de la experiencia o a la de la «nueva sentimentalidad». No se llaman Llamazares, García Montero, Blanca Andreu, Isla Correyero u Olvido García Valdés. Tampoco González-Iglesias, Neuman, López-Vega, Elguero, Benítez Reyes ni Marzal. Así las cosas, ¿qué estética une a este nuevo Big Bang poético? ¿Qué los nutre y les permite el feedback con el lector?:
1.- Hablar de la infancia que han dejado atrás y expresar las primeras satisfacciones que la edad adulta les proporciona.
2.- Desacralizar e incluso banalizar, abjurando de la propia gramática y del oficio de poeta, si es preciso.
3.- Expresar sus primeros pasos en la edad adulta con las herramientas emocionales y vitales que tienen, haciendo cómplice al lector de sus duelos y sus alegrías.
4.- Referenciar las primeras muertes de seres queridos (un clásico que nunca pierde pie en la lírica).
5.- Un modo distinto de relacionarse con la sentimentalidad y con el lenguaje utilizado para expresarla.
6.- Unos expresan lo que sienten y otros saben epatar a la perfección.
7.- Viajes, conocimiento de lo extranjero, de lo extraño… Otro clásico heredado, pero renovado.
8.- Plagiar a sus padres poéticos: Se aprende mucho imitando —si eres bueno, mejorando— a los maestros. Todas las generaciones lo han intentado.
9.- Ver crecer la hierba en tiempos convulsos. En la reciente hornada de bates hay pocas confrontaciones poéticas con la áspera realidad socioeconómica que vivimos.
10.- La funcionalidad tecnológica está más que presente.
11.- Contar la verdad, aunque mientan. Una de las pocas obligaciones de la poesía es mostrar la verdad, aunque el que rime mienta como un bellaco.
Solo el tiempo cribará a los que permanecerán de aquellos que terminarán disueltos como un azucarillo en el agua. Leamos todos, malditos y benditos. Abramos las puertas a los versos sueltos y arrinconemos a los fakes, de lo contrario, todos perderemos: nosotros y la poesía.
NOVEDADES
Estudio sobre noviembre, Tulia Guisado (Huerga&Fierro)
El silencio se construye y se lesiona durante un año, una vida. Qué clase de ruido puede perturbar la calma de una erupción callada, siempre quieta, pero latiendo. La memoria, diluida, y el tiempo, trazan una fisura en la piel de quien observa, despacio. Quien observa lo ajeno se observa a sí mismo, con el índice sobre el corazón, a punto para pulsar. El silencio que sigue a la detonación es muy similar al silencio que la precede.
Historias de un náufrago hipocondríaco, Defreds (ESPASAesPOESÍA)
Un tema sobrevuela por encima del resto: el amor. Escrito desde el corazón, con atención a los pequeños detalles que hacen de la cotidianidad del amor lo que nos permite sobrevivir. De forma sencilla, pero directa. Dando rienda suelta a la imaginación en situaciones especiales de la vida de cualquier persona. Sentimientos, cambios, recuerdos, chicas y chicos, momentos, tristezas y alegrías. No hay poesía ni línea recta. Hay sentimientos. Todos los que da el amor. Todos los que alguna vez vivimos. Aunque no los esperáramos. Aunque fueran sucediendo.
Lo salvaje, Antonio de Egipto (Maclein y Parker)
Con influencias de Jack Kerouac, Gary Snyder, Lew Welch…, connotaciones lorquianas y el espíritu de Walt Whitman y la obra de Thoreau, entre otros, se construye este poemario de carretera, noches al raso, rock, jazz y estética beat como una llamada de lo salvaje y una vuelta a los orígenes, tanto naturales como poéticos y estéticos. Esta combinación aporta personalidad propia y define un estilo particular en Lo salvaje, que renueva y enriquece el ideario de los poetas pioneros de la contracultura.
Primero de poeta, Patricia Benito (Aguilar)
Primero de poeta son todos los papeles que rellené y quemé, todos los pasos que no di, las vidas que perdí. Todas las declaraciones de amor que callé, los sueños que rompí, los miedos de los que aprendí. Es mi impaciencia, mis ganas de sentir y el pánico. Es descubrir que mis miedos siempre ganan la partida. Es empujarte a que te vayas por si te acercas demasiado. Es querer que te acerques demasiado. Primero de poeta son todos mis errores. Y mi cura.
La triste historia de tu cuerpo sobre el mío, Marwan (Mueve tu lengua)
Marwan no se denomina a sí mismo poeta. Escribe poemas, pero es cantautor. Este es su primer libro que habla de territorios afectivos y territorios sociales, del deseo de mejorar y del deseo carnal, de la dificultad de tener verdad y comprensión entre dos y, por extensión, de la tristemente lejana justicia social. Hay en este libro poemas en los que no se sabe si es invierno o verano, pero se siente lo desapacible. Otros que nos hacen ver que el destino son siempre nuestras ganas. Muchos que nos harán reconocernos, entre avergonzados y agradecidos. Perdonados. Son poemas que al hablar de un hombre hablan de todos, porque este hombre tiene la capacidad de serlos todos, tal es su empatía.