«Al margen de los contenidos más polémicos, podría defenderse el uso de la Dark web como herramienta política para quienes viven bajo regímenes autoritarios.»
El anonimato y la oscuridad en Internet: Deep web, Dark web y Darknet.
Se suele decir que la parte de la red que conocemos es la punta del iceberg del espacio cibernético: el Internet tradicional o la «web de superficie» (Surface web). Todo lo que hay debajo de esta superficie es Deep web («web profunda»), y la parte más honda corresponde a las Darknets («redes oscuras»). Sin embargo, este esquema resulta simple en exceso porque la Deep web, como veremos, es algo más que aquello que no encuentran los buscadores y que, además, hay que tener en cuenta la Dark web.
La Clearnet («red limpia») o Surface web («web de superficie») remite al Internet conocido por la mayoría de usuarios, esa parte del ciberespacio a la que se accede desde cualquier navegador. Pertenecen a la Surface web las páginas indexadas por los buscadores convencionales como Google o Bing, pero también las webs a las que se puede acceder de manera pública aún sin estar indexadas (Facebook, Twitter y otras redes sociales). En la web tradicional somos rastreables a través de nuestra IP (el número que identifica a cada dispositivo en una red),
¿Cuál es el tamaño de la Surface web? Resulta difícil saberlo, si bien algunas fuentes apuntan que la «superficie» de Internet cuenta con más de 4.700 millones de páginas indexadas. La cifra es considerable, pero la red accesible alberga sólo una pequeña parte de los datos que navegan por el ciberespacio.
Deep web, allí donde no llega Google
La Deep web es un término que engloba y describe los contenidos no indexables (un 90% del ciberespacio) en motores de búsqueda como Google; por ejemplo, los «muros de pago» (paywalls) que restringen el acceso a determinados sitios web si el usuario no cuenta con una suscripción. La diferencia entre la «web de la superficie» y la «web profunda» es que en la primera se pueden encontrar las páginas mediante buscadores tradicionales, mientras que en la segunda es preciso emplear buscadores no tradicionales como Tor, aplicaciones específicas y, en algunos casos, nociones de computación cuántica y determinados scripts, incluso contraseñas o códigos especiales (encriptado). Conocida como Invisible web («web invisible») o Hidden web («web oculta»), engloba toda esa información que está online, pero a la que no se puede acceder de manera pública, un contenido que está oculto y que tiene carácter privado.
Pueden ser páginas convencionales que han sido protegidas por un «muro de pago» (muy habitual para acceder a contenidos), pero también archivos guardados en Dropbox o correos electrónicos custodiados en los servidores de nuestro proveedor de servicios. También están en la Deep web las páginas dinámicas que se generan al consultar una base de datos, por ejemplo, las páginas de resultados de buscadores turísticos o las de consultas bancarias, generadas de forma temporal y a las que no se puede acceder. La Deep web es, por expresarlo de manera muy genérica, una recopilación del contenido restringido o no indexado que se encuentra fuera del alcance de Google.
Dark web, el lado oscuro de Internet
La Dark web es el contenido público del ciberespacio que existe en las Darknets, las redes superpuestas al Internet tradicional que requieren software específico, configuraciones o autorización para acceder. La Dark web forma parte de la Deep web (contenidos no indexados), pero no es un término análogo sino una porción de la misma. Sólo se puede acceder a la Dark web con aplicaciones específicas, algo que tiene sentido dada la intención de mantenerse oculta para los buscadores tradicionales. También se utilizan direcciones IP enmascaradas e incluso hay portales de noticias especializadas que proporcionan cobertura de noticias e información práctica acerca de los espacios y servicios de la «web oscura».
La mayoría de los contenidos de la Dark web son inofensivos, pero también es un refugio para la ciberdelincuencia que va desde subculturas racistas y hackers hasta el tráfico de órganos, drogas o armas. No hay datos sobre el volumen de transacciones que generan estas actividades ilícitas, ni siquiera si son reales o se trata de estafas. En la Dark web, como el mundo analógico, hay «lugares oscuros» que conviven con espacios inocuos.
Darknets, la redes independientes
Si la Dark web engloba el contenido oculto de Internet, las redes específicas que lo alojan son las Darknets. La más conocida es Tor, de carácter anónimo y con su propia Darknet, aunque existen otras como la red friend-to-friend Freenet o Invisible Internet Project.
Con frecuencia se utilizan de forma indistinta Darknet y Dark web, pero la primera es la red oculta, mientras que la segunda es un concepto más amplio que abarca tanto el contenido alojado como la cultura vinculada al Internet anónimo. Asimismo, el término «oscuro» de estas redes remite a algo que está oculto entre las sombras por el simple hecho de que no se puede acceder de forma convencional, pero no tiene que ser necesariamente negativo, ya que en las Darknets también hay contenido útil y constructivo.
Mantener el anonimato
Sumergirse en la «web oscura» permite recuperar el derecho al anonimato en la era de la vigilancia digital. Sin embargo, el deseo de anonimato, la falta de estructura y la fugacidad de muchos sitios web implican que el recurso principal para navegar por la Dark web sean los directorios de enlaces, enlaces que, por lógica, no incluyen toda la información posible y en los que abundan muchos links rotos. Además, el 87% de las páginas de la «web oscura» no cuentan con un enlace externo, de manera que es difícil transitar de una a otra. Y ello no se debe a impedimentos técnicos, sino a la cultura del anonimato basada en relaciones que no parten de vínculos de confianza.
Entrar en la esta web puede resultar una experiencia solitaria y contraria a la intuición. Con todo, y al margen de los contenidos más polémicos, podría defenderse el uso de la Dark web como herramienta política para quienes viven bajo regímenes autoritarios que prohíben el acceso a la información y la libertad de expresión. Los blogs y foros de debate político son habituales en la Dark web, pero ninguno se orienta hacia la acción práctica, a buen seguro porque este tipo de actividades se llevan a cabo en secreto.
Los países en los que más se utiliza Tor son aquellos con fuertes restricciones a las libertades (Emiratos Árabes Unidos, Rusia, Irán, etc.), pero también las democracias más consolidadas (Estados Unidos, Reino Unido o Alemania). El potencial de la Dark web va más allá del activismo estrictamente político y de los contenidos ilícitos: resulta útil porque permite recuperar un espacio para el anonimato, un espacio en el que se pueden expresar opiniones con total libertad, sin la obligación de identificarse, sin tener que ceder los datos personales a empresas y sin temor a la persecución gubernamental.
LECTURAS RECOMENDADAS
El Dorado: Una historia crítica de internet, de Enric Puig Punyet, Clave Editorial, 144 pp., 14 €
Un análisis crítico de la historia y las utopías de Internet. Con la esperanza de encontrar un nuevo El Dorado, Internet se abastece de los contenidos que le proporcionan sus usuarios, un modelo de negocio cuyas ganancias dependen del tiempo que estos pasen conectados. Según el autor, la deriva de Internet ha provocado que estemos a las puertas de un futuro incierto en el que están en peligro la libertad y la democracia. Una gran claridad expositiva para un texto sucinto y necesario.
La red oscura, de Eduardo Casas Herrer, La Esfera de los Libros, 336 pp., 22,90 €
Negocios ilegales, tráfico de armas y de productos, muertes retransmitidas, pornografía infantil… conforman el lado negativo de Internet; un pozo sin fondo que se abre desde nuestras pantallas. El autor de este libro, miembro del Cuerpo Nacional de Policía, que trabaja en la Unidad de Investigación Tecnológica (UIT), explica cómo persiguen sin tregua y sacan a la luz los delitos de ese universo desconocido de la red. Una lectura amena y didáctica que evita caer en lo escabroso.
Los delitos del futuro: Todo está conectado, todos somos vulnerables, ¿qué podemos hacer al respecto?, de Marc Goodman, Ariel, 800 pp., 24,90 €
El autor, una de las autoridades más destacadas en materia de seguridad mundial, conduce a los lectores a las profundidades del ciberespacio para mostrar cómo delincuentes, empresas e incluso gobiernos utilizan la tecnología contra el ciudadano.
Los delincuentes del futuro podrán desactivar los frenos de un coche desde kilómetros de distancia, electrocutar a un portador de un corazón artificial, fabricar AK-47 con una impresora 3D o transportar droga a través de drones. El libro, ya un clásico, también ofrece claves para evitar riesgos, reforzar el derecho a la intimidad y velar por la seguridad y el control.