El autor venezolano vuelve a las librerías con Tiempo de tormentas, una novela de corte autobiográfico. En ella recorre su infancia en Caracas, cuando era un niño disléxico y amanerado, protegido en exceso por su madre, y que se sabía distinto. Una madre, bailarina, y un padre, crítico de cine, rodean al niño de malas compañías. Lo seguimos en la adolescencia, los primeros amores, sus inicios como columnista y escritor de telenovelas y su posterior y exitoso salto a la fama televisiva en España; finalista del Premio Planeta, el glamur, los abismos, de nuevo el amor y la violencia.
Una enternecedora y envolvente novela autobiográfica, una vida sin duda novelesca, que nos sirve de excusa para realizar un perfil imprescindible para conocerle, basándonos en declaraciones suyas en diferentes medios en los últimos años.
Infancia
Yo no quería ser niño para nada, quería ser adulto. Me gustaba llamar la atención aunque despertara violencia e insultos. Era un niño libélula al que los obreros gritaban maricón.
Sufría dislexia. No sabía atarme los cordones e iba con ellos sueltos hasta los nueve años. Lo más tremendo, evidentemente, el abecedario. Tardé muchísimos años en leer porque no podía poner en orden las cosas. Hay cosas que no se eliminan: sigo confundiendo la izquierda con la derecha, cambio los nombres y escribo fatal. Pero el esfuerzo de mis padres consiguió que pudiera ser escritor.
Su madre
De ella aprendí a no tenerle miedo a nada. La valentía con que se enfrentó a su muerte fue una gran lección. Me impresionó cómo decidió organizar, arreglar, alistar todo lo que creía fundamental antes de marchar. Mantuvo en todo momento una lucha porque ni la enfermedad ni la muerte le arrebataran la vida, la extraordinaria vida que tuvo. Hasta el último minuto. Y eso sin duda la hace todavía más heroína a mis ojos. Mi madre era una mujer que detestaba las exageraciones y como muchas mujeres realmente heroicas no le gustaba que la viéramos de esa forma. Fue, como le decíamos todos en esos últimos días, una gran bailarina, una magnifica esposa y una extraordinaria madre.
Caracas
Creo que Caracas tiene algo especial que te enseña a adaptarte a cualquier ciudad del mundo y hacerla tuya. Esa, probablemente, sea la verdadera clave de mi éxito y por eso creo que debería estar más agradecido a mi ciudad. Por eso me gusta regresar y prácticamente pedirle disculpas por mis olvidos, mis ofensas. Creo que todos los caraqueños deberíamos hacer un esfuerzo por quererla más. Porque estoy convencido de que su naturaleza es querernos y que somos nosotros quienes contribuimos a hacerla invivible.
Aunque emigré muy joven, mi carácter se formó ahí: soy desordenado, impuntual y creo que el azar lo arregla todo, lo cual es un deje latinoamericano espantoso.
Primeros pasos
Mis padres siempre fueron muy activos, muy trabajadores y vinculados ambos a profesiones relacionadas con la cultura. Sentía que sus trabajos les apasionaban y creo que sencillamente he imitado ese entusiasmo. Escuchaba a mi padre escribir su crítica cinematográfica para el periódico y me maravillaba el sonido del tecleo. Y pensaba, voy a hacer lo mismo. Voy a teclear. Y bueno, tecleando y tecleando he escrito varias cosas.
A los 16 años empecé a colaborar en el diario El Nacional de Caracas, donde escribía una columna llamada «Animal de frivolidad». Era una columna de sociedad en la que reflejaba todo lo que un niño de 16 años no puede hacer, como ir a los bares gais de Caracas y a fiestas de gente adulta.
Telenovelas
La televisión ha sido mi escuela, mi universidad, mi trabajo y me ha dado una magnífica colección de cuadros, zapatos y trajes…
Adoro la conversación femenina, es distinta a la masculina. Los hombres no hablamos. Creo que parte del éxito de mis guiones se los debo a esas conversaciones que siempre me gustaba escuchar. Pese a ser tan denostada, la telenovela, también llamada culebrón, quizá sea el único elemento cultural que une a Latinoamérica. No se trata de un género feminista, pero en él la mujer lo es todo: hija, madre, adúltera señalada, divorciada sufrida, abuela consentidora.
Una de las grandes contradicciones de las telenovelas latinoamericanas es que están hechas para un público aún disminuido económicamente, todavía envuelto en las sombras del analfabetismo, obligado a consumir caricaturas de sí mismo y a creer que el mundo de sus protagonistas es de personas blancas, pudientes, urbanas y considerablemente atrapadas en sus pasiones
Crónicas marcianas
Fui la estrella indiscutible del programa. Mi paso por Crónicas Marcianas marcó completamente mi vida. Parece que después no he hecho nada más.
En Cronicas me hice adulto, estrella de la televisión y un poquito más adinerado que cuando empecé allí. Crónicas es mi ADN y en cierta manera mi ubicación en el mundo. Está siempre presente. Y Javier Sardà, con quien mantengo la misma intensidad y afecto y respeto, es el único director que he tenido en mi vida. El único buen director, quiero decir. En eso es insuperable. Y es sinceramente, lo que más extraño de esa época.
Escritura
Si me obligan a definirme entre escritor, guionista, presentador o articulista, escojo escritor, porque es lo que cabe en todas casillas de los documentos de inmigración de cualquier país y en cualquier idioma. Soy feliz escribiendo.
Todo escritor es un observador, en primer lugar porque todo escritor es un lector antes de ser escritor. Imaginar muchas veces puede ser observar. Soñar despierto es una forma de observar. Y la crónica, por ejemplo, que siempre ha sido mi secreta fascinación, no puede ser escrita si antes no se ha observado.
Soy muy mentiroso. Soy escritor y los escritores viven de la mentira, que es muchísimo más atractiva que la realidad.
Homosexualidad
Soy homosexual. Y tengo mucho éxito entre los heterosexuales al parecer por el buen tono de mi piel, la selección de mis calcetines y mi manera de observar el mundo y caminar por él. En ese orden. En cambio, las peores críticas las recibí por parte del colectivo homosexual. Nunca jamás me invitaban a la fiesta del Orgullo. Era una bofetada que me daban cada año. Decían que era ese gay lleno de tópicos… ¡Tópica tú!
Me parece que yo intuí que en España había una oportunidad de reconocer mi sexualidad y quitarle hierro a todo ese asunto de la culpa, la persecución, esa anquilosada figura del pecado. Y lo hice, era tan sencillo. Sí, soy gay y ahora vamos a hablar de muchísimas otras cosas. Me ha encantado poderme casar con el hombre de mi vida y juntos construir este edificio que es la vida en pareja.
Muerte
Es el tema de mi última novela. Ante la muerte creo que debemos dejar lo malo y ascender solo con lo bueno y necesario. No me da miedo. Pienso que es un paso. Incluso un rito hacia un nuevo nivel. Por eso me gustaría encontrarla con un vodka muy frío entre las manos.
Salvador Mir
Tiempo de tormentas, Boris Izaguirre, Planeta, 512 pp., 21,90 €