Madre de leche y miel, Najat El Hachmi, Destino/Edicions 62, traducción del catalán de Rosa Maria Prats, 384 y 394 pp., 20,50
Aunque no lo parezca, Najat el Hachmi es una escritora catalana. Su primer libro, justamente, se titulaba así: Jo també sóc catalana (2004), toda una declaración de principios para quien había nacido en Marruecos, en 1979, pero se había trasladado a Cataluña a la edad de ocho años. Concretamente a Vic, lo que quizá ayude a explicar el espléndido catalán con que nos sorprendió en L’últim patriarca (2008), premio Ramon Llull de ese mismo año.
El hecho de que una mujer joven y desconocida ganara con una primera novela uno de los premios más importantes de la literatura catalana sorprendió a todo el mundo, e hizo sospechar que se trataba de unos de esos golpes de efecto mediáticos a los que nos tienen acostumbradas las editoriales, y no solo ellas, ay, cuando de mujeres se trata.
Pero no. L’últim patriarca es una magnífica novela, de la que se nota, diría yo, que está escrita «desde dentro» del universo que retrata: el de una familia marroquí instalada en Cataluña. ¿Y en qué se nota? Yo diría que las obras que pintan lo exótico desde fuera (novelas históricas, thrillers orientalistas…) lo hacen con un tono grandilocuente, «novelesco» en el peor sentido de la palabra, donde el exotismo ocupa el primer plano. L’últim patriarca en cambio narraba una historia ciertamente pintoresca y a ratos trágica, pero lo hacía con un toque sorprendente: la ironía.
En 2011 El Hachmi publicó La caçadora de cossos (La cazadora de cuerpos), sobre una mujer que busca sexo con hombres de distintos países, pero en 2015, con La filla estrangera, regresó al ámbito que tan bien conoce: los conflictos, externos pero sobre todo internos, que se plantean a la segunda generación de inmigrantes, desgarrados entre el señuelo de una sociedad cuyas oportunidades, libertad, prosperidad… aprecian, pero que nunca les tratará como iguales, y el miedo a excluirse de su opresiva, pero cálida y protectora, comunidad de origen.
Ese conflicto, lo viven especialmente ─en la realidad, y en la obra de El Hachmi─ las mujeres: es su rol, mucho más que el masculino, el que más cambia entre su sociedad de origen y la de acogida. Y el conflicto que tan bien conocemos entre madres e hijas: la ambivalencia de las hijas respecto de las madres (cariño y admiración, pero rechazo al ejemplo de sacrificio que representan) y de éstas respecto a las hijas (deseo de que sean libres y felices, pero dolor por el alejamiento, y el rechazo al modelo materno, que eso supone) es mucho más agudo cuando la madre procede de una comunidad tradicional y la hija se ha educado en otra más moderna.
Mare de llet i mel, la nueva novela de El Hachmi, se centra, al igual que La filla estrangera, en una intensa relación madre-hija, en la que la madre es tradicional, analfabeta, sometida, pero también valiente, luchadora y protectora de su hija; esta siente un intenso amor y una profunda gratitud hacia su madre, pero también una violenta necesidad de llevar una vida más libre. El conflicto es desgarrador, como lo son todas las separaciones entre madres e hijas que relata esta novela, empezando por el destete. (Añadamos una más a la lista de intensas vivencias femeninas que la alta cultura ha desdeñado reflejar: el amamantamiento.)
Y ambas novelas lo exploran maravillosamente, La filla estrangera privilegiando el punto de vista de la hija y Mare de llet i mel el de la madre.
A veces tengo la impresión de que hay cierta literatura europea o americana, muy de moda, sofisticada y culta, pero que no tiene nada humano que decirnos: libros que se alimentan de otros libros y dan vueltas en un mundo etéreo, mental, libresco… y otra literatura hecha de carne, de emociones, una literatura en la que de verdad se juega algo. No dejen de leer a Najat El Hachmi.
Laura Freixas