«Las novelas generacionales tienen un solo inconveniente: hablan de un tiempo que los lectores suelen conocer».
Quiero hoy empezar por la nueva novela de la escritora mallorquina Llúcia Ramis, Les possesions (Anagrama), con la que obtuvo este año el premio Anagrama. Ya hay edición en castellano (Las posesiones, Libros del Asteroide). Yo leí la novela en su original. Me pareció una maravilla. Una novela generacional, sin nostalgias al uso.
Narrada desde una primorosa primera persona, la novela gana al lector por la lucidez de sus análisis y por el dibujo siempre nítido y quirúrgico de sus personajes. La voz narradora lleva el peso de todo el relato, como no podía ser de otra manera. Pero siempre es una voz atenta a no desprestigiarse fácilmente ante el lector por mor de un inoportuno tono confesional. Me sentí cómodo en esta novela, a pesar de las incomodidades morales y sentimentales que destila. Me sentí cómodo con su lengua literaria y su armazón. Las novelas generacionales tienen un solo inconveniente: hablan de un tiempo que los lectores suelen conocer. Así que estas novelas están obligadas a decirnos algo nuevo, hacernos ver algo en lo que todavía no hayamos reparado. Les possesions logra este milagro.
Me acaba de llegar Cómico de la lengua (Libros de la resistencia), la última novela que publicó el escritor argentino Néstor Sánchez (1935-2003). Sánchez fue amigo de Julio Cortázar y éste nunca escondió la gran admiración que le profesaba, como si él mismo hubiera deseado escribir algunos de los libros que escribió Sánchez. Este novelista tenía una teoría que llevó hasta sus últimas consecuencias en su último libro: la novela poemática. Tal teoría consistía en defender una novela sin argumento, que fueran las palabras mismas las que anudaran los sentimientos y las contradicciones de la condición humana. Enrique Vila-Matas escribió hace unos años en El País, que sus primeros libros le debían mucho a Néstor Sánchez. Este escritor estuvo en Barcelona dos años, entre 1970 y 1972. Luego se marchó a Francia e Italia. Durante la década de los ochenta, marchó a los Estados Unidos y allí misteriosamente se convirtió en clochard. Durante unos años desapareció. Cuando ya todos en la Argentina, entre sus epígonos y seguidores, lo daban por muerto, reapareció inesperadamente. Murió a los sesenta y ocho años en la misma casa donde había nacido, sin haber escrito prácticamente nada más, excepto un libro de cuentos.
Recibo también Los últimos libertinos (Siruela), de la ensayista italiana Benedetta Craveri (nieta de pensador Benedetto Croce). Hace unos años tuve la suerte de leer un libro suyo sobre los salones literarios y la función de la conversación en ellos, fermento sustancial de la Revolución Francesa. Ahora se trata de un tema relacionado con la Revolución aunque en sus vísperas. Los libertinos fueron amantes prácticamente profesionales durante el siglo dieciocho. Su amoralidad amenizaba los salones y los sitios públicos donde la nobleza se reunía. Fueron sumamente admirados por los ingleses (de la misma manera que los franceses, esa parte de la nobleza «progresista» francesa, admiraban la monarquía parlamentaria y la democracia inglesas). El ensayo de Craveri relata y analiza de los libertinos más reconocidos de la Europa de la época, amantes cultos y algunos de ellos comprometidos con las ideas más avanzadas de su momento.
No quiero despedirme hasta el mes que viene, sin mencionar antes un libro de relatos que me sorprendió hasta casi el desconcierto, un edificante desconcierto. Me refiero a Vértigo (Periférica), de la escritora británica Joanna Walsh. Los lectores obviamente entenderán meridianamente estos relatos. Todos orientados a representar diversas situaciones de la mujer contemporánea. La mujer esposa, la mujer hija, la mujer madre y la mujer que quiere deshacerse de todo ello y escapar para estar rotundamente feliz con su soledad. Pero también el lector se preguntará por la hechura de estos cuentos. Su manera de armarlos y hacer que sus protagonistas hablen y se hablen a sí mismas. No se pierdan este libro.
Tengo para el mes que viene la nueva novela de César Aira, Prins (Penguin Random House) y una novela de una escritora griega, María Iordanidu, que se titula Loxandra (Acantilado). Mi nuera, que es griega, me dice que es una novela necesaria para entender la relación del mundo otomano con el griego. Ya les contaré.
J. ERNESTO AYALA-DIP