PREMIO ALFAGUARA DE NOVELA
«Este es un texto que intenta hablarnos de la verdad, de las variadas, múltiples y diversas verdades»
En 2011 las relaciones diplomáticas entre Francia y México se tensaron hasta lo indecible, con la implicación de los presidentes de ambos países ─Nicolas Sarkozy y Felipe Calderón, en aquel momento─. Dos diplomacias que caminaban por el reverso de la turbulencia desde dos años antes. El motivo fue uno de los casos más debatidos, insólitos, mediáticos, bochornosos y tramoyistas de los últimos tiempos: la detención en un rancho, en la afueras de México, el 19 de diciembre de 2005, de la francesa Florence Cassez, y del mexicano Israel Vallarta ─su pareja entonces─, acusados de pertenecer a la peligrosa banda de delincuencia organizada de Los Zodiacos, dedicada a la extorsión y el secuestro. En el momento de ser apresados, se produjo la liberación de varios rehenes ante decenas de medios, y los «responsables» fueron juzgados en una espiral de procesos kafkianos. Lo que parecía un duro golpe contra la delincuencia organizada, filmado al más puro estilo «Gran Hermano», terminó siendo un cuestionado operativo que puso en juego las relaciones de dos países y evidenció un entramado de corrupción de la justicia y la policía mexicanas.
Pero, ante semejante delirio mediático, ¿qué «podían» hacer los jueces sino condenar con una pena ejemplar a quienes millones de mexicanos —hartos por la espiral de violencia que había provocado la guerra contra el narcotráfico del presidente Calderón— habían visto por televisión mientras eran apresados por la Policía Federal? Florence Cassez fue condenada a 96 años de prisión, después reducidos a 60. Las irregularidades de la detención y el proceso motivaron un movimiento, con ramificaciones internacionales, sobre todo en Francia, que llevó su caso a la Suprema Corte de Justicia de la Nación. En un principio, el recurso no consiguió su libertad, que, no obstante, sí obtuvo en 2013, al dictaminar la Corte que existían inconsistencias en las declaraciones de los testigos y que se había vulnerado la presunción de inocencia de la acusada.
Cassez volvió a su país natal. Por el contrario, Israel Vallarta continúa en la cárcel sin una sentencia judicial firme.
El caso conmocionó a la sociedad del país azteca, especialmente después de que, pocas semanas tras la detención de los presuntos secuestradores, el jefe de la Policía reconoció que la retransmisión había sido producto de un montaje. Lo que empezó siendo un episodio local se convirtió en asunto de Estado, dilema nacional y metáfora universal. El primer fake news de los muchos que veríamos después. Si los policías, políticos y jueces habían optado por la ficción ─e incluso las «sentencias ficción»─ un novelista ha decidido ceñirse a los datos para ayudarnos a entender qué rol correspondió a cada uno. Si la verdad había sido retenida, la literatura asume el reto de liberarla en esta tragedia de dimensiones shakesperianas que rompe todas las convenciones del género, a la «capotiana» manera. Esto es, en forma de novela documental o novela sin ficción.
Recordemos cómo en A sangre fría, Capote narraba el cuádruple asesinato cometido sobre la familia Clutter en Holcomb, Kansas. En aquella obra maestra, el autor no solo quería evidenciar el crimen perpetrado por dos convictos en libertad condicional, sino dejar constancia de cómo la sociedad, condenándolos a la pena capital, actuaba sobre ellos con la misma sangre fría.
Con Capote en el retrovisor, Volpi, potente voz de la renovación de las letras hispanoamericanas, aborda esta non fiction novel en la que expone la realidad sin intermediarios. El narrador es solo la voz que ordena los hechos para servírnoslos. La dirección de su mirada es la pregunta porque ─como dijo el presidente del Jurado del Premio Alfaguara, Fernando Savater─ aquí no hay respuesta alguna, solo la perplejidad de lo real. El papel que se ha autoadjudicado Volpi es el de notario de las informaciones, rastreador de los testimonios, correa de transmisión del enfoque más objetivo posible sobre lo acaecido. Pero lo cierto es que cuanto más subraya que en sus páginas no anida ánimo ficcionador alguno, más deducimos que el propósito del libro era mostrarnos una realidad infectada de la mejor de las literaturas, eso sí, sin ánimo moralizante ni conclusiones de ningún tipo. No obstante, el escritor perteneciente a la llamada Generación del crack ─y autor de novelas como, En busca de Klingsor El juego del Apocalipsis, o Memorial del engaño─ matiza que sólo cuando se topó con incontables vacíos documentales, se arriesgó a conjeturar situaciones que carecían de pruebas o testimonios contrastados. Solo en esos casos, Volpi lo asiente de forma explícita para que no sean confundidas sus palabras con embustes tramados intereses de ningún tipo. En otras ocasiones, el novelista ─abogado de profesión─ permite que el relato transite por los expedientes legales, dejando absoluto protagonismo al lenguaje de las leyes, las normas y los juzgados… Es en esos momentos cuando el libro paga su peor peaje convirtiéndose en un poco más denso de lo habitual en pro de los hechos y el rigor.
Pero, por encima de todo, este es un texto que intenta hablarnos de la verdad, de las variadas, múltiples y diversas verdades: la de la justicia, la de los medios de comunicación, la de las víctimas, la de los testigos falsos, la de los policías, la de los abogados, la de los mandatarios, la de las cortes supremas… y, al tiempo, de la falta de memoria de todos ellos en pro de su propia salvación.
El resultado es una obra arriesgada, compacta, inquietante, que camina entre la brumosa frontera de la narración y la crónica periodística para engullir al lector con la confusión de los acontecimientos descritos. Tras concluir su lectura, nos invade una sensación de desconfianza y repugnancia hacia el entramado político-social, nos deja un poso de conspiranoia profunda al tiempo que nos hace sentir simples ladrillos en un muro infranqueable que oscuras fuerzas construyen para maniatarnos. Por eso se hace necesario leer esta obra, para aferrarse a la idea de que hay una única verdad inamovible, en alguna parte, a que debemos tender como seres humanos.
Ángeles López
© foto del autor: Roberto Melo
Una novela criminal, Jorge Volpi, ganadora del XXI Premio Alfaguara de novela, 504 PP., 19,90 €