Raphaëlle Giordano: “Tenemos que aprender a reírnos de nosotros mismos. Si no lo hacemos, perdemos lucidez”
SUMARIOS:
“El primer bolinero que me encontré en la vida fue mi padre, y es algo que me ha marcado mucho. Luego, en mi vida profesional, también me he cruzado con muchos perfiles así”.
“Hay una pequeña violencia banalizada en las redes, juicios que hieren sin miramientos. Son comportamientos que detesto y condeno”.
Tomarnos en serio nuestro trabajo pero algo menos a nosotros mismos. Es algo que solía decir Rafael Alberti y también una idea que la escritora, pintora y coach Raphaëlle Giordano (París, 1974) desarrolla en su segunda novela, El día en que los leones comerán ensalada verde. Está protagonizada por Romane, una joven terapeuta que trata de erradicar lo que denomina bolinería: pequeñas violencias motivadas por el egoísmo y la falta de sensibilidad que erosionan a diario nuestras relaciones personales y profesionales. Un comportamiento más propio de los hombres, pero que no solo les afecta a ellos.
En el libro se hace énfasis en una frase de Víctor Hugo: “Vivir solo para uno mismo es una enfermedad. El egoísmo es una ruina del yo”. ¿Somos hoy más egoístas que nunca?
Las sociedades desarrolladas, tal y como han evolucionado hasta el día de hoy, han primado el individualismo. No hay más que ver las relaciones entre generaciones: tendemos a apartar a las personas mayores. Pero se nos escapa que al dar más al resto conseguimos felicidad y bienestar. Este es uno de los mensajes más importantes del libro: hay que mirarse a uno mismo, analizarse, ir hacia dentro, pero no desde el egoísmo. Debes saber lo que quieres, quién eres. Eso hace que tengas una energía mucho más positiva y que puedas dar lo mejor de ti a los demás. Y así volvemos al compartir, al altruismo.
Es su segunda novela, después del éxito de ventas Tu segunda vida empieza cuando descubres que solo tienes una. ¿Por qué decidió centrar esta en las pequeñas violencias cotidianas?
No he tenido que investigarlo mucho lo que he terminado por llamar “bolinería”. Es algo que me rondaba desde hace tiempo y, no voy a mentir, lo he visto desde la infancia.
De hecho, el primer “bolinero” que me encontré en la vida fue mi padre, y es algo que me ha marcado mucho. Así que sí, es algo personal. Luego, en mi vida profesional, también me he cruzado con muchos perfiles así. O yo he sido víctima de ellos o he sido testigo de cómo muchas personas se han visto avasalladas por este tipo de comportamientos.
Eso sí, he intentado hacer un libro que no juzgue. A mí me encantan los hombres, no soy una feminista de estas radicales que son antihombres. Y tengo mucha esperanza, porque a veces con gestos mínimos podemos cambiar mucho. Quizá sea un poco idealista, pero pensé que si trataba el tema de una forma ligera y con sentido del humor podría hacer que se vieran las cosas de otra manera.
Y si lo que usted denomina como “bolinería” afecta sobre todo a los hombres, ¿por qué no lo ha dirigido al público masculino en vez de al femenino?
Me hubiese encantado, pero hay que tener en cuenta la realidad editorial: quienes leen y compran libros son las mujeres. Al menos en Francia. Los hombres no leen, y menos libros de desarrollo personal o de autoayuda. A veces le cogen el libro a sus mujeres o las mujeres se lo acercan al marido para que lo pueda leer de forma sutil. Por desgracia ahora mismo esto funciona así.
¿Y qué hace falta para que eso cambie?
Bueno… Tiempo. También es parte de la “bolinería”. Los miles de años de educación hacen que los hombres sigan teniendo esos cerrojos que hacen que, cuando se ponen a hacer algo de desarrollo personal, tengan miedo a que eso afecte a su masculinidad. El hecho de entrar en sí mismos y analizarse, reflexionar sobre sus fallos, cuestionarse… para ellos es como renunciar a esa armadura de hombre.Porque el desarrollo personal sigue teniendo esa etiqueta de ‘femenino’, hay muchas ideas preconcebidas. Yo he oído muchas veces, a mi padre el primero, que la psicología era algo para amas de casa.
Eso es algo que también que está muy presente en el libro. Al personaje de Maximilien, un joven directivo de una multinacional, le enseñan a actuar “con puño de hierro en un guante de terciopelo”. ¿Cuánto de culpa tiene la educación en un comportamiento así?
En psicología se habla de los mensajes limitadores que recibimos en nuestra infancia: el entorno, lo que nos dicen cuando crecemos, etc. Por ejemplo, nos pueden decir que solo seremos aceptados si nos comportamos de una o de otra manera. Incluso hoy en día los niños y las niñas no son educadas de la misma manera. Y sí, lógicamente los niños que hemos sido pasan a ser los adultos que somos. Durante nuestro crecimiento nos han impregnado de estos mensajes y, por lo tanto, van a estar presentes en nuestra edad adulta.
¿La solución pasa por acabar con los roles de género?
Bueno, no se trata de que todo sea homogéneo y de que hombres y mujeres sean el mismo modelo. Incluso en el libro Romane, la protagonista, tiene este lado ambiguo, le gusta que los hombres tengan este lado “bolinero”. Nos gustan las diferencias, nos gusta que nuestros hombres sean viriles… Se trata de encontrar la proporción adecuada. La idea es que cada uno reflexione sobre el equilibrio entre su lado masculino y su lado femenino. El mensaje para los lectores, hombres y mujeres, es: examina tus propios comportamientos y analiza.
¿Y cuánto de usted tiene Romane?
Romane se puede permitir todo porque es el personaje de una novela. A día de hoy no trabajo como terapeuta ni como coach porque soy escritora a tiempo completo, así que mi manera de ayudar es crear heroínas como ella. Hay que hacer que la gente sueñe un poco. Es como una fábula con su moraleja: tiene que ser divertido para que pueda producir un interés. Si todo fuera como la vida real, no atraería.
El grupo al que la protagonista trata en la novela consta de una mujer a la que han despedido, otra que no se entiende con su hijo, un hombre al que ha dejado su mujer, un jefe que no sabe gestionar a su equipo formado por ocho mujeres y un directivo ególatra. ¿Por qué eligió unos perfiles tan concretos?
Me divertía tratar este tema demostrando que no hay solo un tipo de “bolinería”.
Cuando quieres explorar un tema, tratarlo desde solo un enfoque es reductor, te pierdes muchas cosas. Si te hablo de “bolinería”, en lo primero que piensas es en la caricatura del tipo excesivo que grita, tiene crisis de cólera, es insoportable… Y sí, ese es un perfil más evidente. Pero detrás hay un amplio abanico de pequeñas violencias mucho más discretas. Además hay que tener en cuenta que esto existe en el ámbito profesional pero también en la familia, y de distintas maneras. Por eso también quise mostrar un caso de “bolinería” dentro de la pareja o entre padres e hijos. Y están esos perfiles, pero me hubiese gustado meter más. ¡De hecho me mataron un personaje! (risas)
¿Y cómo era ese personaje?
Era el perfil de “bolinero” narcisista. Aunque podríamos haber desarrollado muchísimos más. Pero si hubiese hecho lo que hubiese querido el libro tendría 800 páginas y me temo que no me lo habrían aceptado (risas).
¿Tenía algo que ver con el mundo de internet y las redes sociales?
Sí en el sentido de que se interesaba por todo lo superficial: su imagen, la forma de relacionarse con los demás, siempre pensando en qué iban a pensar los demás de él…
¿Y cree que las redes sociales acentúan nuestros comportamientos “bolineros”? Pienso, sobre todo, en quienes insultan desde el anonimato.
Sí, es insoportable. Hay una pequeña violencia banalizada en las redes, juicios que hieren sin miramientos. Es algo que detesto y condeno. Como autora también tengo críticas que me pueden hacer daño, pero las leo poco. No tengo muchas, pero sí que he visto cómo hay gente que se permite juzgarte en tres palabras y ni te conoce, sin ningún respeto por el trabajo que has hecho. Hacen comentarios cargados de maldad de forma gratuíta en vez de tener un poco más de tacto y sensibilidad.
Habría que mandarlos al Centro de Reeducación Antibolinería, la empresa de Romane..
¡Ojalá! Si existiera, seguro.
Hablemos de Bruno, el gerente en una empresa que tiene a cargo un equipo de ocho mujeres y que no sabe gestionarlo. ¿Es la empatía la principal diferencia entre ser un simple jefe o ser un líder?
Sí, lo es. En la novela este jefe no tiene en cuenta la personalidad de su equipo. Él es un adicto al trabajo, así que cuando está bajo estrés entra en lo que llamamos el “yo perfecto”: se vuelve insoportable porque es extremadamente exigente, está pendiente de los más mínimos detalles, se dedica a criticar… Carece de cualquier tipo de empatía. Y él no sabe que esto lo que hace es estresar aún más a su equipo. Ellas, que son mucho más empáticas, cuanto más notan el estrés de su jefe más errores cometen, porque se ponen nerviosas al ver lo intransigente que es. Esto limita bastante la comunicación.
Desde muy joven me han interesado las herramientas de gestión, y este es un guiño a esas herramientas que han cambiado mi vida y que son muy importantes a la hora de trabajar con diferentes personalidades. Pienso sobre todo en el Process Communication, un método americano muy interesante.
¿En qué se basa?
Está inspirado en los trabajos de Eric Berne sobre análisis transaccional. Un tipo de Estados Unidos, Taibi Kahler, desarrolló un estudio que pidió la NASA antes de enviar un equipo de astronautas al espacio para ver las reacciones que podrían tener bajo estrés. Según el tipo de personalidad tenemos tipos previsibles de estrés, y este método propone qué es lo que hay que hacer para acabar con ello y lograr energía positiva. En el caso de los directivos se trata de adaptar el canal de comunicación para conocer las necesidades específicas de cada tipo de personalidad. Si este directivo hubiera trabajado el Process Communication sabría cómo motivar a sus trabajadores, porque las personas empáticas necesitan sentirse valoradas antes como personas que como trabajadores eficaces.
También se habla mucho en el libro de que la “bolinería” afecta a nuestro sentido del humor.
Precisamente por eso en el libro he querido usar el pasaje de los payasos, para señalar que a veces nos tomamos demasiado en serio y que tenemos que aprender a reírnos de nosotros mismos, recuperar ese sentido de ligereza, tomar distancia con las cosas. Si no lo hacemos, perdemos lucidez. Hay que buscar siempre lo esencial.
Algo así como lo que decía Rafael Alberti, que es necesario tomarse en serio el trabajo y algo menos a uno mismo.
Es exactamente eso.
Para recuperar esa humildad también es muy acertado el ejercicio que propone Romane de mostrarles documentales sobre el universo para mostrar lo pequeños que somos.
Reconozco que me fascina el lugar que tenemos dentro del universo. Esto puede llevarte después a un punto espiritual: plantearte qué somos, qué hay después de la vida… Pero la humildad en relación a lo que somos y nuestro lugar en el universo es muy importante. Y está muy bien saber que, aunque seamos tan pequeñitos, tenemos una presencia, somos parte de un todo. No quiere decir que no tengamos una misión importante, pero he llegado a la conclusión de que estamos aquí para dar lo mejor de nosotros, al nivel que sea. Cada uno tenemos nuestras cualidades, así que tenemos que descubrirlas y ponerlas a disposición de los demás.
¿Cuánto tardó en escribir este último libro?
El proceso suele ser de unos cuantos meses de tener ideas para afinar el concepto del libro, formar su arquitectura, hacer que cada cosa vaya encontrando su sitio… Y luego está la fase de escritura propiamente dicha. Para mí un libro en menos de un año… no. Mínimo 18 meses. Creo que no podría sacar un libro al año. Para una persona creativa es muy importante respetar los tiempos, hay que ponerse en barbecho. Si no haces más que intentar crear, crear, crear, al final lo que creas no es lo mejor que podrías hacer. Y tampoco quiero ser una fábrica.
¿Sabe ya cómo será el próximo?
Ya está terminado. Hablará de amor. En ese caso he ido más al lado novelesco, he trabajado más la trama literaria.Eso sí, también hay una gran exploración del amor en todas sus facetas. Todos buscamos el gran amor y, cuando tenemos a alguien, tenemos miedo de que se acabe, que se marchite, y buscamos cómo hacer para que perdure. También está la cuestión de que el amor no es sano para todos. Habrá tres personajes principales, así que vamos a poder ver distintos puntos de vista.
Para terminar, dice el personaje de Romane en la novela que aún le queda un largo camino hasta su completa “desbolinización”. ¿A usted también?
Sí. Y me atrevo a decir que nunca acabamos de “desbolinizarnos”, yo la primera. Pero también invito a que seamos más transigentes con nosotros mismos. De hecho, las mujeres somos muy duras con nosotras mismas, y la “desbolinización” es también aprender a ser más benévolos con nuestras sombras. Acogerlas, mirarlas y cuidarlas para que poco a poco sean menos oscuras. Tenemos que analizarnos por completo.