La Segunda Guerra Mundial sigue siendo una inagotable fuente bibliográfica, en forma de estudios, ensayos, tesis y obras de ficción. La novela que ahora presenta editorial Maeva, Las mujeres de la casa de las lilas, está basada en hechos reales y, como sucede en numerosas ocasiones, la realidad deja corta a la imaginación.
Su autora, la periodista y publicista Martha Hall Kelly, leyó por casualidad un artículo en la revista Victoria, en 1999, sobre Caroline Ferriday, actriz y filántropa, que ayudó a mujeres supervivientes del campo de concentración de Ravensbrück. Caroline se implicó además en la caza al nazi Klaus Barbie y para que el gobierno alemán pagara una serie de indemnizaciones a las supervivientes del campo. Descendía de una familia abolicionista y también luchó para establecer el primer banco negro en Harlem.
¿Por qué se sabía tan poco de ella? Cuando la autora visitó la residencia campestre de los Ferriday y supo de la tarea de Caroline a raíz de una foto en blanco y negro de unas sonrientes mujeres de mediana edad, empezó a dar vueltas a la historia.
A partir de ahí, se sumergió varios años en los diarios, cartas y recuerdos de Caroline, en los manuscritos escritos por dos supervivientes del campo —rechazados por varios editores—, en bibliografía diversa, en archivos y bibliotecas de Washington y Nanterre y, asimismo, viajó a Polonia, Alemania y Francia, para conocer de primera mano los escenarios y recorridos de las anónimas heroínas que sufrieron la barbarie nazi.
El resultado es una primera novela que ha vendido 700.000 ejemplares y estuvo en la lista de los más vendidos de The New York Times. En palabras de Publishers Weekly, es «una primera novela irrepetible, con una escritora llena de vitalidad y unas protagonistas excelentes».
La trama pivota alrededor de tres mujeres muy distintas y sin relación las unas con las otras.
Caroline Ferriday era una acomodada joven que trabaja como voluntaria en la embajada francesa en Nueva York y fue miembro de la Association des Déportées et Internées Résistantes, que se ocupaba de los niños huérfanos por la contienda. En una de sus visitas a París, conoció la historia de las conejas de Ravensbrück, un campo de concentración femenino dedicado a los experimentos. Profundamente impactada por la historia, batalló para que treinta y cinco de estas mujeres pudieran viajar a Estados Unidos para recuperarse física y psicológicamente.
El personaje de la joven polaca Kasia Kuzmerich está inspirado en una «coneja» del campo, Nina Ivanska, que tras la detención de su padre, se unió a la resistencia polaca, donde colaboró como correo. Cuando fue detenida y confinada en el campo, escribió mensajes codificados en las cartas que las prisioneras enviaban a sus familias, contribuyendo a que se conociera lo que sucedía en el campo, incluidos los experimentos llevados a cabo por la doctora Herta Oberheuser.
Herta Oberheuser, debido a las dificultades económicas de sus padres, comenzó a trabajar como enfermera en Ravensbrück con la ambición de ejercer como doctora en un sector que entonces era predominantemente masculino. Allí realizó todo tipo de experimentos con las conejas y, finalizada la contienda, fue condenada en Núremberg, en el Juicio a los Doctores, en 1947. Nunca se arrepintió.
El punto de inflexión y unión de la historia se producirá cuando Caroline y Kasia decidan buscar justicia para las mujeres olvidadas del campo de Ravensbrück. La historia se desarrolla en distintos escenarios y uno de ellos es Bethlehem (Connecticut), donde la familia Ferriday poseía una segunda residencia, The Hay. Allí Caroline celebró la Navidad junto a cuatro supervivientes del Holocausto. The Hay poseía un frondoso jardín lleno de peonias, rosas y lilas. Unas lilas que solo florecen tras un duro invierno.
QL
Las mujeres de la casa de las lilas, Martha Hall Kelly, Maeva, traducción de María del Puerto Barruetabeña Díez, 520 pp., 21,90 €