«EL MAR REPRESENTA LA VIDA TANTO COMO LA MUERTE»
«He cambiado el horario, pero no la actitud. El mar de noche es como una discoteca.»
«El mar es un lugar mortal. Da la vida y la quita. No tiene autoridad.»
El británico Philip Hoare (Southampton, 1958), ensayista y periodista, miembro de un grupo de punk hace décadas, completa su trilogía marítima con El alma del mar (Ático de los Libros), después de Leviatán y El mar interior. En este nuevo título nos sumerge -y nunca mejor dicho- en oleadas de recuerdos personales, historia cultura, historia cultural, retratos animales y humanos.
Este viaje nos trasladará de los suburbios de Londres hasta las costas europeas y del Atlántico; y nos toparemos con personajes como William Shakespeare, Henry David Thoreau, Wilfred Owen, Jack London, Herman Melville, Elizabeth Barrett Browning, Virginia Woolf, Percy Bysse Shelley, Mary Shelley, Lord Byron, el almirante Nelson, David Bowie, Stanley Kubrick y muchos otros poetas y artistas, escritores modernistas y héroes famosos o desconocidos, todos ellos relacionados con el mar.
De la música a la literatura, del Covent Garden a LiterNatura… ¿Son mundos muy diferentes?
No, no son tan diferentes. Cuando vivía en Londres me pasaba la mayor parte del tiempo bajo tierra, en discotecas y conciertos y componiendo punk. El punk es en sí un acto de rebeldía, un género subversivo, que va en contra de las normas. En aquella época volvía a mi casa de madrugada y ahora salgo de madrugada para nadar en el mar. Me gusta pensar que me cruzo con mi antiguo yo, que está entrando en casa. He cambiado el horario, pero no la actitud. El mar de noche es como una discoteca.
Escritores como Percy Shelley, Virginia Woolf o Wilfred Owen encontraban en el mar una manera de superar un mundo lleno de prejuicios. Para mí, entrar en el mar de noche es también un acto de rebeldía, de subversión contra las normas, y eso se refleja en la literatura.
La ballena es un ser desconocido que no inspira el mismo cariño que los delfines ni el mismo temor que los tiburones. ¿Recuerda cómo comenzó su admiración por este cetáceo?
Las ballenas siempre me han fascinado, desde que era un niño. Mi primer encuentro con una ballena fue de adolescente, cuando vi una en cautividad. Fue un encuentro horrible. Un animal tan grande, en un espacio tan pequeño. Aquello hizo que me diera cuenta de lo arruinada que estaba la relación de los humanos con la naturaleza. Mucho más tarde vi mi primera ballena en libertad y fue una experiencia totalmente distinta, me hizo ver lo vivo que está el mar. Cuando miramos el mar, no vemos lo que hay debajo, toda la vida que esconde.
En esoterismo el mar tiene una simbología muy especial que lo compara con la propia existencia. ¿Prefiere mar en calma o mar revuelto?
Es muy parecido a la propia existencia, porque el mar representa la vida tanto como la muerte. Después de nadar en el mar, a las cuatro de la mañana, en el agua congelada, siento que vuelvo a nacer, es una especie de bautismo. Pero también me hace recordar nuestra fragilidad, nuestra mortalidad y el poder que tiene el mar de arrebatar la vida.
La sensación de estar flotando en el agua en calma, de perder la gravedad, hace que te conviertas en un ser físico y que las preocupaciones y la angustia queden atrás. Por otra parte, me gusta el mar cuando está revuelto, es emocionante, pero no me lanzo a él de forma temeraria y sin conocimiento, no pongo en peligro la vida de las personas que tendrían que venir a salvarme. Sin embargo, creo que tendríamos que aprender a ser menos cuidadosos.
¿Por qué usar la descripción de un monstruo marino inhumano y destructor, que simboliza al Diablo en su concepción bíblica, como es el Leviatán, para dirigirse a un ser que ama, como es la ballena?
Ambos son enormes animales marinos que despiertan en nosotros temor y fascinación.
Las ballenas alcanzaron su estado actual de evolución hace millones de años, son increíblemente antiguas y, curiosamente, sabemos muy poco sobre ellas. Son de tamaños ingentes y monstruosos, como el Leviatán. Pero no quiero categorizar a las ballenas, no quiero clasificarlas, porque de esa manera contribuiría a que el ser humano crea que puede controlarlo todo y no es así. Las ballenas son habitantes utópicos del mar, están en lo alto de la cadena alimenticia, no tienen depredadores naturales. A veces pienso que los humanos las estamos castigando por haber evolucionado de forma contraria a nosotros, desde la tierra hacia el mar. Creo que por eso hemos abusado tanto de ellas. Las hemos explotado hasta llevarlas al borde de la extinción.
¿Qué le queda pendiente de descubrir respecto al mundo marino?
Muchísimas cosas. Es curioso, porque el mar ocupa la mayor parte de la superficie de la Tierra y alberga el 90% de la vida del planeta, pero es muy poco lo que sabemos sobre él. Solo tres personas han descendido a las zonas más profundas del mal. Solo tres. Hay muchísimas cosas que no sabemos del mar.
¿Qué le inquieta más: el mar o sus animales?
Experimento el mar con temor. De pequeño me daba muchísimo miedo, tardé muchos años en aprender a nadar. Y hoy en día también me aterroriza. Cuando nado por la noche estoy aterrorizado, me pregunto qué estoy haciendo ahí. Creo que en parte es por su inmensidad, porque uno puedo ahogarse en él con facilidad. También me siento físicamente atraído por el mar, aunque también lo odio.
Cuando estoy frente a un animal marino, frente a un cachalote o una ballena, me doy cuenta de que no tengo ningún poder frente a ellos. Me maravilla su tamaño, su inteligencia, su cultura y el control que tienen sobre el medio en el que viven. Nunca en mi vida me he sentido tan seguro en el mundo como cuando he nadado con ballenas.
Algunos animales, como los delfines o las ballenas, son seres puros, no necesitan ropa ni zapatos, son estéticamente perfectos, anteriores al pecado original.
Hay una isla del tamaño de Francia en el Pacífico. ¿Cómo podemos concienciar a los seres humanos sobre la necesidad de no contaminar la naturaleza marina?
La contaminación es un tema muy importante. Vertemos en el mar todos nuestros residuos, nuestros pecados. Cuando miramos al mar, no vemos lo que hay debajo de su piel. Esa piel oculta todo lo que echamos dentro, nos permite ignorar lo que estamos haciendo. Si no lo vemos, no nos duele. Pero tenemos que dejar de ignorar al mar, dejar de darle la espalda. No vamos a terminar con la contaminación por reciclar plástico en nuestras casas, aunque eso tampoco está mal. Tenemos que encontrar una solución global. Sobre todo, dejar de darle la espalda y ser conscientes de lo importante que es.
Del mar procede la comida con la que nos alimentamos y el aire que respiramos. El 90% de la vida del planeta está en el mar. Además, absorbe el dióxido de carbono y el calor producido por el calentamiento global, pero está llegando a su límite.
Moby Dick es su obra de cabecera. Hablenos de alguna que no tenga relación con el mar.
Hay un libro muy bueno que se titula La sexta extinción, de la autora americana Elizabeth Kolbert. Ella afirma que la huella que dejará el ser humano será una huella geológica y que será tan fina como el papel de tabaco. Es cierto que estamos perjudicando al mundo, pero hay científicos que afirman que nuestra huella será muy escasa.
¿Cómo es su proceso de documentación? ¿Es un profesional del buceo?
Podría decirse que sí. Cuando me documento, me dejo llevar. Es como cuando entras en una biblioteca y te pones a leer un libro. Ese libro te lleva a otro, y así sucesivamente.
Me sumerjo en la información que encuentro y me dejo guiar por ella. Es como un paseo por la playa, en el que vas encontrando conchas y piedras por casualidad.
En el libro plantea esta interesante reflexión: «En el mar, como en la vida, todos son asesinos. Solo sobreviven aquellos que tienen los dientes más fuertes». Desde su punto de vista y, partiendo de la premisa de que esto es una evidencia, me gustaría saber si también piensa que es así como debe ser.
Como he dicho, el mar es un lugar mortal. Da la vida y la quita. No tiene autoridad. Es el mundo de los animales que viven en él y nosotros ahí no tenemos ningún poder. Me gustan sus animales grandes porque me lo recuerdan. Hace poco, en Cape Cod, un tiburón blanco atacó y mató a un bañista. Es triste, pero nos recuerda que los océanos son su dominio, no el nuestro. Queremos reclamar todo cuanto hay en la Tierra, pero ahí no tenemos ningún poder. Estamos a su merced y a la de los animales que viven en él.