Claudia Casanova (Barcelona, 1974), una de las alma máter de la editorial Ático de los Libros, es licenciada en Económicas y en Traducción. Desde pequeña supo que quería ser escritora y terminó dos novelas antes de licenciarse en Económicas. Pronto empezó a trabajar en el sector editorial, primero como lectora de manuscritos y traductora, y más tarde como editora en diversos sellos editoriales. Ha publicado las novelas La dama y el león, La tierra de Dios y La perla negra y ahora presenta Historia de una flor (Ediciones B).
(c) Andreu Doz.
1. ¿Cuándo empezó a escribir?
Todo empezó con la biblioteca que tenían mis padres. A los catorce o quince años, después de leer las magníficas biografías de Stefan Zweig de María Antonieta, Fouché, Erasmo de Rotterdam, Magallanes o María Estuardo, tuve la desvergüenza de lanzarme a escribir cuentos. Desde muy pequeña era consciente de que se me daba bien imaginar historias, y disfrutaba con las novelas de aventuras de Julio Verne, Emilio Salgari o Robert Louis Stevenson, pero Zweig fue el primer autor que me deslumbró con lo que se podía hacer con el lenguaje.
2. ¿Cuándo y cómo escribe?
A primera hora del día, en mi estudio, que ha tenido diversas formas: a veces una mesa en un rincón del salón, a veces una pequeña habitación auxiliar, y la última versión será (porque aún no me he mudado) un estudio propio, como esa «habitación propia» que Virginia Woolf aconsejaba a todas las mujeres. Pero a lo largo de los años he aprendido a aislarme en cualquier lugar, prácticamente, y gracias a la nube, retomo la tarea siempre que tengo una o dos horas libres y una buena conexión de Internet.
3. ¿A mano o a máquina? (la escritura, no el lavado).
A máquina. No soy fetichista, lo que me importa no es el cómo, sino la historia que cuento, y tengo prisa por escribirla, por contarla, siempre. Si no, no lo haría. Por eso, lo más rápido es el tecleo a máquina.
4. ¿Tiene alguna manía o hábito ante el momento de la escritura?
Ninguno. Para mí la escritura es un festín de libertad, basta con estar sola y sin obligaciones, y lo demás viene solo. No soy una escritora maniática, vivo el acto de escribir como una aventura, no como un ritual. Escribir para mí es una anarquía feliz.
5. ¿A quién pediría consejo literario?
A los grandes autores del pasado que escribieron un libro tras otro, como Dickens, Verne o Dumas: para aprender de ellos el oficio y la disciplina. Y a las mujeres que han escrito antes de mí, para saber si ellas también se sentían culpables al robarle horas al día para una actividad tan aparentemente frívola como poner palabras en un papel y esperar que cobren vida historias y personajes.
6. Si pudiera reencarnase en algún escritor/es, ¿a quién elegiría?
No, no. La vida es un privilegio y hay que vivirla, sin eso nos volvemos sombras como las de la caverna de Platón. Con mis errores y aciertos, no quiero ser nadie más que yo, para bien y para mal.
7. ¿Qué recomendaría a los autores noveles?
Con toda humildad, porque los consejos son patrimonio de los sabios, les diría que lean mucho, porque es como verdaderamente se aprende a escribir.
QL