«La descripción de la infancia, la adolescencia y la primera juventud, no es una prueba que muchos escritores superen con éxito. Los lugares comunes, los tópicos abundan en casi todos los relatos que he leído en mi vida sobre esta materia».
En el momento en que escribo esta sección, tengo en mi mesa el ganador (Lectura fácil, Cristina Morales) y el finalista (El sistema del tacto, Alejandra Costamagna) del premio Herralde del 2018. He comenzado a leerlos. Me comprometo a comentarlos el próximo mes. El que sí he leído es Ernest Lluc. Biografia d´un Intel-lectual agitador, de Joan Esculies (RBA). Tuve el honor de pasar un día con Ernest Lluch, allá por finales de los noventa del siglo pasado. Yo escribía (y escribo) en el diario El Correo del Pais Vasco sobre libros. Lluch escribía sobre política, no ya tanto desde la posición de un político profesional (en caso de que alguna vez lo hubiera sido), sino desde su condición de un hombre con conciencia política inextinguible y siempre al servicio del bien común. Fuimos ambos invitados, como colaboradores del diario, a una celebración que ahora mismo no logro recordar sobre qué. Coincidimos en el vuelo de ida. Al día siguiente, ya de vuelta, nos encontramos en el hall de nuestro hotel y me preguntó si iba a comer a algún lugar determinado. Le contesté que no y entonces me propuso hacerlo en el restaurante del aeropuerto de Bilbao. Estuvimos cuatro horas comiendo y hablando antes de nuestro regreso a Barcelona. Mientras leía la biografía de Joan Esculies, reconocía al personaje que conocí y con el cual compartí unas horas. Y coincidí en que Ernest Lluch era, por sobre toda otra consideración, un intelectual comprometido con la causa de la justicia y el sentido de una ética insobornable. El libro de Joan Esculies es, además de una biografía insuperable del inolvidable Ernest Lluch, un viaje por la política española desde la Transición hasta el trágico día de su vil asesinato.
La editorial Acantilado sigue publicando uno de los libros capitales de la literatura italiana de la segunda mitad del siglo veinte, La novela de Ferrara, del escritor Giorgio Bassani. Ahora se trata del libro cuarto, Detrás de la puerta, una novela de no más de ciento cincuenta páginas. No puedo resistirme a transcribirles su comienzo: «A lo largo de mi vida he sido infeliz muchas veces. De niño, de adolescente, de joven, de adulto: la verdad es que, cuando lo pienso, muchas veces he tocado fondo, he estado al límite de la desesperación». Quién haya leído El jardín de los Finzi Contini (y yo, además de leerla, vi la versión cinematográfica de Vittorio De Sica el mismo sábado en que se asesinaba a Salvador Puig Antich, como una forma de escapismo a la impotencia ante la criminal arbitrariedad del régimen franquista), encontrará en esta obrita mayor su mismo perfume de tristeza incurable, con trasfondo de fascismo y antisemitismo. Siempre tuve la sensación de que las novelas de Bassani suenan como elegías de la trágica Italia de entreguerras.
No bien acabada de leer Vana respuesta, de Rosamond Lehmann (Errata naturae), me dan ganas de releerla. No me pasa muchas veces. Me parece que si estuviera preparándome para ser novelista lo haría. La descripción de la infancia, la adolescencia y la primera juventud, no es una prueba que muchos escritores superen con éxito. Los lugares comunes, los tópicos abundan en casi todos los relatos que he leído en mi vida sobre esta materia. Si usas como referentes Los años de aprendizaje de Wilhelm Meister, de Goethe o El guardián entre el centeno, de Salinger, el examen es durísimo. Agrego a mi canon esta soberbia novela. Pocas veces, además, he leído una novela tan redonda sobre los años veinte y treinta en Inglaterra.
Terminaré mi Mesa de este mes con una lectura con la que no contaba. Y con una historia que hubiera preferido no leer nunca. Estoy hablando de Malva (Rey Naranjo Editores), de la escritora holandesa Haagar Peeters. Se trata de una carta escrita por la hija de Pablo Neruda. La hija que el poeta y premio Nobel chileno nunca reconoció y a la que nunca mencionó en sus memorias, Confieso que he vivido. Sugiero que se lea esta novela porque cuenta una historia muy difícil de digerir. Malva es el nombre de la hija de Pablo Neruda, esa hija que nació con una severa hidrocefalia y fue abandonada junto con su madre al poco tiempo de nacer. Malva murió en 1943 en la ciudad holandesa de Gouda. La tumba de Malva fue descubierta en 2004, por un amigo de la autora de esta novela. Llama mucho la atención de que apenas se haya difundido la publicación de esta novela. Yo soy de los que no separa al autor de la persona, sea cual sea el arte que practique. Si un poeta abandona a su hija, por más Neruda que sea, sale de mi canon y lo abandono en el desván de las miserias humanas. Mallarmé fue un poeta crucial en la historia de la poesía europea de los dos últimos dos siglos. Tuvo un hijo enfermo, Anatole, que murió a los ocho años (los mismos que tenía la hija de Neruda a su muerte), entre el desconsolado dolor de su padre. Mallarmé nunca lo abandonó. Le dedicó, incluso, un poema hermoso titulado Pour un tombeau d´Anotole.
Hasta el mes que viene amigos lectores. Dios mediante.
J. ERNESTO AYALA-DIP