1.- ¿Qué libro recuerda de su infancia?
Soy de la generación que creció con la presencia del televisor. Así que, en cierto modo, mis lecturas fueron un zapping compulsivo. Pasé de un libro a otro, desordenadamente; de los libros a los cómics y, luego, de vuelta a los libros. Disfruté con Wilde o Verne, con Astérix y Tintín, con El capitán Trueno y El corsario de hierro, con los libros de Alfred Hitchcock y los tres investigadores (que devoré con glotonería), con las mitologías modernas de Marvel y DC… En medio del tedio de las lecturas obligatorias de escuela, recuerdo haber disfrutado descubriendo a Baroja. Ramón J. Sender o Pere Quart. Sin embargo, reconozco que las “epifanías” vinieron después, a partir de la adolescencia y la juventud. He sido más bien lento para todo.
2.-¿Qué libro no pudo terminar?
No recuerdo grandes traumas. Creo que, más que por padecimiento, abandoné libros porque mi mente ya estaba en otras cosas. Hace un par de veranos, emprendí la lectura del Ulises (algo que había ido postergando). Como la mayoría, sufrí. Me obsesioné con saberlo todo, con descifrar las referencias más oscuras. Rebusqué en páginas web de sociedades joyceanas. Al final, me di cuenta que solo había que leer todas las páginas, con sosiego, hasta el final; así que me dejé llevar, y la lectura empezó a fluir.
3.-¿Qué libro desearía que no se hubiera acabado nunca?
Desearía que repentinamente surgieran, de la nada, más libros de autores con una obra escasa, como Raymond Radiguet, Joseph Mitchell o Nathanael West. También recuerdo haber disfrutado tanto con Gog de Giovanni Papini (escritor tristemente olvidado) que no quería que terminara. Luego vi que era un sentimiento común en muchos lectores de su época; lo que provocó que Papini escribiera una continuación, El libro negro.
4.-¿Qué libro le gusta regalar?
Siempre he regalado libros que he disfrutado a amigos que sepa que también pueden disfrutar con ellos. Entre los regalos habituales han aparecido nombres muy diversos, según las épocas: Vila-Matas, Simenon, Lem, Miller, Maupassant, Nabokov, Bellow, Pascal Quignard, Negarestani, mucho ensayo y filosofía… Últimamente, como casi todo el mundo anda algo crispado, regalo con frecuencia 57 días en Piolín, de Guillem Martínez, un bálsamo de ironía y una invitación a contemplar nuestra realidad más problemática sin dejarse llevar por la exaltación de la propaganda.
5.-¿Qué libro no regalaría nunca?
En general, evito los libros que huelen a fórmula y las jugadas de marketing. Entiendo perfectamente que la industria necesita todo tipo de lectores, y también a los no lectores (es decir, gente que regala o compra libros que no leerá). Pero, aunque no suelo decirlo muy alto, pienso que, antes que leer según qué libros, es mejor vivir en una inopia zen.
6.-¿Qué libro le habría gustado escribir?
Soy muy pudoroso con eso. Diría que ninguno (porque no me atrevo a compararme a ninguno de los autores que admiro) o miles, según se mire.
7.-¿Qué cree que se debería hacer para fomentar la lectura?
Creo que casi todo depende de la formación. Soy profesor, y noto que si consigo transmitir pasión por algún libro o una película, eso puede calar en otros (como a mí me sucedió antes con algunos profesores). Pero, por desgracia, la enseñanza se orienta cada vez más hacia los resultados, y nos hemos olvidado del amor a la sabiduría, del trívium y el quadrivium. Habría que fomentar, como dice Simon Leys, la creación de una “escuela de la inutilidad”. Leer, aprender como simple goce.