Durante una estancia relámpago en Barcelona, tenemos la suerte de que Soledad Puértolas puede concedernos unos minutos antes de volver a Madrid.
Es un frío y soleado viernes por la mañana y nos recibe con calidez y simpatía, arrellanada en el sofá y ante un café calentito. Rubia y etérea, transmite una sensación de cercanía, vitalidad y ligereza, lo que se traduce en un estilo muy personal en su escritura. El crítico José María Pozuelo Vivancos la define así: «Un rasgo que es el que mejor define el estilo de Puértolas: la sutileza en lo que se dice y en lo que queda atrás».
En esta nueva novela, Música de ópera (Anagrama), ahonda en la historia de una familia zaragozana durante tres generaciones, marcada por una serie de heridas, secretos y dinámicas. La autora teje un fino tapiz por el que se cuelan las convenciones, las traiciones, los claroscuros y los rencores de una familia y de una época. Con su característico estilo sobrio y límpido, sabe dar color con unas pocas pinceladas, lo que permite que la trama fluya de manera ordenada. Lo curioso es que a la hora de conversar con ella, una no distingue qué personajes fueron reales y cuáles fruto de la imaginación de la autora. Se hacen vivos, siguen presentes, y no es de extrañar que ella misma comente que han sido muy invasivos y que necesitará cierto tiempo para deshacerse de ellos.
Me pregunto si la ópera, el piano y, posteriormente, la correspondencia con Dorotea son los únicos espacios donde la protagonista inicial, Elvira, se siente totalmente libre.
Sí, me gusta utilizar la idea de que la música —ni siquiera de ópera, solo música—, constituye un espacio de abstraccion, ese espacio de ensoñación que nos pertenece a todos. Para mí, tanto Elvira, personaje con el que arranca la novela, como las demás mujeres que llegarán después buscan su propio espacio, un espacio libre y armónico.
Son seres que aspiran a encontrar su propia voz, una voz con la que encajar en el mundo. Aparte de la música, el otro espacio de plena libertad para Elvira es la correspondencia que, además de su legado, es un espacio de propia creación.
El personaje de Elvira, con ese mínimo interés por el mundo, parece tener momentos de cierta lucidez, donde es consciente de sus propias limitaciones.
Sí, es un tipo de mujer muy atada a la familia, a la sociedad, a las convenciones, al papel asignado. Para mí simboliza la generación de mis abuelas, mujeres con buena posición social que vivían, en cierta manera, encapsuladas en otra realidad. Sus referentes son míticos: hoteles, conciertos… pero son referentes sin anclajes, por eso la guerra las sacude de ese modo, pues en este caso Elvira no está capacitada para salir de su burbuja. Sin embargo, en ella se van abriendo brechas por donde la realidad se cuela.
No le concede siquiera alguna veleidad amorosa o sexual. ¿Es Elvira una mujer asexuada?
Ciertamente, no le interesan los hombres. Podría haber tenido alguna veleidad amorosa, sí, pero me baso en una percepción que he tenido de un tipo de mujeres que no se interesaban por los hombres. Ellos estaban ahí para ganar dinero y llevar los negocios. ¿Asexuada? Sí, puede que un poquito. Quizás hoy en día es un adjetivo atrevido, pero esa sociedad creaba mujeres así.
Cuando entra un personaje concreto en escena, parece que vaya a trastocar la burbuja…
Sí, yo también lo pensé, pero finalmente, ella no está interesada en él.
¿Esto quiere decir que cuando se planteó la novela ya tenía trazada la trama y la evolución de los personajes o que van surgiendo a medida que escribe?
Sabía de donde partía y a donde llegaba pero he tenido muchas sorpresas durante el proceso de escritura. Algunos personajes provienen de una realidad que conozco, otros son pura ficción y me he dejado guiar por la intuición y la comprensión.
Antes me decía que la Guerra Civil supone un antes y un después, aunque me sigue dando la impresion de que incluso durante la contienda, Elvira sigue en su burbuja, que el horror le llega de manera muy tamizada a traves de las voces del servicio, de los chismorreos…
La guerra es un paréntesis para Elvira y ella no se interesa por el conflicto, solo supone un gran contratiempo. Incluso durante el permiso de uno de sus hijos, le produce un hondo rechazo. La suya es una postura que he podido percibir en algunas generaciones, que no pueden ni imaginarse ni concebir una guerra.
Siguiendo con la evolución familiar, ¿el volantazo que da Valentina es un acto de plena libertad o un acto de expiación?
Valentina tiene una vida muy dura, es una criada encubierta de la familia y, a diferencia de Elvira, no tiene poder económico. Va dando bandazos. A diferencia de sus hermanos, no se le ha dado una educación, lo que constituye un enorme agravio comparativo, la educación es sinónimo de libertad. Cuando Valentina va a Valencia en nombre de la familia, atisba un poco esta libertad y no la desaprovecha.
En su decisión final, seguramente pesa el sentimiento de culpa por haber vivido al margen del sufrimiento de su madre. Se le hace insoportable que, como hija, no supo acompañarla, falló en su deber y eso es algo que nunca podrá perdonarse. Romper con su familia es una liberación, esos vínculos le han pesado siempre. Se siente engañada.
He conocido a algunas mujeres así, que cortan lazos familiares y se interesan mucho más por lo que sucede en el mundo, al que quedan mucho más ligadas.
Sin embargo no comparte el peso de un secreto con sus hermanos y decide cargar con toda la culpa…
Creo que se lo toma, precisamente, como un acto de expiación. Mi impresión es que siente que Alejo no se lo debería haber dicho y que no le perdonará que lo haya hecho. Pero es un sentimiento muy ambiguo, como la vida misma. Quizás también hay algo de venganza, ya que les priva de conocer la verdad.
¿Será Alba capaz de coger las riendas de su destino?
Es la gran pregunta. Creo que al menos ya se enfrenta al pasado familiar para comprenderse a sí misma y tengo esperanzas de que sí podrá tirar adelante.
En cuanto a los personajes masculinos, es terrible el sentimiento de Alejo de haber decepcionado a su madre.
Es un personaje con muchas deficiencias emocionales, que se siente abandonado por toda su familia. Alejo nunca fue un hombre hecho y derecho. Le marcó que de pequeño le vistieran de niña, no cuenta en esa familia. Es el personaje sobre el que más me costó investigar y me ha costado comprender. Es un hombre desligado, no sabe dónde agarrarse. Quizás Alba es la única en que puede atisvar algo de eso.
En cuanto a su otro hijo, Justo, es el típico hombre muy culto, con un punto de desinterés por la realidad, a quien la vida le ha tratado muy bien. Es un hombre pacífico y pacifista, que se ha dejado llevar… En el sur de Francia se dejó querer y no descarto la idea de que tenga una amante, es un hombre leído e inteligente… Si queda desdibujado, es por algo. Tiene buena relación con Maximiliano, el típico señorito guapo y facha de provincias, que lleva la voz cantante (algo que reproduce Alejo, en ausencia del padre).
Las mujeres de la generación de Elvira, en cuanto tenían posición económica y social, solían ser mujeres muy desapegadas, que dejaban a los hijos en manos del servicio. Por otro lado, Elvira no es una madre tierna, ser madre era lo que se esperaba de ella. Se preocupa por sus vástagos, sí. Pero no es una mujer de cariños, de disfrutar de las pequeñas cosas.
¿Como ve usted los cambios de las relaciones entere padres e hijos?
Esta historia está situada en un contexto muy oscuro, silencioso, lleno de normas y aunque hoy en día hay historias tremendas —pues los seres humanos somos muy complejos—, las relaciones han cambiado una barbaridad. Hoy en día se habla más. Lo veo con mis hijos, con mis nietos. Ahora las abuelitas como yo nos tiramos al suelo para jugar con los nietos. De hecho, en cuanto llego a Madrid, voy corriendo a buscar a mis nietos a la salida del colegio.
¿Cómo ve el movimiento feminista actual?
En principio me parece positivo que las mujeres hablen lo que no han hablado nunca. Luego se verá. Siempre habrá voces discordantes y estentóreas. En todo movimiento comunitario se pierde un poco la identidad y se corre el peligro de que las más vociferantes sean las que llamen más la atencón. El que más grita acaba perdiendo el gesto. Pero lo veo necesario.
Dígame algún libro que le habría gustado escribir.
Estoy en ello (ríe). Hay libros maravillosos y soy una lectora que se orienta siempre con lo que echo en falta en cada libro. Y sí, aún me queda escribirlo.
¿Tiene ya en mente el próximo proyecto?
Tengo alguna idea en mente, pero hasta que no me haya desembarazado de estos personajes, no podré empezar.
Por desgracia no hay tiempo para más. El AVE espera y ojalá no tardemos en repetir.