Hablar de novela negra en España y no nombrar al detective Carvalho es como hablar de paella y no mentar el arroz. Nuestro país no es muy dado a desenterrar a los muertos (no quieran ver en esta afirmación lo que no es) y, al contrario que en el género negro anglosajón, que ha hecho sobrevivir a algunos personajes más allá del óbito de sus autores, en España «muerto el perro se acabó la rabia».
Problemas de identidad es una nueva entrega de Carvalho, sí, pero que no esperen los devoradores de sus libros hallar una copia o una estudiada imitación. Este Pepe es muy Montalbán, pero ante todo muy Zanón.
No sabemos si en los libros de historia de la Ciudad Condal el año 2017 aparecerá como «annus horribilis», pero, en cualquiera de los casos, la memoria evocará este tiempo, siendo caritativa, como turbulento. Es este el periodo en el que transcurre la novela de Zanón, que ahora ve la luz en el recién estrenado 2019, y también el momento en que el novelista recibió el encargo de «resucitar» al famoso detective. También el año en que fue nombrado director del festival literario BCNegra tras la marcha de Paco Camarasa.
Un año para recordar, por lo menos para Carlos Zanón.
El novelista, poeta y letrista de canciones (sí, también eso) no recuerda con exactitud la fecha exacta en la que recibió la propuesta de dar continuidad a un personaje tan carismático como comprometido.
—Era una cosa que no me había imaginado en el vida, ni como hipótesis, ni cuando sueñas. En el primer momento pensé que no, que para qué me iba a meter en ese jardín, pero enseguida me di cuenta de que me apetecía mucho. Que me hacía mucha ilusión. Los libros de Carvalho eran los que de chaval intercambiaba en el instituto.
Pero no los leía tomando conciencia de que eso era literatura. Los leíamos porque estaban bien, porque eran muy entretenidos y me acordé de esas sensaciones. También pesó la posibilidad de trabajar con uno de los personajes más emblemáticos de la literatura española. Y es la típica historia, que si consultas, todo el mundo va a intentar sacártela de la cabeza. Y eso es un acicate, soy bastante gamberro, me gusta meterme en líos. Como escritor era un reto: yo nunca había hecho un policial, nunca había trabajado el personaje de otro, la primera persona, los diálogos. Pensé que sería divertido. Es como si te gustan los cómics y te proponen hacer un Spiderman o como si te dejan un Cadillac. Más ilusión que sentido común.
Seguramente los responsables de la propuesta, editorial Planeta y la agencia poseedora de los derechos de los libros de Carvalho, pensaron en esa ilusión juvenil de la que habla Zanón. Para los que ya peinan canas el detective es una figura capital en el imaginario literario, pero las nuevas generaciones poco saben de este atípico investigador privado. Acercar la figura del personaje y rendir homenaje al padre de la criatura, suscitar interés entre los no lectores porque, para qué nos vamos a engañar: los acólitos de Montalbán han sido los primeros en adquirir este libro, ya sea para alabarlo o bien para despellejarlo. Un reto kamikaze que Carlos Zanón se ha tomado con flema inglesa.
—No tenía miedo y la opinión de la gente me importa un poco igual. El compromiso del escritor es con uno mismo.
No vamos a desentrañar la trama de esta novela, pero en esta nueva entrega del detective Carvalho aparecen mezclados y recreados tres casos muy sonados que en su día llenaron los informativos y las páginas de los diarios. Y es que a los amantes del género les gusta más diseccionar la sección de sucesos que la de economía. Parece que esta es la actual tendencia, la no ficción noir. Así lo atestiguan las nuevas colecciones que dos editoriales, RBA y Alrevés, acaban de lanzar. Y es que la sombra de Truman Capote y su A sangre fría es muy alargada.
Podríamos decir que Zanón se ha adelantado a esta nueva tendencia, pero lo cierto es que él escogió y recreó los casos no por su «alarma social» sino por su causalidad y trasfondo.
—Era una de las cosas que más me seducía. Coger elementos de la realidad, transformarlos. En el fondo todo en el libro son relaciones de dependencia, de violencia masculina. Son asesinatos que no tienen que ver con lo de siempre, sino que están motivados por las relaciones entre las personas. Todo el texto pivota sobre las relaciones entre hombre y mujer, cómo las establecemos, cómo nos enganchamos a la violencia y cómo la violencia nos destruye ¡Hey, todo es ficción!
Muchos se preguntarán qué opinaría Vázquez Montalbán de estos casos, de esta trama, de estas situaciones. Zanón ha mantenido la cabeza lo suficientemente fría como para no infligirse más presión:
—Una de las cosas que tenía más claras era que yo no podía saber qué hubiera hecho Montalbán. Lo único que quería era que si a él le hubiera caído en las manos se sintiera, en cierta manera, orgulloso del libro y saber que había respetado la esencia del personaje. Él tenía una concepción más política de la sociedad que yo. Yo no quiero ser heredero de nadie, yo quiero ser yo mismo. Tengo mi trayectoria y esto es un regalo.
Ni copiar ni imitar
No ser el fiel escudero del insigne escritor sin duda ha sido una ventaja a la hora de acometer esta temeraria empresa. Sin miedos ni prejuicios, pero con respeto y sensibilidad. Zanón recuerda cual fue su único encuentro con «El Escritor».
—Cuando yo saqué mi primer libro de poesía con veintidós años, El sabor de tu boca borracha (Editorial Nínfula, 1989), me preguntaron quién quería que me lo presentara y yo pensé en él. No tenía ni idea de cómo funcionaban esas cosas y no paré de llamar al diario El País hasta que al final di con él. Nos citamos y fue muy curioso porque en mi ignorancia supina no sabía que él era poeta, que formaba parte de la antología de los «Nueve Novísimos». Estaba algo asilvestrado y no era consciente de la importancia de esa faceta suya. Yo todo el rato insistía en hablar de Carvalho y él quería hablar de poesía. Me preguntó más cosas él a mí que yo a él. Le interesaba saber qué leíamos los jóvenes, que nos gustaba. Al final por problemas de fechas, no estoy muy seguro, no pudo presentar mi libro, pero lo leyó y escribió una reseña en El País. Me pareció una persona muy seria y muy amable. Y esa fue la única vez que lo vi.
No rendir cuentas al maestro, no matar al padre. Posiblemente aquí están las claves de la originalidad y la sinceridad de Problemas de identidad.
—Yo no he querido honrar a nada ni a nadie. Lo que he querido ha sido respetar los galones. Para respetar a un autor lo que no tienes que hacer es plagiarlo o copiarlo. El libro respeta al autor y al personaje y ese era mi único objetivo, lo que yo pretendía hacer. También necesitaba que el personaje fuera mío, por eso tuve que sacar a Carvalho para volverlo a meter. Ser yo. Sabía que había jardines en los que no me podía meter. Vázquez Montalbán tenía una mirada global de todo, a nivel político, a nivel sociológico, tenía muchas claves para entender la realidad. Su bagaje era impresionante y yo, si hubiera incidido en algunos aspectos, habría naufragado. No tengo ni su mirada ni su lucidez. Allí no podía entrar porque hubiera hecho un papel tristísimo.
El detective de 2017
El personaje de Carvalho debe de ser de los pocos que los lectores identifican constantemente con el autor. «El Escritor» es un personaje de la novela, una presencia que se cita, a la cual se hace referencia y cuya ausencia produce en Carvalho una especie de orfandad. Esa presencia/no presencia permite al lector ubicar con mayor precisión el personaje del detective. Redescubrirlo, imaginarlo con una edad y un aspecto propio, roto ya el cordón umbilical con el autor.
—Yo quería hacer un detective de 2017. Y la edad de Carvalho era esencial, tenía que romper con ella. Con los años del personaje que todos teníamos en mente un investigador estaría poco menos que inhabilitado para perseguir a nadie. Tenía que solucionar la cuestión de la edad. Los veinte años de diferencia entre Carvalho y Montalbán han permitido que el detective pueda tener mis años más o menos, mis recuerdos, mi situación mental. No tener que estar pensando constantemente en una persona que ha vivido la posguerra, que ha militado políticamente y ha sido encarcelado. Yo todo eso no podía ni quería fingirlo. En el fondo todos los personajes son el autor, los buenos y los malos. Y yo tenía que hacerlo mío.
Pepe Carvalho ha sido pasto de adaptaciones a la pequeña y gran pantalla. Desde un primer Carlos Ballesteros en Tatuaje, a Patxi Andión, Constantino Romero, Eusebio Poncela, Juan Luis Galiardo o Juanjo Puigcorbé han encarnado con mayor o menor fortuna al mítico detective.
—Cuando leía los libros imaginaba a un Carvalho como Alain Delon en sus buenos tiempos. Para «mi» Carvalho veo a José Coronado, un personaje muy viril pero como ha hecho muchas películas de policía sería otra vez como suplantar una identidad. Javier Bardem y Jordi Mollà formarían parte de mi casting. Mollà le daría un toque de fragilidad muy importante. Porque en esta novela Carvalho se da cuenta de que se ha protegido toda la vida y piensa que tal vez hubiera sido mejor no blindarse tanto. Se ha cuidado tanto de no enamorarse, de que no le hagan daño que ahora razona si no le hubiera ido mejor sin esa coraza.
Identidades, el eje de esta novela. El que planea sobre el personaje, Vázquez Montalbán y el propio Carlos Zanón.
—El personaje de «El Escritor» es una reflexión sobre lo que pasa cuando te conviertes en una persona pública. Cuando no te conoce nadie eres tú. Cuando te leen te conviertes en otra cosa. Eres tú pero eres lo que los otros ven, lo que esperan de ti, cobras una importancia un tanto absurda. Al Carvalho del 2017 ya no le escriben y se duele de no saber quién es, si el personaje literario le copiaba a él o era «El Escritor» el que dictaba su vida. Me gustaba ese juego. Esa relación entre quien te ha creado y quien eres en realidad. También era una forma, de nuevo, de respetar los galones. De no ocupar el lugar de nadie. Lo que más costó, que no había hecho nunca, era crear un procedimiento de investigación. En mis novelas me interesa por qué la gente hace las cosas y no quién las hace. Y aquí despistar y mantener el suspense fue laborioso porque no lo había hecho nunca. He de apuntar que tanto Daniel Vázquez como Anna Sallés se pusieron en todo momento a mi disposición, han tenido conmigo un trato exquisito.
Me dieron libertad e incluso me protegieron para que pudiera trabajar en paz. La ayuda que me brindaron no la acepté porque tenía que separarme de su dimensión íntima. Me tenía que alejar incluso de los muy «carvalhianos», no podía acercarme mucho al centro neurálgico del escritor porque corría el peligro de intoxicarme, de que surgiera una cosa que no me era propia.
Carlos Zanón ha pergeñado un Carvalho personal y propio, pero desde la admiración y como no se cansa de repetir, desde el respeto. Problemas de identidad puede levantar ampollas o ser considerado un excelente experimento literario. Pero todo desde la honradez. Zanón sonríe y se encoje de hombros cuando se le pregunta si habrá continuidad en este suyo/de otro/de todos personaje. La respuesta como siempre la dictan los lectores. Así que pasen y lean.
«Lo que he querido ha sido respetar los galones»
«En mis novelas me interesa por qué la gente hace las cosas y no quién las hace»
Carvalho. Problemas de identidad, Carlos Zanón, Planeta, 352 p.p., 20 €
Zanón
Barcelonés de cincuenta y dos años, hijo del Guinardó como Marsé y paseante del Raval como Montalbán. Más poeta que abogado, ha puesto más letras a canciones que ingredientes en una sartén. Si de verdad fuera Carvalho, en su chimenea arderían vinilos. Pero el papel arde mejor y no produce mal olor. Por eso atesora multitud de premios literarios y es el comisario del Festival BCNegra.
REYES SALVADOR