Elvira Navarro (Huelva, 1978) estudió Filosofía en la Universidad Complutense de Madrid. Ha publicado dos libros complementarios, La ciudad en invierno (Caballo de Troya, 2007) y La ciudad feliz (Literatura Random House, 2009), así como la novela La trabajadora (Literatura Random House, 2014).
Es también autora del blog Periferia (www.madridesperiferia.blogspot.com), un work in progress sobre los barrios de Madrid. Su obra ha sido galardonada con el Premio Jaén de Novela y el Premio Tormenta, y quedó finalista del Premio Dulce Chacón de Narrativa Española. Está considerada por distintos medios (Granta, El Cultural) una de las mejores voces narradoras jóvenes. Durante 2015 ejerció de editora del sello Caballo de Troya.
(c) Cortesía de Penguin Random House.
1. ¿Cuándo empezó a escribir?
Casi al mismo tiempo que a leer. Me costó mucho aprender a leer, era una niña muy distraída y ensimismada que apenas prestaba atención en clase. Pero cuando, gracias a mi abuela, averigüé qué era eso de la lectura, le cogí enseguida el gusto y empecé a escribir historias que eran una copia o una continuación de los libros que leía.
2. ¿Cuándo y cómo escribe?
Por las mañanas. Procuro que sea a diario, y dedicarle al menos cuatro horas.
3. ¿A mano o a máquina? (la escritura, no el lavado).
A ordenador. A veces uso libretas.
4. ¿Tiene alguna manía o hábito ante el momento de la escritura?
No soy maniática, aunque me gusta que haya una taza de café o de té al lado.
5. ¿A quién pediría consejo literario?
A quienes pueden ver qué es lo que estoy tratando de hacer. Es una habilidad rara que conviene que tengan los editores.
6. Si pudiera reencarnase en algún escritor/es, ¿a quién elegiría?
A alguien que haya tenido una vida razonablemente feliz.
7. ¿Qué recomendaría a los autores noveles?
Que crean en sí mismos. Que sean fieles a su propio impulso de escritura. Que no se traicionen en aras del éxito comercial o literario porque, en primer lugar, el éxito jamás llega por esa vía, y en segundo, porque la suerte de un libro depende de factores que no se pueden controlar. Que no busquen ser escritores, sino gozar de lo que la escritura les aporta. Que no esperen nada, y que lo hagan todo con amor y dando lo mejor de sí aunque no sepan si habrá recompensa. Y que lean mucho y bien.