Luis Landero (Alburquerque, Badajoz 1948) se dio a conocer con la novela Juegos de la edad tardía en 1989, a la que siguieron Caballeros de fortuna (1994), El mágico aprendiz (1998), El guitarrista (2002), Hoy, Júpiter (2007), Retrato de un hombre inmaduro (2010), Absolución (2012), El balcón en invierno (2014, Premio Libro del Año de los libreros de Madrid en 2015) y La vida negociable (2017). Traducido a varias lenguas, Landero es ya uno los nombres esenciales de la narrativa española.
Ahora presenta Lluvia fina, su novela más trepidante, donde una reunión familiar puede convertirse en un río desbordado. ¿Puede hablarse de todo entre los seres queridos? Ningún relato es inocente, y menos aún todo lo que nos contamos sobre nuestra familia.
¿Cuándo empezó a escribir?
En mi adolescencia, al calor de Bécquer, de Juan Ramón, de Neruda, e inspirado por las chicas guapas del barrio, de las que me enamoraba hasta la perdición, y sin esperanza de ser correspondido.
¿Cuándo y cómo escribe?
Por las mañanas, en silencio, con temor a no conseguir escribir ni una línea, pero con la convicción de que en algún momento, hoy o mañana, lograré armar una buena frase. Y sí, si uno persiste, y es tozudo como una mula, y necesita el escribir como el respirar, la inspiración acaba llegando.
¿A mano o a máquina? (la escritura, no el lavado).
A mano, con pluma y en buen papel. La primera corrección la hago a lápiz, la segunda con rotulador azul, la tercera con rotulador rojo y la cuarta con rotulador verde. Así, tengo a la vista cinco estratos de escritura, cosa que ningún procesador de textos ofrece, que yo sepa.
¿Tiene alguna manía o hábito ante el momento de la escritura?
Dibujar muñequitos y figuras geométricas en los márgenes del folio para ayudar a concentrarme. Eso tampoco lo ofrecen los procesadores más avanzados.
¿A quién pediría consejo literario?
Continuamente se los estoy pidiendo a mis autores predilectos. Fuera de ellos, a nadie. Este oficio es solitario y no admite ni relatores ni testigos.
Si pudiera reencarnase en algún escritor/es, ¿a quién elegiría?
Pues no se me ocurre ninguno. Quizá Melville o Conrad, pero más por nostalgia marinera que por otra cosa.
¿Qué recomendaría a los autores noveles?
Ante todo, que prueben a no escribir. Si la vida les va bien así, pues les recomendaría que no escribiesen. Si no pueden vivir sin la escritura, que lean mucho, que tengan paciencia, que sean tozudos como una mula para intentar ser ellos mismos, es decir, para encontrar su propio mundo, aquello que solo ellos y nadie más que ellos pueden contar. Y, como decía Antonio López, que se alimenten bien, porque el camino es largo.