«No estoy en contra de nada, salvo de la vulgaridad»
Bárbara Jacobs (México, 1947) es escritora, poetisa, ensayista y traductora. Bilingüe desde su nacimiento (su padre era un norteamericano de origen libanés), fue durante tres décadas esposa de Augusto Monterroso y, en la actualidad, está casada con el escultor Vicente Rojo, sobrino del general republicano homónimo, que tuvo que exiliarse por pertenecer al bando vencido. Ahora publica La buena compañía (Navona), una recopilación de lecturas por géneros para todos los públicos; sus lecturas más personales, las que recomendaría en el boca-oreja.
Inicia usted el libro señalando que se le ocurrió entresacar de su biblioteca «libros cuya lectura me hubiera dado, además de gozo, una idea iluminadora de lo que ha sido la literatura más formativa de mi hemisferio y de mi tiempo». ¿Fue difícil llevar a cabo esa selección?
Fue un trabajo de muchos años. Empecé a apilar libros, en una mesa enorme, alrededor del año 2001, sin saber qué, cuándo, cómo, ni nada. Hasta el año 2004 no me puse a ordenarlos por géneros y estuve hasta 2017, año en que se publicó el libro en México.
Fue, por tanto, un proceso largo. En cada grupo habían de figurar, como mínimo, un autor en lengua hispana y una mujer. Así fui eliminando o añadiendo obras. La idea partió de la petición de una amiga, una conocida antropóloga, para orientarla —a ella y a un grupo de amistades— en la literatura. En este grupo había gente de todo tipo, desde amas de casa hasta financieros, abogados, artistas, artesanos, un carpintero… No tenían un gran conocimiento de la literatura y fui consciente de que debía explicar con claridad la diferencia entre un poema y un cuento, por ejemplo. Procuré ser muy precisa a la hora de definir los géneros. La gente que no es muy lectora suele confundir un libro de literatura con una novela. No sé cómo es aquí, pero en Latinoamérica a las telenovelas se las llama «novelas», cosas que me indigna. Hay otro término que tampoco me gusta y es que ahora los políticos hablan de «narrativa» y esta es una definición pésima. ¿Narrativa? Llámenlo exposición, ideario… pero no narrativa, no saben de qué están hablando.
¿Se vería capaz de pergeñar una selección sobre literatura del otro hemisferio?
He leído títulos de autores japoneses como La mujer de arena, de Kōbō Abe… luego Gibran Jalil Gibran, el Nobel indio Naipaul. En cambio, creo que no he leído autores africanos. Ciertamente, no es mi mundo. Mi finalidad no era hablar de LA literatura, sino de autores del siglo xx que en la década de los sesenta ya estuvieran consolidados. Autores cuya obra, revisada cincuenta años después, siguiera vigente. Autores que difícilmente desaparecerán.
Cuando distingue entre memorias y autobiografías, en ningún momento nombra el pudor como elemento disuasorio a la hora de plasmar con sinceridad sentimientos, pensamientos y vivencias.
Creo que el pudor se manifiesta en la forma, la intención y el lenguaje. Al menos en mi caso, pues hay un tipo de lenguaje que no tolero.
Cita usted el Confieso que he vivido, de Neruda, pero ahora, en España y con el estallido del MeToo, se le cuestiona porque él mismo explica, en passant, una violación de una criada cuando vivía en Sri Lanka. ¿Qué opina ante las actuales corrientes feministas que cuestionan la figura de Neruda? ¿Las personas pasan y las obras quedan?
Ay, y yo que amo a Neruda y lo cito a menudo. La verdad es que, en su momento, no me fijé en ello. ¿Por qué? Quizás por la fuerza magnífica de su poesía y por la entereza de sus memorias, esa fuerza vital que no falla nunca. Neruda nunca pierde fuelle y muchos autores que han escrito memorias, se detienen a medio camino. Admiro a Neruda, aunque algo he oído de estas cosas que están saliendo a la luz.
Respecto a la literatura infantil y juvenil, señala usted que «despertar con las primeras líneas de un texto el interés de alguien no acostumbrado a leer, es decir, de un lector en potencia, es otro desafío al que debería tender todo escritor». ¿Ve usted como peligrosa la tecnología y todos los estímulos audiovisuales a los que están sometidos los más pequeños? ¿Merman su capacidad de atención?
No sabría responder muy bien a esta pregunta, pues no soy hija de la tecnología; la aprendí tardíamente y veo más ventajas que inconvenientes. Yo soy lectora en formato papel, pero también soy usuaria del libro electrónico. Si de repente quiero un libro, vía online lo encuentro al momento. Y si ese título me atrapa y tengo ocasión de encontrar un ejemplar en cualquier librería del mundo, aunque ya lo haya leído, lo compro. Simplemente por tenerlo. No llego a ser una de esas fanáticas que huelen los libros, pero me gusta acariciarlos.
¿Qué opinión le merecen los llamados bestsellers comerciales o libros de consumo rápido? ¿Pueden abrir el apetito por otras lecturas?
No estoy en contra, si la gente quiere leer eso, adelante. Una vez jugué con escribir dentro de una novela un bestseller, incluso pornográfico pero cuidando el lenguaje y la forma, pero… no se convirtió en un bestseller. Además, hay algunos libros fantásticos.
No he leído Harry Potter, pero he visto a lectores hechos y derechos hacinados y entregados a su lectura. Es un libro muy comercial, pero es leído y eso me encanta. Quizás un día lo lea, aunque sea bestseller. No tengo prejuicio con los bestsellers.
Me ha llamado la atención la definición que usted y Monterroso utilizaron para su Antología del cuento triste: «La vida es triste. Si es verdad que en un buen cuento se concentra toda la vida, y si la vida es triste, un buen cuento será siempre un cuento triste».
Cierto, tuvimos que saber fundamentarlo. Es irrebatible que la vida es triste, aunque eso no significa que no tenga momentos felices. Y la tristeza consigue realzarlos.
¿Se puede hacer un buen cuento de momentos alegres?
No lo sé… no he pensado en ello, pero sí en cuentos llenos de vida, a pesar de que pueden estar naciendo de un drama. Mire, el mejor ejemplo es, de nuevo, Neruda. Leas lo que leas de él, tiene un impulso vital impresionante.
Defiende las adaptaciones literarias como la Ilíada o Shakespeare para los pequeños o para facilitar al público su lectura. Por otro lado, Sommerset Maugham defiende también la lectura «en diagonal».
El lenguaje de época es único y precioso pero si una edición advierte de la modernización de ese lenguaje, no me parece mala idea. En cuanto a Maugham, leyó el Quijote en español y en inglés e incluso defiende que el mejor don Quijote es si no leemos las novelas dentro del texto.
¿Cómo valora el trabajo de los editores?
Les tengo en muy alta estima. Para mí la empatía que se puede crear entre autor y editor es esencial. Me encanta leer correspondencia entre autores y editores. Para bien y para mal son muy importantes en la vida de un autor.
¿Cómo valora el papel de las mujeres en la literatura?
Amplio y sólido. Qué grave es que no se les permitía escribir. Algunas, como sor Juana Inés de la Cruz, tuvieron que ingresar en un convento para escribir. Y Santa Teresa, sus confesiones son uno de mis libros de cabecera. George Eliot o George Sand se vieron obligadas a publicar bajo seudónimo masculino. Hay además idiomas en que es más fácil abordar la literatura porque no se distingue entre masculino y femenino.
¿Y la llamada literatura femenina?
No estoy en contra de nada, salvo de la vulgaridad. Este tipo de novelas suelen estar bien escritas y, si se publican en editoriales serias, están bien corregidas. No soporto la literatura—sea rosa, negra o amarilla— vulgar y mal escrita.
Dígame el título de algún libro que le hubiera gustado escribir.
¡El lazarillo de Tormes! Me habría encantado escribir esa novela.