«Muchos padres prefieren llevar a sus hijos al parque de atracciones, en vez de a Auschwitz».
Las guerras desgarran proyectos vitales, generan sombras y silencios que se instalan en las genealogías familiares y en la memoria colectiva de un país. Annette Hess (Hannover, 1967) es una reputada guionista en su país, que ha debutado con una exitosa novela cuya cándida protagonista, Eva Bruhn, decide actuar de intérprete en el primer proceso de Auschwitz, que se inició en Frankfurt en 1963. ¿Qué sucedería si descubriéramos terribles huellas en el pasado de nuestra familia?
¿Cómo surgió la idea de esta novela? Ha declarado que se inspiró en el silencio que imperó en su propia familia. ¿Fue entonces cuando contactó con la Fundación Fritz Bauer para empaparse de documentación?
Desde que de niña escuché hablar por primera vez del Holocausto, ha sido un tema muy presente en mi vida. He leído muchísimo sobre esa época, he tenido numerosas conversaciones al respecto y siempre he sufrido la sensación de culpa colectiva, como les sucede a muchos alemanes.
Hace cinco años me enteré por casualidad de la publicación por primera vez los documentos del llamado Proceso de Auschwitz. Me empapé en las grabaciones y me di cuenta de que no lo sabía todo. Entonces surgió la idea de pergeñar una historia alrededor del juicio y mientras escribía, noté que esa historia tenía mucho que ver con la de mi propia familia.
¿Puede detallarlo?
Siempre supe que mi abuelo fue policía en Colonia, pero nunca me habló de esa etapa. Al documentarme, fui consciente de la activa contribución de la policía durante el nazismo, en forma de deportaciones y asesinatos. Escribir este libro ha sido la manera de intentar cerrar ese ángulo muerto existente en mi familia.
¿Qué se siente al manejar material tan sensible y con una carga histórica tan terrible?
La escucha de los testimonios del proceso me generó una fuerte empatía hacia ellos y hacia lo que les tocó vivir. Sentí una responsabilidad muy fuerte a la hora de hacerles justicia, no solo plasmando en la escritura lo que son, víctimas, sino devolviéndoles también su dignidad. Me preocupaba dar de ellos una imagen adecuada.
¿A qué achaca usted que tantos alemanes se convirtieran en cómplices pasivos de la barbarie?
No olvidemos que por aquel entonces, en los años treinta, se vivía una auténtica miseria social y cuando surgió el partido nazi, con todas sus promesas, la mayoría de la población no supo advertir el peligro. Se toleró demasiado tiempo la violencia del régimen y cuando muchos ciudadanos se dieron cuenta de su naturaleza criminal, ya era demasiado tarde: cualquier tipo de resistencia ponía en peligro la propia vida.
Los juzgados en el proceso son respetables ciudadanos, cómplices del nazismo, que después de la guerra han vuelto tranquilamente a sus vidas. ¿Es esa banalidad del mal que Hannah Arendt argumentó y que se extendió por toda la sociedad de la época?
Arendt observó el proceso y supo describir muy bien la banalidad del mal. Durante la fase de documentación, me di cuenta de que solo poquísimos oficiales en Auschwitz podrían ser etiquetados como psicópatas, ni siquiera se les puede llamar sádicos, pues la mayoría de ellos eran gente normal y corriente. No creo que los ciudadanos actuales seamos diferentes; por esos considero algunos movimientos políticos de estos tiempos tan peligrosos.
La novela refleja distintas maneras de vivir la culpabilidad en función de cada personaje. Mi percepción personal es que la culpa colectiva sigue pesando en Alemania, pero no sé qué opina usted al respecto; quizás de manera individual esa percepción es muy distinta.
Lo apunta correctamente en la propia pregunta. En cada personaje se da una situación distinta: la misma protagonista, Eva, no cometió ningún crimen, pero el deseo de reparar el daño se convierte en el motor de sus acciones. En cierta manera, se corresponde con mis propios sentimientos, al igual que mucha gente de mi generación.
En cuanto a David Miller, es un personaje peculiar que debido a las peripecias familiares acusa una falta de identidad. Las razones que le llevan a ello (y que no desvelaremos aquí) son, ciertamente, paradójicas.
La trama del libro no puede entenderse sin establecer un nexo con el pueblo judío. Hubo supervivientes al terror que se sintieron dolidos porque su familia ¡logró salvarse! Increíble, ¿verdad? E incluso hoy, las generaciones jóvenes deben abordar la herencia que representa para ellos el Holocausto.
¿Cree que en las escuelas alemanas se enseña suficientemente bien este período de la historia? ¿Hay algo que usted considere mejorable?
En mi opinión ahora mismo se habla poco de este período de la historia. En Alemania se debate una y otra vez si los niños deben visitar algún campo de concentración y mi respuesta es sí. Sin embargo, muchos padres consideran que no sirve de nada y prefieren llevarse a sus hijos al parque de atracciones.
Eva, la joven protagonista del libro, madura mucho desde el inicio de la historia hasta el final. Es una pérdida de inocencia muy dura, que la llevará a buscar su lugar en el mundo.
Diría que el camino que muy duro, pero constituye una vivencia esencial positiva para ella. El nombre escogido para este personaje está hecho con toda la intención, pues Eva utiliza los frutos del conocimiento para enfrentarse a la verdad, y descubre las dos caras del ser humano.
¿Por qué Eva se especializa en la lengua polaca, si no recuerda algunos aspectos esenciales de su infancia?
Es una pregunta justificada. No había demasiadas traductoras de polaco en Frankfurt por aquel entonces, pero el encuentro con un peluquero polaco que le enseña algunas palabras es fundamental. Así desarrolla su afinidad hacia esa lengua.
Annegrette tiene en su trabajo, un comportamiento llamativo. ¿Es consecuencia de lo vivido y del deseo de olvidar?
Annegrette es mayor que Eva y es consciente de lo que pasó. Está traumatizada por la culpa y su incapacidad de afrontar el pasado queda somatizada con una enfermedad psíquica.
¿Tiene en mente una nueva novela?
Sí, ya he comenzado a escribirla. La trama se desarrolla a principios de los ochenta en un club de tenis en la Baja Sajonia y se titulará, precisamente, Tenis.
¿Qué lee Annette Hess en su tiempo libre?
Leo mucha no ficción: documentos, diarios, autobiografías, epistolarios… Inventarme historias puedo hacerlo yo misma, por lo que leo poca prosa. Lo que me inspira es la vida real.
Dígame el título de algún libro que le habría gustado escribir.
Effi Briest de Theodor Fontane.
MB
(c) Silvia Medina.
La casa alemana, Annette Hess, Planeta, traducción de María José Díez Pérez, 401 pp., 21,90 €