Es un lugar común señalar que las guerras dejan miles de víctimas y vidas rotas.
El estallido de la Primera Guerra Mundial supuso un tremendo shock colectivo para Europa y sus ciudadanos. Desmembró imperios, asistió al nacimiento de países y dejó una huella muy profunda a nivel colectivo, social y artístico.
La autora de esta opera prima, Nieves Muñoz, enfermera de profesión, rinde un homenaje a sus colegas en esta novela que atrapa y conmueve desde la primera página. Entre otros cambios, el papel de la mujer durante los cuatro años de conflicto fue crucial para la sociedad y marcó un antes y un después en la emancipación femenina.
Cuando buscó un escenario para desarrollar la trama, eligió la cruenta e interminable batalla de Verdún como un momento representativo del conflicto, ya que como ella misma señala «la importancia de mantener Verdún en manos francesas se convirtió en una cuestión de fe y moral pero supuso enviar a los soldados a un verdadero infierno.»
El texto gira alrededor de una batalla desde el punto de vista de las enfermeras y quienes se mueven a su alrededor. Una de ellas es un personaje real y relevante: la física y química Iréne Marie Curie-Joliot, de quien no está documentado que estuviera en Verdún, pero si su periplo por Bélgica y el frente occidental aliado para asistir a cirujanos con los pequeños aparatos de rayos X ideados por su madre, la mítica Marie Curie.
Como buena novela histórica, la época está rigurosamente documentada y por sus páginas desfilan tanto personajes reales, como otros de ficción inspirados en los ingentes testimonios en forma de cartas y diarios de quienes sufrieron la contienda.
En el terrible contexto de las trincheras a orillas del río Mosa, entre el fango, las alambradas y los bombardeos, Iréne Marie Curie se incorpora a un hospital de campaña. Aparte de la lucha diaria por sobrevivir y salvar vidas, debe enfrentarse al desprecio de los militares ante las novedades que presentan esta valiente mujer. Pero la solidaridad con otras enfermeras, como Berthe y Shirley, tejerá una serie de afectos, sentimientos y complicidades -algunos de los cuales no quedarán despejados hasta el final del texto-.
Concluye la autora que «quería aunar mi pasión por la enfermería con la fascinación que siento por la Primera Guerra Mundial. Pero no era fácil. Iba a tener no sólo que conocerlos entresijos del estallido bélico desde el comienzo, sino que debía colocarme bajo la piel de sus protagonistas. Y estos eran los hombres y mujeres anónimos cuyos nombres no aparecen nunca en los libros de historia. […] Me embarqué entonces en un viaje al pasado que me iba a suponer tres años de trabajo y dedicación documental, además de sentir y reproducir la rabia, el dolor, la decepción y el miedo que sufrieron hace cien años».
LAS BATALLAS SILENCIADAS, Nieves Muñoz, Edhasa, 538 pp.,