La película de Greta Gerwig, candidata a 5 Oscar (mejor película, mejor guion adaptado, mejor diseño de vestuario, mejor actriz para Saoirse Ronan y mejor actriz secundaria para Florence Pugh) pone de actualidad este clásico ahora en clave feminista.
Concord, en el estado de Massachusetts, es un pueblo de aspecto apacible a unos veinticuatro kilómetros al oeste de Boston. En los bosques colindantes, Henry David Thoreau acabaría construyéndose una casa para llevar a cabo su gran experimento de vivir frente a la laguna de Walden. Estaría allí dos años, dos meses y dos días, en pos de captar la esencia de la vida y de ratificarse en algunos valores que eran comunes para otros intelectuales del pueblo: la simplicidad, la autoconfianza, la bondad como la mejor inversión, o en el hecho de eliminar las necesidades autoimpuestas y vivir libre pero a la vez de forma solidaria.
Uno de esos pensadores clave para la historia del siglo XIX norteamericana es Ralph Waldo Emerson, que será considerado líder del movimiento del trascendentalismo, abogando por mirar en igualdad de condiciones a la divinidad, por sentir la Naturaleza de forma trascendente. El filósofo será una referencia en todo el país, hasta que Concord se convierte en un lugar obligado para escritores o estudiantes. Uno de los más insignes, Walt Whitman, el que será el autor del libro poético más importante del país, Hojas de hierba, acudió una vez allí en 1855 para ver a Emerson, en una ocasión en que se leyeron algunas cartas de Thoreau, ya fallecido, con la presencia de Amos Bronson Alcott, también representante del trascendentalismo, y su hija Louisa May (Germantown, Filadelfia, 1832-Boston, 1888), la autora de Mujercitas, cuya casa, como las de los autores locales citados, es un aliciente turístico en Concord.
Ciertamente, paseando por el pueblo uno se topa con diversos hogares en los que estos autores –hay que añadir a Nathaniel Hawthorne, el autor de La letra escarlata– escribieron algunas de las obras cumbre de todos los tiempos en las letras estadounidenses. Por ejemplo, una casa que ahora está de actualidad cinematográfica gracias a la adaptación que se acaba de estrenar de Mujercitas; en efecto, hoy es posible visitar la llamada Orchard House donde vivieron los Alcott, y hasta comprar muchos suvenirs en su tienda, y además justo al lado de la Concord School of Philosophy. Uno de los fundadores de este edificio, lugar para el debate y las lecturas públicas, tomando como fuente de inspiración el modo en que Platón concibió su Academia, fue Amos Bronson Alcott, pedagogo de ideas revolucionarias en el campo de la educación que, a los treinta y cinco años, había creado la Escuela del Templo de Boston, una institución heterodoxa para la época que presentaba una educación fundamentada en profundizar en lo espiritual, en recurrir a la búsqueda de la verdad moral y filosofal, y en leer grandes libros como la Biblia y la poesía de Milton, Wordsworth y Coleridge.
Obra autobiográfica
La idea era que, como dijo Emerson al defender a Alcott, al que vilipendiaron por esta iniciativa, los niños buscasen «una respuesta dentro de sí mismos… para que sean realmente reverentes, y convertir el Nuevo Testamento en un libro vivo para ellos». Un método que promovía que el alumno estuviera a gusto en clase sin eludir por ello la debida concentración y el debido esfuerzo. Este patrón también lo llevaron a su propia escuela Thoreau y su hermano John, el mismo sitio en que dio clases Louisa May. La autora de Mujercitas surgió de ese ambiente cultural, de librepensadores, místico, solidario: se apuntaría como voluntaria en Washington durante la Guerra de Secesión, haciendo jornadas maratonianas de doce horas seguidas en el terrorífico Hospital Union Hotel, hasta que enfermó de fiebre tifoidea y pulmonía y estuvo a punto de morir a causa de ello.
De hecho, una muerte prematura, la de su hermana Elizabeth, fulminada por la escarlatina, contraída cuando ayudaba a una familia pobre, inspiró a Louisa May el personaje de Beth March en su inmortal novela, que ahora edita Akal mediante una edición anotada con profusión y más de doscientas veinte ilustraciones. El responsable, John Matteson, recibió el premio Pulitzer de 2008 a la mejor biografía por un libro sobre los Alcott, padre e hija, y conoce a la perfección esta obra que vio la luz en 1868-1869 y que ha sido traducida a más de cincuenta idiomas e inspirado seis películas, cuatro producciones televisivas, un musical de Broadway y una ópera; de tal modo que el volumen ofrece algunas imágenes de los filmes, láminas de diversos pintores y fotógrafos e instantáneas tomadas en la casa de los Alcott en las que se aprecian objetos como el vestido de boda de Anna, la hermana mayor; el vestuario para las representaciones teatrales de la familia, el libro de recetas de la Sra. Alcott o los dibujos de May, que era la hermana menor.
El legado feminista
El conjunto de notas de Matteson pone en contexto detalles relativos al arte, la música y la literatura que moldearon el carácter de Louisa May y sus obras: los libros que leía, las personas que conoció, los platos que comía… Todo ello tras un largo ensayo introductorio en que analiza el lugar central que Little Women ocupa en la literatura infantil y juvenil, recorriendo la apasionante vida de una escritora –su alter ego es Jo, de quince años, aficionada a escribir y reacia a cumplir con los estereotipos de las mujeres de la época– que fue ejemplo de fraternidad y altruismo.
Por otro lado, hace un par de años aparecía El legado de Mujercitas. Construcción de un clásico en disputa, de Anne Boyd Rioux, en el que se revisaba bajo qué circunstancias fue escrito el libro y cuál fue su evolución entre el público lector a lo largo de las décadas. Así, esta profesora de la Universidad de Nueva Orleans exploraba la biografía de Alcott; su decisión de rechazar el matrimonio a cambio de sostener a su familia mediante la escritura o la innovación que introdujo en los modos de representar la infancia. «El legado de Mujercitas propone leer la saga como una novela de formación: Mujercitas como construcción del género», decía con el objetivo de proponer el relato de las hermanas más famosas de la historia de la literatura como una herramienta pedagógica que cuestione los estereotipos de género.
Con todo, Alcott es mucho más que esta obra que fue récord de ventas y lecturas (al poco de morir, los préstamos de sus libros en las bibliotecas públicas norteamericanas sólo eran superados por los de Charles Dickens). Antes de hacerse escritora desempeñó diversos oficios: institutriz, sirvienta, maestra de escuela; dio apoyo a la causa abolicionista, fue enfermera en la guerra civil y una luchadora por los derechos de la mujer, mediante su participación en el movimiento sufragista y alusiones en sus obras. Además, visitó Europa en varias ocasiones, escribió el libro de hadas Flower Fables (1854), con el que fue toda una pionera en este género en Estados Unidos, y dirigió la revista infantil Merry’s Museum. Incluso dio continuidad a su libro más célebre con Hombrecitos y Los muchachos de Jo. En su necrológica del New York Times se pudo leer: «Probablemente no había una escritora más querida por las jóvenes que ella».
Toni Montesinos
EL LEGADO DE MUJERCITAS. CONSTRUCCIÓN DE UN CLÁSICO EN DISPUTA
Anne Boyd Rioux
Ampersand, traducción de Lucila Cordone, 366 pp., 20 euros
https://www.edicionesampersand.com/product-page/el-legado-de-mujercitas-anne-boyd-rioux
MUJERCITAS
Louisa May Alcott
Akal, traducción de Axel Alonso, 736 pp., 70 euros
https://www.akal.com/libro/mujercitas_49231/