En mayo se cumplieron cien años de la muerte de Emilia Pardo Bazán, de la que la Biblioteca Castro reedita dos de sus impresionantes tomos de sus obras completas, a lo que se añaden otras recuperaciones de la autora gallega.
A comienzos del año 2019, se presentaba en Gran Canaria el libro recopilatorio Pérez Galdós en el vértice. Veinticuatro miradas, preparado por Yolanda Arencibia y José Miguel Pérez y en el que se reunía todos los prólogos del gran proyecto de obras completas «Arte, Naturaleza y Verdad», que en su día se pidieron a escritores o historiadores relevantes. Un buen aperitivo sin duda para lo que nos esperaría el año que viene, cuando se celebró el centenario de la muerte del autor de Fortunata y Jacinta. Así las cosas, en aquella doble docena de tomos tenía que aparecer el entorno humano y artístico del autor, y por supuesto se asomaba la figura de una dama de las letras de carisma e interés incuestionable, Emilia Pardo Bazán.
A ella se dedicó Isabel Burdiel con esmero y meticulosidad, hasta lograr una impecable biografía, publicada en ese mismo 2019 en la editorial Taurus, que rastreaba su escritura y existencia, su pensamiento y contradicciones, su activismo feminista y su carácter tan españolista como europeísta. Pero, sobre todo, como biógrafa, a Burdiel, catedrática de la Universidad de Valencia y especialista en el siglo XIX, le interesaba «ese cruce entre vida y obra en manos de alguien que no podía, de ninguna forma y en ningún momento, vivir la vida sin la mediación del arte”; una percepción “que ha sido especialmente intensa al escribir sobre los amores de Emilia Pardo Bazán y Benito Pérez Galdós o, más exactamente, sobre la concepción del amor que ambos podían tener, del amor al que aspiraban, de lo que construyeron juntos, o se frustró, en ese fugaz momento en que sus anhelos personales y sus mundos de ficción se cruzaron».
La también responsable de libros biográficos tan sobresalientes como Isabel II. No se puede reinar inocentemente (2004) e Isabel II. Una biografía (1830-1904) (2010), amén de especialista en una madre y una hija también pioneras en los derechos de las mujeres: Mary Wollstonecraft y Mary Shelley, se convertía de este modo en la biógrafa definitiva que necesitábamos de Pardo Bazán. Su estudio daba comienzo con una «infancia distinguida y liberal» y se encaminaba a explorar cómo la autora de Los pazos de Ulloa se fue profesionalizando en su vocación literaria y acabó siendo una presencia tan estimulante como controvertida, pues fueron muchos los ataques y parodias que sufrió por el único pretexto de ser mujer. Por eso era tan consciente de que, hiciera lo que hiciera, sería objeto de críticas malintencionadas bajo la sombra de una sociedad patriarcal y machista hasta el extremo.
De ahí que, como registra Burdiel, Pardo Bazán se dirija, desde París, al mismísimo Leopoldo Alas, Clarín, para advertirle que ha pensado en una novela que, como ocurre en La Regenta, presenta a un cura enamorado de una mujer, y que no faltarán críticos que digan que se trata de una mera imitación. De hecho, en su correspondencia privada, que tan bien usaba Burdiel para mostrarnos las diversas caras de la biografiada, se puede conocer a la verdadera Pardo Bazán, por así decirlo, pues en ella «sus expresiones de fortaleza y decisión parecen destinadas a esconder las dudas y la vulnerabilidad». Surgía así por doquier en el libro una dama insegura cuya posteridad tuvo algo de purgatorio, pues hasta mediados del siglo XX no llegó a revalorizarse su obra.
Contra las mentes pacatas
Una obra en la que destaca, por supuesto, Los Pazos de Ulloa, cuyo título alude a cómo el joven sacerdote don Julián se presenta en la hacienda de ese nombre, en la Galicia rural, para ejercer de administrador. Pero, pese a que podría parecer que la resonancia del marquesado de Ulloa puede indicar cierto abolengo, lo cierto es que ese lugar carece toda grandeza, es más, allí impera un ambiente rústico muy vulgar, casi se diría que hasta medieval. Entonces, determinadas figuras con poderes, como el marqués don Pedro, el malvado mayordomo Primitivo o su hija Sabel, maquinarán estrategias con las que se acabará constatando ese aire enrarecido que gobierna todo, lleno de decadencia, aislamiento y a abuso de poder.