JEAN DE LA FONTAINE
(Château-Thierry, Aisne, 8 de julio de 1621-París, 13 de abril de 1695)
Ilustrar a animales parlantes
Se publica una edición conmemorativa con las ilustraciones que Marc Chagall realizó para las fábulas poéticas de La Fontaine, del que se celebran sus 400 años de nacimiento: 43 obras que se expusieron en Francia a partir de 1995.
En julio del 2017 se cumplía el centenario del nacimiento de Gloria Fuertes, para siempre asociada a la poesía pensada, escrita y recitada para niños. Lo que está grabado en su lápida ―murió en 1998 por un cáncer de pulmón― pondrá al lector no familiarizado con esta poeta tan popular gracias a la televisión en los años setenta sobre la pista de alguien para quien las letras lo fueron todo: «Poeta de Guardia. Ya creo que lo he dicho todo. Y que ya todo lo amé». Y su amor en público principal fueron los niños.
Uno de sus libros, Cangura para todo, en 1975 fue galardonado con el diploma de honor de un premio internacional de literatura infantil que lleva el nombre de Hans Christian Andersen, uno de esos autores canónicos para cuentos con trasfondo argumental animalesco. Trajeada de forma masculina a menudo en sus apariciones públicas, muchos televidentes la recordarán con un inseparable cigarrillo y la voz ronca que la hizo ciertamente una diana fácil de parodias (la más célebre, la de Martes y Trece), sobre todo en relación con sus poemas sobre animales.
Pues bien, a esta Fuertes le hubiera dado tiempo de contemplar una exposición de las cuarenta y tres ilustraciones que Marc Chagall realizó para las fábulas poéticas de La Fontaine, que pudieron verse a partir de 1995 y donde aparecían algunos de los animales que la escritora imaginó con voz y humanidad. El cisne, la rana, el buey, el asno, el lobo, la gata, el pájaro, el zorro… Y el hombre. Todos son animales racionales en la literatura del autor por antonomasia de las fábulas, Jean de La Fontaine, que elevó el género a cotas de calidad inigualable tomando el testigo del otro gran fabulista de la historia, Esopo (cuya existencia es dudosa, en el siglo vi a. C.), que ideó historias con moraleja tales como «La zorra y la cigüeña», «El león y el ratón», «La cigarra y la hormiga», «La gallina de los huevos de oro», «La liebre y la tortuga» o «El ratón de campo y el ratón de ciudad».
Virtuoso de la lengua francesa, miembro de la Academia de su país y siempre próximo a la cúpula del poder político y real, La Fontaine, ciertamente, no ha pasado a la historia por sus versos eróticos, obras de teatro o cuentos, sino por unos poemas donde las liebres cavilan, los lobos se disfrazan y los osos sufren de melancolía. Y de la misma manera, «la poeta madrileña manifiesta una preferencia hacia a los animales a los que dota de cualidades humanas y les hace vivir distintas aventuras, a la manera de fábulas actuales. Lo que pretendía Gloria Fuertes era comunicarse y hacerlo con claridad y, a poder ser, con alegría», escribía en un artículo la filóloga Anabel Sáiz Ripoll, que comentaba el modo en que Fuertes aprovechaba «también el pretexto de los animales para transmitir sus propias ideas acerca del mundo, de la vida, de las cosas», palpándose en ello su pacifismo, los sentimientos de amistad y solidaridad y, sobre todo, la irrelevancia de que seamos diferentes y la trascendencia de ser simplemente bondadosos, y citaba algunos de los libros infantiles de Fuertes, que solían ir ilustrados como suele ser habitual en este género.