En el año 2017, la periodista y escritora Andrea Marcolongo (Milán, 1987), licenciada en Letras Clásicas por la Universidad de Milán, obtuvo un inesperado éxito literario en varios países con La lengua de los dioses, un ensayo que nos descubre las hermosas curiosidades del griego antiguo y el modo en que esta lengua es capaz de hablarnos de nosotros mismos y transformar nuestra manera de ver el mundo. A continuación publicó La medida del héroe, un texto donde vuelve a tender hilos entre el mundo griego y el nuestro, y nos descubre por qué volver a la mitología con la historia del niño Jason que zarpa con los argonautas en busca del legendario vellocino de oro.
Ahora vuelve con Etimilogía para sobrevivir al caos, un diccionario con 99 términos escogidos por la autora que sostiene que cuando elegimos un término con atención ponemos cierto orden en el caos, y esa es también una bonita manera de cuidarnos. Un discurso pobre, impreciso, insípido y sin relieves refleja un pensamiento equivalente. ¿Cómo escapar del desconcierto de la indefinición? ¿Cómo recuperar el sentido de las cosas? La autora dibuja un atlas etimológico lleno de sorpresas que nos lleva a los orígenes de nuestra historia, revela quiénes hemos sido y nos invita a pensar quiénes queremos ser. Explorar las raíces de los términos, saborear sus matices, asombrarse ante los desplazamientos que han sufrido a través de los siglos y los lugares equivale a trazar la evolución de nuestra lectura del mundo. El arte de reconstruir las etimologías es, por tanto, cualquier cosa menos estéril: es un fin en sí mismo.
Etimologías para sobrevivir al caos ya ha despertado el interés de la crítica internacional, medios como Il Foglio ya elogian el nuevo ensayo de la escritora: «Un viaje al aire fresco de las palabras precisas. Y un acto de amor a los seres humanos, que siempre se han reflejado en ellas»
Hemos charlado con la autora a través del inevitable zoom.
¿Qué es este libro? ¿Un diccionario? ¿Un manual para hablar mejor? ¿Una reflexión filológica?
Hay mucho de mí en él y me ha gustado la definición que se ha hecho de que constituye, en cierto modo, un diccionario autobiográfico. No es un manual de lingüistíca, si no una selección de 99 palabras que he querido compartir con los lectores. Creo que explicar la historia de un término es contar también la historia de quienes lo utilizan.
¿Ha sido difícil llevar a cabo la selección? ¿Cómo ha puesto los límites?
Este libro nace porque ya de niña me gustaba apuntar en cuadernos palabras curiosas, su historia, sus significados. Mis amigos se quejaban de que les daba la lata explicando si esta palabra o la otra venían del griego, del latín o del español…
Cuando me puse manos a la obra con el libro, fue difícil poner límites. Como explico en él al hablar del término «libertad», esta no significa hacer lo que uno quiera, cuando quiera y cómo quiera, sino el deber y el derecho de elegir.
¿Por qué ha organizado la estructura del texto según los diversos matices de color del griego antiguo?
A la hora de ordenar las palabras, no se trataba de cómo las conocemos, más bien de sentirlas así que pensé en estructurarlas, en cierto modo, «a la griega». Los antiguos griegos no distinguían los colores como hacemos nosotros, se basaban en los distintos tonos de luz. Gracias a Homerosabemos que el mar podía ser azul, rojo como el vino o transparente. Por tanto, los distintos significados variaban en función del uso que se les daba.
Sostiene que las palabras modelan nuestro pensamiento y que, por tanto, el vocabulario que escogemos habla profundamente de nosotros.
Las palabras no están en un diccionario para ser veneradas y estudiadas sino para ser utilizadas. Constituyen el espejo de nuestro pensamiento, pues se corresponden con nuestro modo de pensar. Por eso el lenguaje dice mucho de nosotros. Un vocabulario pobre no ofende al diccionario, sino a nuestra capacidad pensante.
Sostiene la necesidad de escoger con atención el léxico que escogemos, ya que a menudo ensuciamos los significados de las palabras escogidas. En la política española, por ejemplo, se utilizan muy alegremente los términos fascista o nazi, por ejemplo.
Me impresiona mucho lo que sucede en la política española y el modo en que se descalifica al otro. Si términos de esta índole se utilizan de este modo, pierden fuerza y, a mi modo de ver, son sinónimo de un vacío interior del pensamiento.
¿Qué opinión le merecen los medios online como Twitter, por ejemplo, que reducen los términos por los límites de los caracteres?
Es delicado y no estoy segura de que toda la culpa de la fragilidad del lenguaje se deba a Internet que, a fin de cuentas, no es más que un contenedor. El contenido lo ponemos nosotros, las redes no piensa por nosotros. Lo que me preocupar es que debido a la inmediatez de comunicar, como en el caso de TW, nuestra manera de pensar deviene simple y abreviada.
¿Y el hecho de que niños y adolescentes estén perdiendo no solo la capacidad de concentración y tengan un vocabulario cada vez más pobre?
Como he dicho antes, a mayor pobreza, menor capacidad de raciocinio y, en mi opinión, es una importante señal de alarma, igual que la pérdida de capacidad de concentración. Creo que fue Gerard Piqué quién dijo no hace mucho que ya ni podemos seguir un partido de futbol de 90 minutos, es demasiado largo para la capacidad de atención contemporánea. Hacer tantas cosas a la vez no significa que las hagamos bien e influye en la calidad de la atención. Los griegos utilizaban un termino, «kairos», que podríamos traducir por presencia mental. ¿Cuales son hoy en día las actividades en que nos sumergimos al cien por cien?
Al igual que las tradiciones, las palabras evolucionan y son porosas a las influencias externas, como el inglés. ¿Qué piensa de ello?
Es una evolución lógica, pues los cambios de las sociedades influyen en el lenguaje. Con el griego antiguo se dio después de la muerte de Alejandro Magno. En cuanto a los anglicismos, el inglés es la lengua del comercio así que ello explica que se haya impuesto. Otra cosa es que se convierta en la lengua en la que pensamos.
¿Hay que mantener pues cierta pureza linguïstica?
No diría pureza, más bien limpieza. Quizás no hacer falta saber tantas lenguas, mejor una y bien.
¿El traductor sigue siendo un traidor?
Ja, ja… no. Este libros es imposible de traducir a lenguas no latinas, son demasiado distintas. Aparte del italiano, este libro ha nacido también en español y francés, y uno de los motivos que me impulsaron a escribirlo no fue para alertar sobre la fragilidad de las lenguas latinos, sino para reivindicar que las lenguas del Mediterráneo son magnificas y únicas.
¿Considera que los antiguos griegos tenían más capacidad expresiva que nosotros?
Diría que no, aunque hay algo que desde entonces no ha cambiado: el cerebro humano y la necesidad de expresarnos.
¿Qué diría a los políticos españoles que se han cargado prácticamente el estudio del latín y el griego?
¡En primer lugar, que lean mi libro! Bromas aparte, que estudiar latín y griego ayuda a formar ciudadanos capaces de pensar ¡aunque quien sabe si eso es lo que realmente quieren!
ETIMOLOGÍAS PARA SOBREVIVIR AL CAOS
Andrea Marcolongo
Taurus, traducción de Juan Rabasseda Gascón y Teófilo de Lozoya, 304 pp., 18,90 €
MB.
Odiseicas
Las mujeres en la Odisea
Carmen Estrada
Seix Barral, 416 pp., 20,50 €
Curioso y loable caso el de Carmen Estrada (Sevilla, 1947), que ha ejercido de profesora de Fisiología Humana en la Universidad Autónoma de Madrid y en la Universidad de Cádiz y ha sido investigadora en neurociencias en estas universidades, en el Instituto de Neurociencias City of Hope (CA) y en la UCLA y que, tras su jubilación, se ha dedicado al estudio del griego clásico. Primero en la Universidad de Cádiz, con especial énfasis en el estudio de la lengua homérica, y posteriormente en Madrid.
Ahora presenta este volumen, un fascinante recorrido por el papel de las mujeres en la Odisea, que aúna historia, erudición y la capacidad para llegar al gran público. La mayoría de las adaptaciones y recreaciones de la Odisea se han centrado en el héroe, en el viaje de Ulises. Esto ha afectado a la imagen que tenemos de los personajes femeninos, que han llegado hasta el siglo XXI convertidos en estereotipos del imaginario popular que nada tienen que ver con unas mujeres dotadas de una personalidad muy definida.
Estas páginas ofrecen una apasionante aproximación a estos personajes femeninos que, con su comportamiento y sus cualidades, desafiaron el rol que se esperaba de ellas en una sociedad patriarcal y misógina.
LOS PLACERES DE LA LITERATURA LATINA
Pierre Grimal
Siruela, traducción de Susana Prieto Mori, 140 pp., 18,95 €
Pierre Grimal (París, 1912-1996) fue profesor emérito de la Sorbona, miembro de la Sociedad Francesa de Arqueología Clásica, de la Sociedad de Egiptología, de la Real Academia Sueca
de Historia y de la Real Academia Belga, y sin duda el más destacado divulgador de la civilización y la cultura romanas en Francia.
Ahora editorial Siruela publica esta pequeña joya que parte de la base de que la literatura latina es, esencialmente, la de la historia de Roma; una literatura rica en espíritu civil que, desde la época republicana y conquistadora hasta el triunfante periodo imperial, se esforzó siempre por definir los valores fundamentales sobre los que se asentaba la afirmación
de su cultura.
De la prosa literaria a la poesía moral y el teatro, de la era augusta a la de los rétores… La identidad esencial de la literatura latina vertebra este delicioso y apasionante recorrido en el que Pierre Grimal, uno de los más destacados divulgadores de la civilización romana, recorre con sabiduría los meandros de las brillantes personalidades individuales —Virgilio, Horacio, Ovidio, Séneca, Petronio, Tácito, Lucilio, Terencio o Cicerón—, vinculándolos oportunamente con las grandes corrientes ligadas al destino político y espiritual de una de las más esplendorosas civilizaciones de la historia de la humanidad.