«Hay libros, sin embargo, que se nos meten cálidamente por las venas, que mientras los leemos, sin esfuerzo, como si respirásemos, se unen a nuestra vida íntima. Son libros que nos dicen cosas de la tierra, cosas de los sentimientos, que nos abren, como un soplo de verano, mil obscuras flores, de esas que llevamos siempre agazapadas en el fondo del espíritu. Literatura cálida, terrenal, que siempre, cuando conmueve, es poesía, aunque esté escrita en la más seca y pulcra prosa del mundo.»
En muchas ocasiones, cuando un crítico literario nos brinda su juicio acerca de un libro, esa mirada nos dice más del propio crítico que del texto literario en sí. La estadística se acentúa si el crítico, además, es escritor y, por tanto, un lector que sabe buscar entre las entretelas. Carmen Laforet hablaba acerca del libro de poemas de Susana March, El viento, a finales de noviembre de 1951, en uno de los artículos recogidos en Puntos de vista de una mujer (Destino, 2021). Sin embargo, ¿no podríamos defender nosotros, sus lectores, las mismas frases para definir su obra literaria?
La huella «en el fondo del espíritu» que ha ido dejando Nada (1945) en tantas generaciones de lectores tiene también ese contraste, a veces incluso violento, entre las zonas luminosas, «un soplo de verano», y las flores oscuras y la prosa del mundo… Una obra maestra que sigue conmoviendo tanto a quienes vivieron más de cerca la realidad histórica de Andrea, como a los lectores de hoy, siglo XXI, que se sorprenden, página tras página, de la verdad humana que late en la escritura de Carmen Laforet y de su increíble modernidad y vigencia.
Año tras año, se suman lectores nuevos, pero nunca está de más ninguna ocasión para celebrar su obra: el centenario del nacimiento de la escritora, a quien «nacieron» en Barcelona –para jugar con palabras de Miguel de Unamuno– pero cuya infancia y adolescencia transcurrió en las islas Canarias, nos ha regalado caminos nuevos y todos conducen a Carmen. La edición conmemorativa de Nada (Destino, 2021), con prólogo y epílogo de Najat El Hachmi y de Ana Merino, las más recientes ganadoras del Premio Nadal cuya primera convocatoria ganó la opera prima de Laforet, o la novela gráfica basada en Nada (Planeta Cómic, 2021) e ilustrada por Claudio Stassi son dos ejemplos magníficos de cómo conectar más y mejor un texto literario con un público lector más diverso y cómo dotarlo de actualidad desde la visión de dos escritoras jóvenes.
Para descubrir facetas nuevas, inéditas quizás para el gran público, se ha publicado este año El libro de Carmen Laforet: Vista por sí misma (Destino, 2021), en que Agustín Cerezales Laforet nos abre las ventanas a su particular universo literario y personal, con la inclusión de textos, fotografías desconocidas, recortes de periódicos y revistas, objetos y anécdotas de la escritora. Un auténtico retrato de alguien que deseaba vivir «una vida única y mía»: «No estoy segura de nada de lo que recuerdo. Mejor dicho, no estoy segura en absoluto de que mis recuerdos coincidan con la realidad de las cosas, y esto me alegra, me da la idea de que con los elementos que ahí están, al alcance de todo el mundo, voy viendo yo y viviendo una vida única y mía.»
Este fragmento es también de Puntos de vista de una mujer, conjunto de artículos que Laforet publicó entre 1948 y 1953 en la revista Destino. La editorial homónima era la convocante del Premio Nadal de novela y, en consecuencia, la plataforma que había sacado a Laforet del anonimato para convertirla en una de las novelistas más conocidas de la España de su tiempo, un país todavía lacerado por las heridas de la Guerra Civil y que apenas salía de la autarquía, el racionamiento y los cortes en el suministro eléctrico. Estos artículos son solo una muestra del increíble corpus periodístico de Carmen Laforet y suponen otra importante faceta de la escritora: cómo fue construyéndose su imagen pública desde diversos medios, alcanzando multitud de hogares y nuevos lectores. Pero también son los textos-puente entre su primera novela y las siguientes de la década de los cincuenta: La isla y los demonios, que vio la luz en 1952, y La mujer nueva, de 1955. Después de Nada, pasó mucho. En 1963 apareció La insolación, primera obra de la proyectada trilogía Tres pasos fuera del tiempo, a la que siguió en 2004 Al volver la esquina y que debía completarse con Jaque Mate, novela que finalmente no se llegó a publicar. A todo ello deberíamos añadir numerosos relatos breves y novelas cortas, interesantes libros de crónicas viajeras y epistolarios (con Ramón J. Sender o Elena Fortún) que nos permiten espiar por una mirilla el intercambio intelectual entre escritores fundamentales de nuestras letras, así como necesarias redes de afectos y de apoyos mutuos.