DE NINGUNA PARTE
Julia Navarro
Plaza & Janés, 416 pp., 22,90 €
Julia Navarro ha logrado un alud de lectores, en más de una treintena de países de todo el mundo con las siete novelas que ha publicado hasta la fecha. De tal modo que una nueva historia suya siempre es una noticia remarcable dada la expectación que se generará. Se trata de De ninguna parte, que la llevará desde la Feria del Libro de Madrid, donde firmó ejemplares de su obra, hasta el Hay Festival en Segovia, momento que está previsto que inicie una larga gira por librerías de toda España, a lo que se sumará su visita este otoño a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. No en balde, estamos ante una autora de repercusión internacional.
Hablamos con ella sobre De ninguna parte, que narra el viaje de dos hombres en la búsqueda de su identidad, y del resto de su obra y dedicación a la escritura. Una escritura que en esta última ocasión nos lleva a conocer a Abir Nasr, que presencia el asesinato de su familia durante una misión del ejército israelí en el sur de Líbano y jura ante los cadáveres de su madre y su hermana pequeña que perseguirá a los culpables durante el resto de su vida. Por otra parte, tenemos a Jacob Baudin, uno de los soldados que han participado en la acción mientras cumplía con el servicio militar obligatorio, enfrentándose a la tensión de luchar contra el enemigo y pensar en su condición de judío.
Pues bien, las vidas de ambos personajes se vuelven a cruzar años más tarde, en la ciudad de Bruselas, en un contexto diferente y a la vez muy parecido, esto es, bajo el humo de las bombas con las que El Círculo, una organización islamista, siembra el terror por diversas áreas de Europa. Toda una mirada, pues, a nuestra realidad bélica, política y terrorista.
Más de 35 años volcada en el periodismo, y unos 20 entregada a la literatura, a grandes rasgos. ¿Hay dos Julia Navarro con el punto de inflexión de La hermandad de la sábana santa? ¿O ese mundo de la información fue la semilla para que naciera una pulsión literaria y ambas cosas están relacionadas?
Creo que el periodismo me ha dado herramientas importantes a la hora de construir novelas, de manera que no me puedo explicar nada de lo que hago sin mirar atrás; en cierta forma, el periodismo y la literatura son caminos paralelos; por un lado, el periodista cuenta historia que son reales, y el novelista cuenta historia que son fruto de la imaginación, pero al fin y al cabo se trata de contar una historia siempre.
¿Cómo se siente al ver que sus novelas alcanzan ediciones en diversas lenguas y hasta se llevan a la televisión? ¿Le genera cierta presión al encarar su siguiente libro? ¿Cómo se abstrae de ello para centrarse en su trabajo literario?
La verdad es que no me siento presionada en absoluto; lo que me siento es agradecida a los lectores por seguir mis libros; no siento ninguna presión al escribir, ni ante lo que va a pasar con mis libros. De mis novelas una ha sido llevada a la pantalla, pero yo no escribo pensando en la televisión, escribo lo que quiero contar sin más, no pensando en hacer una obra fácil o adaptable; me estaría haciendo trampas a mí misma si hiciera eso, y sobre todo le estaría haciendo trampas a los lectores. En realidad, no tengo especial interés, bueno, no completamente, en que se lleven mis obras a la pantalla.
Por cierto, según se ha contado, usted se involucró mucho en la preparación de la serie, haciendo retoques al guion, ¿es cierto?
Sí, me involucré mucho porque yo quería ver reflejada mi novela en la pantalla, no quería que la reescribieran; esa obra es para muchos lectores muy especial, lo he comprobado en sitios como en ferias del libro, por lo que me explican, y sentía que debía defender la novela y no defraudar a mis lectores. Así pues, el equipo de rodaje y yo acordamos que me pasarían loa guiones para opinar sobre ellos; se trató de un proceso largo y complicado, en verdad, de un desencuentro continuo con los guionistas. Yo no reconocía al principio Dime quién soy en los guiones, de hecho tardamos más de cinco años en poder sacar el proyecto adelante. La llegada al proyecto de Eduard Cortés, que trajo a su guionista, Piti, cambió un poco todo y fue posible porque este fue muy respetuoso. Hablábamos los dos y, si yo no estaba de acuerdo, seguíamos, el intentaba convencerme de cosas… él hizo todo lo posible por que el resultado de adaptar la novela fuera bueno. Entiendo que el lenguaje del cine no es el lenguaje literario, cuando una obra se traslada al cine pasa a ser de otro autor, por así decirlo, pero…
El título de su última novela ya implica una no pertenencia, un no lugar, y por lo tanto aparece la expectativa de cara al lector de si será un argumento que enlace con el desarraigo. De alguna forma es un título arriesgado, que casi no informa y por eso críptico. ¿Lo tuvo claro desde el inicio? Parece una buena metáfora del contenido.
Desde el principio, sí, lo tuve claro. Me pasa siempre y con este título también. Los títulos los pongo yo y siempre provoca en la editorial cierta sorpresa ante ellos. Sé muy bien lo que quiero contar. En este caso, quise resumir la sensación de desarraigo de gente que no se siente de ninguna parte, por las circunstancias a las que le ha llevado la vida, tras abandonar su lugar original, y que no están bien en su lugar de vida nuevo.
Por desgracia, el integrismo religioso es uno de los asuntos que amenazan con la vida diaria de millones de personas. ¿Se ha documentado de forma especial para afrontar la novela o ya hay tantas noticias sobre aquellos que sufren tal lacra que le ha resultado natural llevarlo a la literatura? (Más allá de que la acción sucede en un sitio concreto y reconocible)
Mi historia se ha escapado de las páginas de los periódicos. En Occidente ya hace varias décadas que llevamos sufriendo el terrorismo, en Madrid, Alemania, París, Barcelona… Es una realidad que está ahí, y quería reflexionar sobre el desencuentro que se da entre Occidente y Oriente, ese choque de culturas. Por eso siempre digo que hago novelas de acción para la reflexión. Hay que considerar que los problemas de la sociedad actual pasan por algo; las cosas no pasan porque sí, sino que tienen una raíz. En este sentido, me interesa viajar a los claroscuros de los personajes para poder indagar en la condición humana, es decir, buscar los porqués: por qué nos comportamos de determinada manera, es esto lo que a mí me apasiona, es lo que está presente en mis novelas: los porqués. A partir de ahí busco respuestas que, realmente, no suelo encontrar. Pero el mero hecho de plantear eso es una manera de comprender a los otros; yo siempre intento hacer el ejercicio de ponerme en la piel de los demás. Sin embargo, me ha costado mucho ponerme en el papel de Abir, un adolescente que quiere ser ingeniero y que al final se transforma en un terrorista; me ha costado mucho la interacción de este personaje; no para tolerarle, sino para plantear esos porqués, lo que en definitiva es un ejercicio complicado de hacer.
DE NINGUNA PARTE
Julia Navarro
Plaza & Janés, 416 pp., 22,90 €