Mariana Sández (Buenos Aires, 1973) es escritora y gestora cultural. Licenciada en Letras de Buenos Aires, realizó estudios en Literatura Inglesa en Manchester y un posgrado en Teoría Literaria y Literaturas Comparadas en Barcelona. En Buenos Aires creó y dirigió diversos programas literarios para distintas instituciones. Desde 2005 colabora con reseñas literarias para el suplemento Ideas del diario La Nación y Revista Ñ del diario Clarín.
Ha publicado el libro de entrevistas y ensayos El cine de Manuel. Un recorrido sobre la obra de Manuel Antín (2010) y el libro de cuentos Algunas familias normales (2016). Algunos de sus cuentos han obtenido premios en Argentina y en España.
Ahora publica Una casa llena de gente (2019; Impedimenta, 2022), una novela que deja al descubierto tanto las debilidades humanas como las heridas que causan los choques generacionales. La trama gira alrededor de un pequeño edificio lleno de gente y se sumerge en los espacios privados y comunes y en las vidas de sus habitantes para reconstruir una memoria con un humor sutil, un suspense inteligente y una escritura deliciosa.
© Alejandro Guyot.
¿Qué libro recuerda de su infancia?
El jardín secreto, de Frances H. Burnett; La historia interminable y Momo, de Michael Ende. De más adolescente, sin dudas, Don Quijote y los poemas de Quevedo fueron de mis favoritos. Y Niebla, un libro que he vuelto a leer repetidas veces.
¿Qué libro no pudo terminar?
Últimamente muchos, cada vez más porque tengo menos paciencia. Antes los terminaba para no sentirme mal, ahora los abandono sin problema.
¿Qué libro desearía que no se hubiera acabado nunca?
La lista es eterna. De los clásicos un gran porcentaje, pero lo bueno de que se terminen es que al releerlos siempre vuelven a impresionarte y eso multiplica la admiración, el placer. El libro del desasosiego, de Pessoa, es por suerte un libro infinito. Dos novelas contemporáneas: Interestatal, de Stephen Dixon, y Buenos, limpios y lindos, de Vera Fogwill.
¿Qué libro le gusta regalar?
La cena, de Herman Koch; El país imaginado, de Eduardo Berti; El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes, de Tatiana Țîbuleac, para todo tipo de lectores. Marienbad eléctrico o Impostura de Vila-Matas, para los lectores más literarios.
¿Qué libro no regalaría nunca?
Un hombre que se parecía a Orestes, de Alvaro Cunqueiro. Hace una apuesta narrativa bastante original pero envejeció muy mal.
¿Qué libro le habría gustado escribir?
Tal vez Frankenstein, de Mary Shelley. O el ensayo de su madre, Mary Wollstonecraft, Vindicación de los derechos de la mujer que, publicado en 1792, es de una actualidad y una lucidez feroces.
¿Qué cree que se debería hacer para fomentar la lectura?
He comprobado que los clubes de lectura están haciendo un bien inmenso a la sociedad ahora. Virtual o en vivo, es un espacio en el que no solo se descubren y debaten libros, sino que se generan lazos entre lectores y beneficia más de lo imaginable a la autoconfianza individual. Hay personas que al principio no se animan a opinar sobre su lectura pero a lo largo de los encuentros lo logran, eso contribuye a experimentar la famosa catarsis, destraba, libera, y refuerza el valor de la relación con los libros. Como dice Irene Vallejo, el ingrediente de lo emocional influye mucho en nuestra manera de leer. Sería interesante que hubiera más clubes gratuitos o accesibles sobre todo para la gente con dificultades económicas. La gente de la tercera edad también los necesita y les hace un bien indescriptible.
UNA CASA LLENA DE GENTE
Mariana Sández
Impedimenta, 328 pp., 21,50 €