El 12 de marzo de 1922 nació en Lowell, Massachusetts, Jack Kerouac, que se hizo famoso por su novela En la carretera.
«Un coche rápido, una larga carretera y una mujer al final del camino», escribió Jack Kerouac (1922-1969) en On the Road, que tanto impactó a los jóvenes norteamericanos de aquella época, fascinados por la mirada libre e innovadora del escritor, tanto ante la vida como ante la literatura. Y en efecto, a Kerouac sólo le bastó eso: un vehículo, tierra por delante y el objetivo de una compañía femenina, para levantar todo un universo estético e ideológico con su máquina de escribir a cuestas y el largo rollo de papel que colocaba para poder teclear de un tirón, obedeciendo a la llamada de la inspiración y la libertad creadoras.
De esta manera creó Kerouac su obra, dando vía libre a su imaginación y a los efectos provocados por el alcohol –el autor murió de cirrosis a los cuarenta y siete años– y las drogas más al uso de aquellos años, que él y sus compañeros de la «Beat Generation» como William Burroughs y Allen Ginsberg tanto popularizaron. Sin embargo, si bien Kerouac logró al final de su vida un reconocimiento que incluso fue incapaz de asumir, sintiendo que él mismo se había traicionado por convertirse en una especie de producto cultural, al comienzo no lo tuvo nada fácil para que En la carretera viera la luz: escribió la novela en 1951, que fue rechazada, junto con otros doce libros, por numerosas editoriales. La aparición por fin en 1957 del libro haría que su destino editorial cambiara por completo.
A Kerouac le disgustaba convertirse en un icono de los jóvenes que pretendían cambiar la conservadora y militarizada sociedad estadounidense por un lugar donde la paz, la espiritualidad oriental (sobre todo el budismo zen) y la libertad sexual fueran premisas fundamentales para la convivencia. Si a esta postura se le añade un planteamiento artístico libre de prejuicios y reservas, tenemos entonces como resultado una técnica definida por el mismo autor de la siguiente forma: «Nada de intervalos que rompan las estructuras de la frase ya arbitrariamente entrecortada mediante falsos puntos comas y tímidas comas, en la mayoría de los casos inútiles, sino vigorosos guiones que aíslan los momentos respiratorios (como los músicos de jazz que recuperan el aliento entre dos largas frases), las pausas medidas que articulan la estructura de nuestro discurso». Todo un desafío para sus traductores.
En el camino, pues así también se la ha traducido, nació después de un viaje que Kerouac había realizado en 1949 con su mujer y un amigo en coche por la famosa carretera 66, que había sido concebida en 1926 para unir las zonas rurales con las grandes ciudades y sería el sendero por el que circularían los emigrantes que, tras el desastre bursátil del 29, se desplazaron a otras tierras en busca de nuevas oportunidades. Kerouac fue recorriendo todo el país, a ritmo de jazz, la música que hizo suya esta generación, tecleando la máquina de escribir de forma impulsiva, creando poemas experimentales o meditaciones viajeras.
La vida, pues, como constante nomadismo, como él mismo experimentó en un trayecto anterior. En 1947, condujo –también hizo autostop y tomó autobuses– desde Nueva York hasta San Francisco y Los Ángeles, por la llamada Ruta del Noroeste o Ruta 6. Su anhelo era conocer el país en carne propia, descubrir el Oeste y a la vez reencontrarse consigo mismo. Cuando acabó el viaje de ida, lleno de amistades nuevas e incluso una relación con una chica mexicana que conoció en una estación, llegó el momento de volver. Pero esa vez lo haría por la Ruta 66, la misma que le llevaría directamente a escribir On the Road.
Toni Montesinos
Conocí a Dean poco después de que mi mujer y yo nos separásemos. Acababa de pasar una grave enfermedad de la que no me molestaré en hablar, exceptuado que tenía algo que ver con la casi insoportable separación y con mi sensación de que todo había muerto. Con la aparición de Dean Moriarty empezó la parte de mi vida que podría llamarse mi vida en la carretera. Antes de eso había fantaseado con cierta frecuencia en ir al Oeste para ver el país, siempre planeándolo vagamente y sin llevarlo a cabo nunca. Dean es el tipo perfecto para la carretera porque de hecho había nacido en la carretera, cuando sus padres pasaban por Salt Lake City, en un viejo trasto, camino de Los Angeles. Las primeras noticias suyas me llegaron a través de Chad King, que me enseñó unas cuantas cartas que Dean había escrito desde un reformatorio de Nuevo México. Las cartas me interesaron tremendamente porque en ellas, y de modo ingenuo y simpático, le pedía a Chad que le enseñara todo lo posible sobre Nietzsche y las demás cosas maravillosamente intelectuales que Chad sabía. En cierta ocasión, Carlo y yo hablamos de las cartas y nos preguntamos si llegaríamos a conocer alguna vez al extraño Dean Moriarty. Todo esto era hace muchísimo, cuando Dean no era del modo en que es hoy, cuando era un joven taleguero nimbado de misterio. Luego, llegaron noticias de que Dean había salido del reformatorio y se dirigía a Nueva York por primera vez; también se decía que se acababa de casar con una chica llamada Marylou.
»Un día yo andaba por el campus y Chad y Tim Gray me dijeron que Dean estaba en una habitación de mala muerte del Este de Harlem, el Harlem español. Había llegado la noche antes, era la primera vez que venía a Nueva York, con su guapa y menuda Marylou; se apearon del autobús Greyhound en la calle Cincuenta y doblaron la esquina buscando un sitio donde comer y se encontraron con la cafetería de Héctor, y desde entonces la cafetería de Héctor siempre ha sido para Dean un gran símbolo de Nueva York. Tomaron hermosos pasteles muy azucarados y bollos de crema.
»Todo este tiempo Dean le decía a Marylou cosas como estas:
»—Ahora, guapa, estamos en Nueva York y aunque no te he dicho todo lo que estaba pensando cuando cruzamos Missouri y especialmente en el momento en que pasamos junto al reformatorio de Booneville, que me recordó mi asunto de la cárcel, es absolutamente preciso que ahora pospongamos todas aquellas cosas referentes a nuestros asuntos amorosos personales y empecemos a hacer inmediatamente planes específicos de trabajo… —y así seguía del modo en que era aquellos primeros días».