Berta Vias Mahou (Madrid, 1961) es licenciada en Historia Antigua, escritora y traductora de autores como Ödön von Horváth, Stefan Zweig, Arthur Schnitzler, Joseph Roth y Goethe.
Es autora de las novelas Leo en la cama (1999), Los pozos de la nieve, Venían a buscarlo a él (2010; Premio Dulce Chacón 2011 de Narrativa Española), Yo soy El Otro (2015; XXVI Premio Torrente Ballester de Narrativa y Prix Transfuge) y Una vida prestada (Lumen, 2018), así como del ensayo La imagen de la mujer en la literatura (2000) y los libros de relatos Ladera norte (2001) y La mirada de los Mahuad (Lumen, 2016).
En su última novela, La voz de entonces, presenta la historia de los Vias desde los últimos años de las colonias americanas hasta finales del XX. Una novela asentada sobre la memoria de la autora: los recuerdos y relatos que se contaban en su casa, los que siguen narrando para siempre, al oído, atropellándose en ocasiones, todas aquellas voces de otra época.
¿Qué libro recuerda de su infancia?
Uno de algo más de cuatrocientas páginas con los cuentos de los hermanos Grimm en alemán. Encuadernado en rojo, con tapas duras y el título escrito en letras doradas en el lomo. Impreso en letra gótica, con unas estampas maravillosas, me parecía un tesoro. Era de mi madre. Aún lo conservo. Pero no aparece el nombre de la editorial ni el de quien hizo las ilustraciones. Le faltan algunas páginas.
¿Qué libro no pudo terminar?
América, de Kafka. Siendo adolescente. Y eso que ya sentía pasión por el escritor checo. Siempre la he sentido. En especial, por sus Diarios, sus cartas y sus narraciones cortas, aunque también por sus novelas. Muchos años después decidí que tenía que volver a intentarlo y lo leí en alemán (bajo su verdadero título, El desaparecido). Entonces me entusiasmó. La traducción al castellano, en una edición de 1943, era muy mala.
¿Qué libro desearía que no se hubiera acabado nunca?
Ninguno, porque cuando me gustan mucho los vuelvo a leer las veces que quiera. A veces, nada más terminarlo. O me paro a la mitad y lo vuelvo a empezar. Un buen libro no se termina nunca. Está siempre ahí esperando, como un amigo, para otro nuevo encuentro.
¿Qué libro le gusta regalar?
Las Meditaciones de Marco Aurelio. O las Cartas a Lucilio de Séneca. Son bálsamos. Con las novelas no me atrevo. No suelo coincidir con casi nadie. Y con los libros de poemas tampoco. Conozco a pocas personas que lean poesía.
¿Qué libro no regalaría nunca?
Cualquiera que aparezca en las listas de los más vendidos. No me suelen gustar. Y es muy probable que el destinatario lo tenga ya.
¿Qué libro le habría gustado escribir?
En castellano, El Quijote. En alemán, El hombre sin atributos de Musil. O la Käthchen von Heilbronnde Kleist. O El bandido de Robert Walser. En francés, El primer hombre de Camus. O Jacques el Fatalista y su amo de Diderot. En inglés, Vida y opiniones del caballero Tristram Shandy de Sterne. O alguno de Carson McCullers. O de Melville. En ruso (aunque no lo leo ni lo escribo ni lo entiendo), El idiota de Dostoyevski.
¿Qué cree que se debería hacer para fomentar la lectura?
Prohibirla. O decir que es mala para la salud. Demonizarla, como hacen con el alcohol, el azúcar o la grasa. Parece que lo ilegal, lo clandestino o contraindicado se convierte enseguida en un imán irresistible para muchos.
LA VOZ DE ENTONCES
Berta Vias Mahou
Lumen, 208 pp., 18,90 €