16 de noviembre de 1922, Azinhaga (Portugal)-18 de junio de 2010, Tías (España)
El único Nobel portugués
Dos obras coinciden en las librerías para celebrar los 100 años del nacimiento del portugués José Saramago, un estudio de su obra y una edición ilustrada con fotografías del que fuera su libro más personal.
Este año se celebra el centenario del nacimiento de José Saramago, que fue el primer Premio Nobel de las letras portuguesas y, además, claro está, de destacar como escritor, lo hizo desde la esfera pública, desarrollando un gran compromiso político y social. Sus inicios no estuvieron ligados al mundo intelectual, sin embargo, ya que estudió para convertirse en cerrajero mecánico, lo cual compaginaba con visitas nocturnas a las bibliotecas públicas para leer. Así, el autor autodidacta que no se desenvolvió en entorno académico alguno, a raíz de su obra literaria, sería investido Doctor Honoris Causa por más de veinte universidades de todo el mundo.
Las opiniones y análisis de Saramago siguen hoy plenamente vigentes, pues se dedicó con contundencia y profusión a criticar la dictadura del capitalismo, las multinacionales que acaban mandando más que muchos gobiernos o el consumismo exacerbado. Temas que, por cierto, recoge en un reciente ensayo Francesc Ponsa, periodista, escritor y profesor universitario. Se trata de un doctor en Comunicación Social por la Universitat Pompeu Fabra que ya había publicado obras como La ceguesa a la lucidesa. La literatura d’idees de José Saramago (Prohom, 2009).
De modo que Ponsa es un inmejorable guía para conocer a Saramago, hijo y nieto de agricultores, que nació en el pueblo de Azinhaga, provincia de Ribatejo, el 16 de noviembre de 1922. Sus padres emigraron a Lisboa cuando aún no había cumplido los dos años. La familia tenía estrecheces económicas, y el joven José, como decíamos, tuvo que cursar estudios secundarios (liceos y técnicos) y trabajar luego como diseñador, funcionario de la salud y de la seguridad social, hasta que se hizo traductor, editor y periodista. En concreto, trabajó durante doce años en una editorial, donde ejerció funciones de dirección literaria y de producción. Colaboró como crítico literario en la revista Seara Nova. Y en 1972 y 1973 formó parte de la redacción del periódico Diário de Lisboa, donde fue comentarista político y coordinador de su suplemento cultural.
Sufrir la censura
Publicó su primer libro, una novela, Tierra del Pecado, en 1947, pero curiosamente tardaría mucho en volver a publicar algo (hasta 1966). Asimismo, perteneció a la primera Junta Directiva de la Asociación Portuguesa de Escritores y fue, de 1985 a 1994, presidente de la Asamblea General de la Sociedad Portuguesa de Autores. Entre abril y noviembre de 1975 fue director adjunto del Diario de Noticias, y año siguiente ya pudo dedicarse con más intensidad a la literatura. En el plano personal, cabe decir que se casó con la traductora Pilar del Río en 1988 y en 1993 empezó a vivir a caballo entre su casa lisboeta y la isla de Lanzarote, en las Islas Canarias (allí moriría en 2010). Y entonces, llegó a la fama internacional definitiva al recibir, en 1998, el Premio Nobel de Literatura.
Era la consagración de una trayectoria que no siempre fue fácil: en su juventud, Saramago sufrió la censura por su militancia en el partido comunista portugués y formó parte activa de la Revolución de los Claveles. Entre sus obras, quedarán para siempre las novelas El Evangelio según Jesucristo, Ensayo sobre la ceguera, Memorial del convento, El año de la muerte de Ricardo Reis o Las intermitencias de la muerte. Pero también publicó libros de poesía, de ensayo, crónicas y de viajes.
Precisamente, hace escasas fechas, se publicó una edición especial de su libro Viaje a Portugal, ilustrada con múltiples fotografías inéditas. Y es que, entre octubre de 1979 y julio de 1980, Saramago recorrió Portugal en un itinerario que le llevó de Trás-os-Montes al Algarve y desde Lisboa hasta el Alentejo. De todo ello dio testimonio, con una mezcla de crónica, narración y recuerdos. «El fin de un viaje es sólo el inicio de otro. Hay que ver lo que no se ha visto, ver otra vez lo que ya se vio. Hay que volver a los pasos ya dados, para repetirlos y para trazar caminos nuevos a su lado. Hay que comenzar de nuevo el viaje. Siempre. El viajero vuelve al camino», apuntaba.
Paseos por su tierra
Viaje a Portugal incluye, por primera vez, todas las fotografías que Saramago realizó durante su viaje, junto con otras del fotógrafo Duarte Belo, y una presentación de Claudio Magris, que dice lo siguiente: “A José Saramago no le gustan los prólogos. Es una de las primeras cosas que le oí decir, cuando nos vimos, por vez primera, en Lisboa, hace ya muchos años, y cuando nos regaló —a Marisa, mi mujer, y a mí— precisamente Viaje a Portugal. Incluso las líneas iniciales de este viaje ponen en guardia contra los prólogos, inútiles si la obra no los exige e indicio de su debilidad, si los necesita”.
Y sin embargo, el autor italiano prologa este libro, haciéndolo de forma cariñosa, como un homenaje a su amigo, aduciendo que el mundo y su mapa “es por sí mismo una especie de continuo prólogo, un prólogo a algo que siempre está por llegar y que se esconde detrás de las esquinas”. Saramago, en este libro, el más personal de cuantos escribió, hacía en efecto un viaje por Portugal, pero al mismo tiempo por el interior de sí mismo. El viajero capta la cultura de su país y cruza ríos, se detiene ante monumentos y obras maestras del arte, y sobre todo frente a personas que le llaman la atención.
Como buen observador, Saramago prestaba atención a un sinfín de detalles que le salían al paso, tanto en los pueblos como en la naturaleza, y todo le comunicaba la historia en mayúsculas de Portugal y la anónima de sus gentes. Por eso, y mil razones más, la prosa de Saramago ha hechizado a tantos lectores y continúa siendo un referente literario y social, despertando impresiones como esta de Luis Landero, tan significativa: «Yo no sé, ni quiero saberlo, de dónde ha sacado Saramago ese diabólico tono narrativo, duro y piadoso a un tiempo, […] que le permite contar tan cerca del corazón y a la vez tan cerca de la historia». O esta otra de un crítico tan importante para las letras españolas como Rafael Conte: «Saramago escribe novelas sobre los mitos para desmitificarlos, […] siempre para abordar la realidad que le rodea, para tratar de los problemas actuales que son de todos, y para que todo quede claro desde el principio».
Francesc Ponsa Herrera
El Viejo Topo, 156 pp., 18 €
José Saramago
Alfaguara, 776 pp., 29,90 €