Leyendas de los mapas. Una lectura geopoética de la cartografía es la última criatura literaria de Pedro García Martín, Catedrático de Historia moderna de la UAM, escritor e impulsor cultural. La edición, preciosista e ilustrada, ha corrido a cargo de Punto de Vista editorial. La pieza está llamada a ser un referente sobre la simbología, historia y recorrido de los mapas.
La geografía es una de esas disciplinas eclécticas que combina como pocas la poética de las humanidades y la precisión de las ciencias, aunque seguro que hay quien lo plantea al revés. La geografía de la percepción, con sus nodos mentales, da buen ejemplo de lo lírica que puede ser la concepción del paisaje. Bien, pues como si fuera una matrioska de significados, este libro de Pedro García Martín juega con todos esos niveles. Para empezar, abre estas letras un prólogo de Julio Llamazares. Es difícil pensar en una prosa más poética y apegada a la tradición lumínica del agua y de la tierra que la suya. Y, acto seguido, tras la introducción netamente literaria, se inicia el prodigio. Y este no es otro que desbrozar lo que de físico, estadístico, simbólico e interesado (e interesante) tienen los mapas que, como decía Mercator, son los ojos de la Historia.
Desde el título ambiguo, pues hay leyendas en los mapas y mapas cargados de leyendas, se inicia un viaje fértil, como la travesía de la humanidad y su manera de representar tierras, anhelos y sueños.
La apuesta del autor, novelista y ensayista de largo recorrido, parte de una premisa poética. La leyenda de un mapa es tanto aquel texto explicativo que nos ayuda a entender los códigos del mismo, como las lecturas literarias que de estos se pueden hacer. Y en ese terreno de lo narrativo y lo cinematográfico es donde se mueve el conjunto de la obra. Desde su misma estructura lo podemos comprobar, pues se inicia con un capítulo sobre la semiótica que contienen los mapas. Así, se habla de geopoética de los sueños y de las distintas formas de plasmarla, de mitos omnipresentes en la cultura o de fórmulas para representar tanto el mundo conocido como, sobre todo, el imaginario. Resulta complejo sustraerse a este modo sugerente de explicar la historia y el devenir de los pueblos que, sin falta ni freno, plasmaron en cartografías su concepción de la tierra, del universo y, en definitiva, de la vida misma. Si el paisaje es aquello que somos capaces de observar en la superficie terrestre, no es un asunto menor dilucidar en qué horizontes se han ido fijando los diversos pueblos que han habitado el orbe. Este ensayo narrativo se alimenta por igual de las pulsiones humanas, del deseo de conocer el mundo, del nostos, del viaje, del descubrimiento y, por supuesto, de las idiosincrasias que empujan todo ello. Hay una inquietud intelectual y viajera que lo emparenta con obras afortunadas y señeras de temáticas comarcanas. Así, por ejemplo, se abren vasos comunicantes (y citas) con La invención del viaje (Alianza, 2019) de Juliana González Rivera, entre muchos otros. De Gracq a Manguel, pasando por Le Goff, nada de lo culturalmente efervescente le es ajeno al autor. Las referencias y citas son constantes, bien traídas y jugosas. Todo lo cual sólo puede redundar en el enriquecimiento de la retina del lector.
El libro sigue con un recorrido excelso, pero marcado por las edades de la historia, de los tipos de mapas y concepciones cartográficas. Aquí se conjuga sin pudor el enciclopedismo con la anécdota y hasta con el dato extravagante. Son estos capítulos tan pedagógicos como entretenidos. No obstante, los últimos apartados del libro cobran aún más vuelo, pues se deslizan por la inclinada pendiente de las relaciones infinitas del mapa y la vida. Así tiende puentes, como apuntábamos, con el cine, con la literatura, con la fantasía, con el espionaje, con el vacío de los territorios imposibles y hasta con el frikismo desatado. No hay ámbito al que no lleven estos planos del tesoro infinito.
Rigor y erudición se dan la mano para ofrecernos un universo feraz. En él podremos conocer a los cartógrafos de salón, aquellos que no se movían de su escritorio para pergeñar sus atlas, a los enamorados de las islas o «islómanos», a los arqueólogos de los sonidos…y así hasta entender el sentido de los monstruos que poblaban los espacios en blanco de los mapas antiguos. Son las famosas Mirabilias o criaturas terroríficas que, cual fondo de pintura flamenca, surcaban los límites de aquellos planos añejos. Se describen, en definitiva, un sinfín de conceptos curiosos, pero siempre asociados al sentir tan humano como constante de hollar la tierra, conocer el entorno y, por extensión, tanto a uno mismo como a la alteridad.
Un mapa puede ser tanto un símbolo de poder como una declaración de intenciones, un universo de pistas ocultas o una carretera hacia lo salvaje. Es, por tanto, un reflejo de la concepción del hombre sobre lo que le rodea. Desde un punto de vista filosófico estamos en la encrucijada, pues tanto la cosmografía real como la inventada suponen un acto de voluntad en el pensamiento y en la creación. Ya no hay lugares desconocidos por cartografiar, al menos en este planeta, pero sí existen claves infinitas en los modelos primitivos que sobre ello se han hecho. Pedro García Martín estudia los mapas desde una perspectiva tan vitalista y humana que lo convierte en un acto a medio camino entre la poesía y lo antropológico. No se lo pierdan.
Juan Laborda Barceló
Leyendas de los mapas: Una lectura geopoética de la cartografía
Pedro García Martín
Punto de Vista Editorial, 320 pp., 26 €