José C. Vales (Zamora, 1965) se licenció en Filología Hispánica en la Universidad de Salamanca y se especializó en filosofía y estética de la literatura romántica. Su actividad profesional ha estado vinculada al mundo editorial, como redactor, editor, documentalista o traductor. Actualmente imparte clases de literatura, lingüística y retórica en la Escuela de Cinematografía y del Audiovisual de la Comunidad de Madrid (ECAM) y en el máster de Creación Literaria de la Universidad Rey Juan Carlos (URJC).
En 2013 publicó el cuento gótico El pensionado de Neuwelke (Planeta) y en 2015 fue galardonado con el Premio Nadal por la novela Cabaret Biarritz (Destino). A ella siguieron la novela Celeste 65 (2018) y el ensayo Mirabilia (coautor, en Anaya Touring, 2022).
Ahora presenta Enseñar a hablar a un monstruo (Destino, 2022), un ensayo narrativo y literario que nos propone un viaje al origen del lenguaje, la evolución de las lenguas y el milagro de la escritura.
¿Cuándo empezó a escribir?
Siendo un crío. Solo por el placer de contar historias. Cuando llegué a la universidad me percaté de mi ignorancia universal y dejé de escribir. Pero reincidí después. Luego, cuando empecé a estudiar el posgrado, el abismo de mi ignorancia se abrió ante mí y volví a abandonar la escritura. Pero después, con el tiempo, volví a pecar. Y he escrito alguna cosa desde entonces. Aunque procuro ser comedido y publicar algo cada cuatro o cinco años, cosa que todo el mundo agradecerá.
Trabajo siempre de madrugada. A partir de las doce o la una, hasta el amanecer. (La mañana es para los oficinistas y las noches para los perdidos y los desesperados.) Escribo siempre después de una planificación minuciosa. Eso no significa que el resultado sea siempre óptimo, pero no me puedo imaginar escribiendo sin saber exactamente qué quiero decir y cómo quiero decirlo. Lo malo de no creer en la inspiración es que te ves obligado a creer en el trabajo.
¿A mano o a máquina? (la escritura, no el lavado).
Siempre con ordenador (y sin el corrector activado, por supuesto).
¿Tiene alguna manía o hábito ante el momento de la escritura?
No, creo que no. Pero siempre trabajo con muchos libros alrededor: diccionarios, libros de referencia, y cuadernos de notas. Y suelo escribir con música, aunque no siempre. (Y no soporto a los maleducados que hacen fiestas estridentes y a los zopencos que tienen ruidosos aparatos de aire acondicionado encendidos toda la noche.)
¿A quién pediría consejo literario?
Le pediría consejo a quien siempre se lo pedí, pero eso ya es imposible. Así que ahora, si imaginariamente tuvieran la amabilidad de escucharme, pediría consejo literario a mi profesor Víctor García de la Concha, al editor Luis Magrinyà, y al escritor Luis Alberto de Cuenca.
Si pudiera reencarnarse en algún escritor/es, ¿a quién elegiría?
Hay decenas a los que admiro (todos muertos), pero creo que, si el talento se pudiera reencarnar de alguna forma, me gustaría tener el talento de Wilkie Collins. No es el mejor escritor del mundo, ya lo sé, pero siento una conexión narrativa-espiritual-humorística con él que a veces me sobrecoge y me emociona. Y si las almas transmigran, como dicen, espero que alguna vez me posea el espíritu sarcástico del Chesterton articulista. Pero no tengo mucha fe en la metempsicosis.
¿Qué recomendaría a los autores noveles?
No soy tan vanidoso como para recomendar nada a quienes probablemente sepan más que yo. Pero a mis alumnos les recuerdo que deben prepararse para todas las penurias que acarrea el trabajo literario (mucho trabajo, poco dinero y escasas perspectivas), y para la frustración de saber que ni el trabajo ni el talento garantizan el éxito en este desdichado negocio. Si lo que atrae a un joven es la farándula y las lentejuelas, su mundo no es la literatura, donde, como decía Erasmo, solo hay gente que da lástima.
ENSEÑAR A HABLAR A UN MONSTRUO
José C. Vales
Destino, 376 pp-,19,90 €