Texto: Carlos Luria
Fotografía: Hugo G. Pecellín
Nos quieren muertos (Espasa) es el título del nuevo libro del escritor y periodista Javier Moro, una reconstrucción de diez años de la vida de Leopoldo López, uno de los opositores venezolanos más conocidos. López rechazó huir de su país cuando fue injustamente acusado de asesinato por el régimen de Nicolás Maduro, y a partir de ahí se sucedieron una condena a prisión de catorce años, torturas, una familia ahogada por la angustia y la liberación final del encarcelado. Moro entrevistó durante tres años a todas las personas relacionadas con estos hechos, incluido el propio López, y ha elaborado con este material un documentado mosaico que nos habla de supervivencia, de resistencia y de la fuerza de convicción. Y, también, de un país enormemente rico que sufre la miseria ocasionada por un régimen despiadado.
En el libro muestra un gran conocimiento de Venezuela y mucho cariño por ese país. ¿De dónde le viene esta proximidad?
Yo tengo un vínculo con Venezuela desde la infancia. Mi padre trabajó durante años en Viasa, la aerolínea de Venezuela. Íbamos mucho allí. Era la Venezuela próspera de los años setenta, tal vez el país más rico de América Latina. A los 17, 18, 19 años recorrí todo el país. Fíjate, mi primera publicación periodística fue en el dominical de ABC, en la que narraba un descenso por el Orinoco en canoa. Recuerdo que yo quería irme a vivir allí. Luego poco a poco todo cambió, mi padre murió, Venezuela se convirtió en un país pobre. Siempre seguí la pista a Leopoldo López, y cuando por casualidad lo conocí en Madrid después de la pandemia, supe que allí había una historia por contar.
Acaba de decir que Venezuela se convirtió en un país pobre. Cuesta entender que un país tan rico haya llegado hasta tal devastación. ¿Cuál es la causa de ese descenso a los infiernos de Venezuela?
Es verdad que allí siempre había habido fuertes desigualdades sociales, como en toda Latinoamérica. Y lo que ocurrió fue que Chaves sedujo a parte de la élite venezolana, que pasó a colaborar con él. Era un encantador de serpientes. Y a lo que se dedicó desde un primer momento, y eso es lo que no vieron venir aquellas élites, fue a destrozar metódicamente todos los mecanismos democráticos del país, empezando por la libertad de prensa. A abolir el estado de derecho. El problema es que poco a poco la dictadura venezolana se ha ido financiando con el narcoterrorismo y se ha convertido en un país secuestrado por los forajidos, por la mafia. La ideología ha dejado de ser el tema principal. Y eso ha hecho que ya se hayan ido ocho millones de venezolanos. Es la mayor cifra en toda la historia de emigración no causada por un desastre natural.
¿Leopoldo es ahora mismo un símbolo?
Sí. Su gesto es único, no lo hace mucha gente En lugar de huir al extranjero cuando le acusan de inspirar las manifestaciones que desembocaron en la muerte de varias personas, rechaza irse, porque el régimen quería eso, desactivarle políticamente. Y le caen catorce años de cárcel, un poco más, en un juicio amañado. Monseñor Álvarez, en Nicaragua, hizo lo mismo, y le cayeron 26 años de cárcel. La gente que hace ese gesto pervive en la memoria colectiva.
¿Cuántos venezolanos residen en España?
Más o menos medio millón, de los cuales cien mil en Madrid. Es una comunidad que lo pasa mal.
Los defensores del régimen venezolano culpan a las sanciones norteamericanas de la situación del país. ¿Usted qué responde?
Ese es un argumento al que se agarran para explicar el desastre. Los cubanos hacen igual. Pero la base de la economía venezolana ya se había destrozado mucho antes de las sanciones de Estados Unidos. Las sanciones son hoy por hoy el único instrumento para presionar al régimen. Por ejemplo, Estados Unidos a veces rebaja un poco las sanciones a cambio de la liberación de presos políticos.
Se ha hablado mucho de la relación de ciertos partidos políticos españoles con la Venezuela de Chaves y de Maduro…
Ha habido una relación estrecha, por supuesto, entre Podemos y el régimen chavista. Como cuento en el libro, desde el momento en que Podemos entra en el Gobierno cambia nuestra política exterior. La política exterior española en Latinoamérica es una cosa muy seria, pero ahora ya no está claro el papel de España. Cierta izquierda española quiere ser conciliadora con Maduro. Solo cierta izquierda, porque Felipe González fue el primer político que denunció la dictadura venezolana. En la izquierda española hay un cisma respecto a Venezuela.
Es inevitable recordar, una vez más, el «por qué no te callas»…
El rey ya sabía que ese era un mercachifle.
¿Usted cree en la existencia de una especie de «eje del mal» formado por Venezuela, Irán, Corea del Norte, Rusia, etcétera?
No lo creo, es comprobable. El mes pasado estuvo el ministro de exteriores ruso en Venezuela. No hace mucho la mujer de Alí Jamenei dio una conferencia en Caracas sobre la libertad de las mujeres en Irán. Como le dijo Leopoldo a Pedro Sánchez, Maduro esta en el poder porque tiene el apoyo militar de Rusia, porque tiene apoyo financiero de los chinos, apoyo para el comercio de oro y piedras preciosas de los turcos. Apoyo en seguridad e inteligencia de los cubanos. Claro que es un eje que se apoya entre sí. Y les va muy bien, hoy hay más gente en el mundo que vive bajo regímenes autocráticos que hace veinte años. Y los líderes de todos esos países, incluido Putin, te aseguro que nos quieren muertos a los que vivimos en estados de derecho.
Yo que usted no iría ahora mismo a Venezuela…
No, por una temporada prefiero no ir.
¿Ha sufrido problemas o amenazas tras la publicación del libro?
No, amenazas no, pero pasan cosas raras. Nada más salir el libro salió en las redes sociales el bulo de que yo había cobrado doscientos cincuenta mil dólares de la familia de Leopoldo por escribir su historia. Yo lo desmentí, claro. Pero ahora están muy callados. No son tontos. Ellos saben que si me dan cancha eso es publicidad para el libro. Lo que sí pasa, y me mosquea mucho, es que de vez en cuando de repente me llama un número de teléfono. Yo descuelgo, alguien escucha y luego cuelga. Eso pasa demasiadas veces.
¿Es optimista respecto al futuro de Venezuela?
Es difícil de responder. El país está destrozado. Pero al mismo tiempo es rico en materias primas, no solo en petróleo. Eso puede hacer cambiar las cosas. Hay interés de los norteamericanos en que la cosa se normalice. Pero es muy difícil pensar que esa gente vaya a dejar el poder, porque en Latinoamérica cuando se tiene el poder no se deja. Por otro lado, ¿dónde va a ir, por ejemplo, Maduro? La DEA ha puesto precio a su cabeza, quince millones de dólares. ¿Dónde va a ir? ¿Al desierto de Irán, a la taiga rusa? Él sabe que no va a estar seguro en ningún sitio.
¿Y respecto al futuro de Leopoldo López?
Es joven, ha sublimado la frustración de no poder hacer política en su país. Ha montado una red de apoyo entre prisioneros políticos del mundo entero, porque es una experiencia muy similar entre todos ellos. La manera de torturar en las cárceles de Irán, Venezuela o Rusia es muy parecida. Leopoldo está metido en esta alianza para promover la democracia en el mundo, codo con codo con opositores y perseguidos de regímenes autocráticos.
Por curiosidad, ¿le extrañaría ver soldados venezolanos en las filas de Hamas?
No, no, estoy seguro de que desearían hacerlo. Y si no están allí es porque no tienen dinero o no ven que sea el momento o lo que sea, pero no por falta de ganas.
NOS QUIEREN MUERTOS
Javier Moro
Espasa. 576 pp., 21,90 €