La actividad de Israel Rolón-Barada, actualmente profesor de español en Washington DC, se ha centrado en sus últimos años en la investigación y estudio de la vida y obra de Carmen Laforet. Basta recordar que gracias a su incansable actividad fue localizado el manuscrito de Nada o bien podemos referirnos a títulos como Puedo contar contigo. Correspondencia Carmen Laforet/Ramón J. Sender (2003), las ediciones de La mujer nueva (2003), Al volver la esquina (2004) y La insolación (2007), así como la biografía de la autora de Nada en colaboración con Anna Caballé (Una mujer en fuga, 2010). Tras esta larga investigación de diez años, nos ofrece ahora un volumen dedicado a Sara Montiel y a la cultura popular y cinematográfica española en la segunda mitad del siglo XX.
El volumen que hoy nos ocupa abarca, en sus 331 páginas y la excelente tipografía de Editorial Almuzara, una muy documentada biografía de María Antonia Abad Fernández, es decir, Sara Montiel. Tras un prólogo personal del autor y una introducción, la historia de la diva se despliega en seis capítulos y un epílogo. El prólogo personal del autor está encabezado por un poema de Julia de Burgos (1914-1953), gran poeta puertorriqueña, y explica los motivos biográficos, personales y familiares ―los padres del autor trabajaban en la televisión puertorriqueña donde desde pequeño escuchaba a Sara Montiel y recuerda a su tía, Norma Barada, mujer de Noel Estrada, compositor de la tan popular melodía En mi viejo San Juan―, que llevaron al autor a escribir la biografía de la actriz española a partir de su entrevista con ella el 27 de julio de 2011 y donde nos cuenta también en términos personales algunas de las fuentes de información. A este prólogo autobiográfico, le sigue una introducción, donde se nos dan las claves para encarar lo que «no pretende ser una biografía definitiva ni una síntesis de sus memorias» (pág. 25), pero sí servir «como estudio de aquellos momentos claves y cruciales de su larga y fructífera carrera profesional, teniendo en consideración su vida íntima y sentimental que va transcurriendo de forma paralela» (pág. 26). A partir de aquí se hace un inventario de las principales fuentes de información, comenzando por la entrevista a la actriz en el verano de 2011, así como las entrevistas a sus familiares y conocidos, entre los que destacamos su hermana, Ángeles Abad, su hija Thais Tous y su ama de llaves, Ana Mendoza, así como las hijas y la viuda de su primer marido, Anthony Mann. A ello se añade «el interminable caudal de entrevistas de prensa y televisión en las que participó nuestra protagonista» (pág. 27), así como sus propias memorias, escritas por consejo de su amigo Terenci Moix y que llevó a buen puerto con el apoyo de Pedro Manuel Víllora (Memorias: vivir es un placer, Plaza y Janés, 2000). Ya en este primer capítulo nos ofrece diferentes anécdotas sobre su tirante relación con el dictador Francisco Franco, así como la opinión muy positiva acerca de su profesionalidad como actriz de directores para los que trabajó como Antonio Bardem y Mario Camus.
El capítulo primero está dedicado a la vida de Sara Montiel desde su nacimiento el 10 de marzo de 1928 en Campo de Criptana (Ciudad Real) ―lugar que siempre recordaría sintiéndose profundamente manchega, como acredita su nombre artístico Montiel, que llevaron varios personajes de Cervantes―, hasta su salto a México en 1950 (Génesis y evolución de un mito, 1928-1950, págs. 39-89). Se nos cuenta cómo la familia pasó a Orihuela (Alicante) y con catorce años de edad, cantando saetas en la Semana Santa, se cruzó la suerte en su vida al oírla cantar la familia Ezcurra y don Vicente Casanova, por entonces empresarios de CIFESA, empresa española dedicada a la producción y distribución de películas y que precisamente vivió sus mejores años en 1942-1945. De la mano de Ángel Ezcurra Sánchez (1896-1978), Sara Montiel comienza a presentarse a concursos para jóvenes talentos en 1943 y ya en 1944 actuó en un papel secundario, todavía con el nombre de María Alejandra, en Te quiero para mí, estrenada el 7 de septiembre en el teatro Capitol de Madrid. En esas páginas se nos presenta una importante investigación del autor sobre el hecho de haber sufrido presuntamente ciertos abusos la joven María Alejandra, todavía menor de edad, especialmente en la entrevista a su hermana. Y a partir de aquí se nos narran sus actuaciones junto a Fernando Fernán Gómez, ella con apenas 16 años y él con 23, en películas como Empezó en boda (1944), Se le fue el novio (1945) y El capitán veneno (1950). Recuerda de esas actuaciones cómo «en los momentos libres y múltiples descansos de actuación de su colega Fernán Gómez le pedía a Montiel que le cantara Vereda tropical» (pág. 69), famosísimo bolero mexicano compuesto por Gonzalo Curiel en 1936. Junto a ellas se reseñan actuaciones suyas en Bambú (1945), junto a Imperio Argentina o Por el gran premio (1946), comedia que protagonizó junto a Toni Leblanc. Para entonces ya había establecido una importante relación, que llegó a ser sentimental, con Miguel Mihura (1905-1977), quien actuó como consejero personal en muchas de sus siguientes películas, como Don Quijote de la Mancha (1947), donde aparecía en el papel de la sobrina de Don Quijote.
El segundo capítulo está dedicado a la presencia de Sara Montiel en México (Las Américas: emigración a México, 1950, págs. 91-145). La actriz se ahogaba en la España de Franco y con el consejo de Mihura viajará a México en la primavera de 1950. Allí se encontró con muchos amigos, un esplendoroso recibimiento y el comienzo de una carrera artística internacional. En México pudo conocer a muchas personalidades del arte dramático, cinematográfico y de la cultura en general, como Pablo Neruda, Octavio Paz, Diego Rivera y Frida Kahlo. Pero sin duda sobresalen entre todos la amistad que le unió a León Felipe y también la gran amistad que siempre tuvo con Alfonso Reyes. Fue en México también donde conoció a Juan Plaza, con el que tuvo una gran amistad y la guio como manager artístico y también como compañero íntimo durante esos años y con el que estuvo a punto de tener una hija que finalmente nació muerta. Plaza, militante comunista, estaba encargado de la suerte de Ramón Mercader, asesino de Trotsky, que estaba confinado en la cárcel de Ciudad de México y a quien Sara Montiel, en compañía de Plaza, pudo conocer en varias visitas a la prisión.
Pero quizá lo más importante de su estancia en México fue la gran cantidad de colaboraciones artísticas (de las que el autor nos proporciona un detallado inventario en pág. 107) y entre las que destacan las realizadas con el actor y cantante mexicano Pedro Infante en películas como Necesito dinero, Ahí viene Martín Corona y El enamorado(Vuelve Martín Corona), todas ellas estrenadas en 1952 y que condujeron a Sara Montiel al estrellato de la mano de Agustín Lara. A finales de 1955 «Sarita se despedía para siempre de su marido en Cuernavaca» (pág. 139) y partió acompañada de su madre para Los Ángeles. Solo tenía billete de ida.
Su relación con Hollywood llena el capítulo siguiente (Llegar a Hollywood, 1954, págs. 147-196), que está dominado por la figura de Anthony Mann y las diferentes vicisitudes de su relación sentimental y su boda con el director de cine estadounidense. Aquí encontramos de nuevo una extensa y rigurosa investigación por parte del autor de todos los entresijos de esa relación, desde la celebración singular de su enlace, hasta la imagen y la idea que tenía Sara Montiel de lo que habían sido los años pasados junto a Anthony Mann. Ahí el autor va desgranando idealizaciones de la diva junto con una historia rigurosa y real obtenida de multitud de entrevistas y entre ellas a una de las hijas del director estadounidense.
Mientras que espera para actuar en Yuma y todavía se encuentra establecida en Beverly Hills junto a Anthony Mann, pasará unas vacaciones en España donde inesperadamente se le ofrecerá actuar en una producción de Juan de Orduña. Esa vuelta a España llena el cuarto capítulo (De vuelta a España y el verdadero éxito, 1957, págs. 197-248) y la película en cuestión será El último cuplé, estrenada en 1957. Se trató de un éxito rotundo y una de las películas más taquilleras del cine español, con canciones como Fumando espero que han pasado a formar parte de la tradición popular española y el imaginario español del siglo XX. Con este éxito y el del año siguiente con La violetera, Sara Montiel reorganiza su carrera cinematográfica en España con su separación final de Anthony Mann. En ese momento, a finales de los años cincuenta, está en la cumbre de su fama como diva y sabemos por el testimonio de Concha Velasco y Pilar Bardem que era modelo para las actrices españolas que incluso imitaban su forma de maquillarse (pág. 211). Será por entonces un sex simbol de la España de Franco reproduciendo en la Península el modelo de Marilyn Monroe. De esos años son películas junto a directores como Tulio Demichelis, Mario Camus o Juan Antonio Bardem.
Sin embargo pasan los años y en plena Transición y con el cambio de las normas sociales, tras la muerte del dictador y el establecimiento de la democracia, en una sociedad diferente y más abierta, Sara Montiel se transforma de nuevo y, negándose a hacer cine de destape, pasa a los platós de la Televisión. A ello va dedicado el capítulo quinto (Del cine al mundo del espectáculo, 1975, págs. 249-276), donde se nos cuenta su trayectoria vital junto a Pepe Tous. Un capítulo final y un epílogo (págs. 249-331) hacen un repaso del volumen y de numerosos juicios de valor sobre la actriz, contándonos incluso su romance con Severo Ochoa (págs. 284-285).
Buena biografía, bien documentada, fundada en todos los segmentos de la vida de la actriz en una rigurosa investigación personal y, por lo que se refiere a la exposición, llena de curiosas anécdotas sobre la vida de la diva. El volumen se nos presenta asimismo ilustrado con un generoso despliegue fotográfico que acompaña en blanco y negro los diferentes capítulos, así como un reportaje en color entre las páginas 160 y 161. Ahí nos podemos encontrar con carteles de algunas de las películas que la hicieron famosa, como Ahí viene Martín Corona, El enamorado, El último cuplé o La violetera, así como fotografías suyas más contemporáneas en las calles de Nueva York y junto al autor, suponemos que algunas de ellas realizadas por este, sin olvidar que como otras divas del cine ha pasado al pop art y al arte pictórico, del que tenemos una muestra en el retrato de Rodney Alexander Contreras-Miranda, realizado en exclusiva para el volumen (pág. 161). Entre las fotografías en blanco y negro, destacamos las cartas de Alfonso Reyes (págs. 88-89), la felicitación navideña de esta (pág. 87), la foto de Miguel Mihura (pág. 92), la de Sara junto a Lucho Gatica en Los Ángeles en 1957 (pág. 196), con Pepe Tous (pág. 266), la del cartel del club Tripocoro del Hotel San Juan en Puerto Rico el 3 de noviembre de 1960 (pág. 316) o en la que aparece junto a Anthony Mann, su primer marido, y su certificado de boda (págs. 168-169).
En resumen, una estupenda biografía de Sara Montiel, que si no es la definitiva, mucho se le acerca y que el lector saboreará recordando a una de las más universales actrices del cine español de la pasada centuria.
Jorge García López
SARA MONTIEL. LA MUJER Y LA ESTRELLA MÁS ALLÁ DEL MITO
Israel Rolón-Barada
Almuzara, 336 pp., 19,95 €