El mutismo habita en el corazón de este coloquio, que pasa de la cacofonía a la pureza de la sola voz como medida de la lucidez que anima a los argumentos periféricos y las íntimas referencias, conscientes de la artificialidad de la conversación que es, en esencia, fragmentaria: «Donde hay características superiores hay engaño, y donde hay superioridad sin características no hay engaño».
Mora la incomunicación en la sencilla complejidad de El diálogo del diamante (seguido del Diálogo del corazón; Atalanta, 2023. Versión al castellano de Luis Ó. Gómez), una invitación a trascender los prejuicios para forjar las conexiones mediante «pensamientos que no arraiguen en ninguna parte, de manera que el pensamiento no arraigue en ninguna cosa: en ninguna forma material, en ningún sonido, olor, sabor, en ninguna sensación táctil ni en ninguna idea».
No en vano, indagar es la esencia de este ejercicio de antropología aplicada que observa a la humanidad involucrada en su relación con el mundo natural. Contingente es la agencia de la participación del autor con sus propios términos: «El pensamiento no se encuentra en el pasado, el pensamiento no se encuentra en el futuro, el pensamiento no se encuentra en el presente».
Se abarcan aquí las enseñanzas de Buda dejando espacio para que el lector participe activamente en la creación de una reflexión compartida. Se nos muestra el dolor que subyace a las asimilaciones léxicas de un poema en prosa que yuxtapone experiencias disímiles ejercitando la inventiva, entrelazando transgresiones que desembocan en la diversidad.
Se vuelve la interlocución consciente de las ansiedades anticulturales que sofocan las indisciplinas pseudoacadémicas («Los que han emprendido el sendero del bodhisattva no disciernen el fin o la destrucción de cosa alguna»); se redoblan los esfuerzos por descolonizar la antropología en reuniones interminables en las que no se ponen de acuerdo las definiciones compartidas y los conceptos básicos.
A su vez, fomenta el Diálogo del corazón que extraemos combustible de nuestro entorno para emplearlo en las reacciones químicas del aprendizaje, modificando nuestros prejuicios: «Lo que es forma material es vacío, lo que es vacío es forma material. Y, de la misma manera, las sensaciones, los pensamientos, las inclinaciones y el sentido del yo son vacíos».
Combina la inteligencia natural sus elementos confiables en un ente artificial, de perspectivas alternativas, hasta conformar visiones de la existencia, logrando un equilibrio entre brindar la dignidad de los estilos elegidos para no romantizar sus extremas dificultades y peligros: «No hay sufrimiento ni causa del sufrimiento, ni extinción del sufrimiento, ni sendero que lleve a esa extinción; no hay sabiduría ni logro de nada, como tampoco ocurre que nada se logre».
Si definir implica crear ideales inmutables, el afán creacionista rema a favor de las leyes unificadoras de estos dos libros, concebidos alrededor de los siglos II y V, contradiciendo el principio de que los seres son cuatridimensionales y cambian en el espacio y el tiempo: «Con la vacuidad ocurre como con el escepticismo», sostiene en el prólogo Juan Arnau (Valencia, 1968): «Si se lleva al extremo se vuelve contra uno mismo».
Continuamos persiguiendo nuestra propia visión a través de trabajos tan singulares como este, por el que avanzamos entre sorpresas, cambios tonales y mezclas de empatía e ironía: «Ya no hacen falta testigos», concluye el filósofo y ensayista especialista en filosofías y religiones orientales: «Es en la mente donde se recrea la presencia del Buda, que acompaña la experiencia de lo cotidiano y, al mismo tiempo, la trasciende».
José de María Romero Barea
EL DIÁLOGO DEL DIAMANTE SEGUIDO DEL DIÁLOGO DEL CORAZÓN
VVAA
Atalanta, prólogo de Juan Arnau, 152 pp., 20 €