Sabina Urraca (San Sebastián, 1984) es escritora ye editora. Es autora de las novelas Las niñas prodigio (Fulgencio Pimentel, 2017, ganadora del premio Javier Morote otorgado por CEGAL), Soñó con la chica que robaba un caballo (Lengua de trapo, 2021) y Cha-cha-chá (Dueto) (Comisura, 2023). Ha participado en diversas antologías y sus textos han sido publicados en revistas como The White Review, The Washington Square Review y Mercurio. Ha colaborado en distintos medios y ha impartido talleres de escritura en varios países. Es editora de Panza de Burro, de Andrea Abreu (Barrett, 2020) y de la colección 2023-2024 de Caballo de Troya (Penguin Random House). Ha recibido las becas MFA (Universidad de Iowa), Fundación BBVA y la residencia literaria de la Fundación Finestres.
Ahora presenta El celo, una novela sobre la animalidad del deseo y el miedo a nombrar. Una historia sobre el poder de los cuentos, perros enloquecidos y una historia familia que se construye a mordiscos y silencios. © Laura C. Vela.
¿Cuándo empezó a escribir?
Antes de saber escribir me obsesionaba volver a contar las historias que me contaban. Las volvía a contar añadiendo detalles nuevos. Me inventaba que tenía un hermano, un perro, una casa con un lago dentro. Eso ya era escribir.
¿Cuándo y cómo escribe?
En todos sitios. La institución de la mesa y la silla, pese a serme necesaria a veces, me repele un poco. Escribo en el móvil por la calle, con el dictado de voz, mientras camino. A veces me detengo Me encanta escribir en el transporte público. Escribo mucho a mano, tengo cuadernos guardados desde que tenía siete años. Escribir de esta forma me ayuda a mantenerme en contacto con la parte más lúdica de la escritura, olvidarme de todo lo que la relaciona con trabajo, expectativa, lectores, etc.
¿A mano o a máquina? (la escritura, no el lavado).
A mano y a máquina. Grabando con el móvil, escribiendo con el dictado de voz. Son cosas muy distintas. Escribiendo a mano se escribe diferente, pero tampoco es lo mismo escribir en un ordenador que en un móvil. Cada actividad manual y cada máquina o papel ofrecen un campo abierto muy particular.
¿Tiene alguna manía o hábito ante el momento de la escritura?
Esa idealización de la escritora que escribe en un lugar idílico con su taza de té y los ojos soñadores es algo que he intentando creerme durante mucho tiempo, pero mi proceso pasa más por el nervio exacto que surge en cualquier momento. He escrito en mitad de fiestas, en el vestuario de la piscina, apoyada en el capó de un coche. También me encanta volver a casa de noche caminando y escribiendo con el dictado de voz. A veces la velocidad y el ritmo del paso se acompasan con la escritura, y al revés. Por supuesto, muchas veces escribo en la mesa como una persona oficinista aplicada, pero tengo que echarme litros de Mordex en los dedos. Es un mejunje amargo que venden en la farmacia para evitar el acto autolesivo de comerse las uñas o las pielecitas de los dedos hasta la sangre. Me encanta el eslógan publicitario del Mordex: «Una sola cucharada amargaría una piscina olímpica». También es importante tener al lado un libro o varios en los que se perciba que la autora está escribiendo con libertad, cediendo a su propio capricho y no deseando gustar. Hace años ese libro eran los Cuentos de Lydia Davis. Ahora es Sistema Nervioso de Lina Meruane.
¿A quién pediría consejo literario?
Pediría y he pedido consejos literarios y también relacionados con lo editorial a muchas amigas escritoras: Marta Sanz, Sofía Balbuena, María Folguera, Elisa Victoria, Aida González Rossi.
Si pudiera reencarnarse en algún escritor/es, ¿a quién elegiría?
Jamás me reencarnaría en un escritor, qué locura es esa. Tampoco en una escritora. Mi máxima aspiración es ser una perra muy bien cuidada que se tiende al sol después de correr por el campo aspirando todos los olores.
¿Qué recomendaría a los autores noveles?
No pensar en los lectores, no pensar en los likes, no pensar demasiado, en general. Escribir divirtiéndose todo lo que puedan. Escuchar, observar, vivir. No intentar parecerse a nadie, pero tampoco hacerse los originales. Simplemente ser y escribir.
EL CELO
Sabina Urraca
Alfaguara, 312 pp., 19,90 €