Isabel Letham en Bilgola Beach alrededor de 1916. © Autor desconocido. Local Studies Collection, Warringah Library Service/National Portrait.
Tras un tiempo que a sus lectores se les ha hecho eterno, Alberto Vázquez-Figueroa regresa a las librerías con La gran sequía, de la mano de editorial Edhasa. Una novela breve, pero en la que, con su habitual genialidad, combina la máxima aventura con temas y problemas de la actualidad.
«El espacio que ocupa una mujer en el corazón de su esposo, es el mismo que ocupa en su cama». Tal es la tradición en los aislados campamentos seminómadas de lo más profundo del desierto mauritano. Cuanto más pese y más voluminosa sea una mujer, más beneficio significará para la familia, por mejor dote podrán casarla y, por eso, las ceban más y más con pienso de ganado… Esta práctica ancestral que aún hoy pervive recibe el nombre de «leblouh». A medida que las niñas crecen, la cantidad de alimentos que se debe consumir aumenta. Algunas jóvenes llegan a subir 10 y hasta 20 kg en un lapso de dos meses. La práctica del leblouh suele estar fuertemente vinculada con el matrimonio precoz, de modo que las niñas alcancen, gracias al exceso, más rápidamente el cuerpo de una mujer adulta y así atraigan a sus futuros esposos.
Cuando, al cumplir quince años, Laila descubre que existen otros mundos y otras mujeres con mejor vida, decide escapar. Inicia entonces un peligroso e inaudito viaje y, gracias a la ayuda de Menelik, un antiguo esclavo senegalés, comienza una búsqueda por sus sueños y su libertad; la suya y la de otras mujeres de su entorno. Y en esa desesperada huida descubrirá lugares fascinantes, personajes increíbles y el mayor problema al que se ha enfrentado, se enfrenta y se seguirá enfrentando la humanidad: la falta de agua.
Dicha carencia ha sido, es y siempre será el mayor problema al que se enfrenta la humanidad. Son muchas las civilizaciones que han desaparecido a lo largo de la historia por esta razón, no en balde el ser humano sólo puede aguantar tres días sin beber. Y bien que estamos sufriendo su falta en este 2024…, con restricciones en muchas zonas de nuestro país. Vázquez-Figueroa, que pasó parte de su infancia y juventud en el Sáhara, donde sólo disponía de un cubo de agua al día, se ha sentido siempre fascinado por esta realidad que ha causado más muertes que todas las guerras o epidemias a lo largo de los siglos. Tal es su preocupación por el tema, que nuestro autor incluso llegó a diseñar un sistema para potabilizar el agua de mar por presión que, en el proceso, genera también energía eléctrica de bajo coste, consistente en elevar el agua hasta unos 600 metros en horario nocturno… Llegó a presentar al entonces presidente del gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, un sistema de desaladoras, con una planta en Almería, que pretendía obtener agua dulce a 0,60 euros. Finalmente, el proyecto fue desestimado por el Gobierno de España a favor de ACUAMED, y el proceso judicial sigue abierto hoy en día.
Y de la falta de agua saltamos a volar sobre ella durante la práctica del surf con Surferas, una genial novela gráfica que visibiliza el papel de las mujeres en el mundo del surf.
Esta disciplina nació en Hawái alrededor del año 500 d.C. por los polinesios, que habían llegado a la isla en canoas.
En el siglo XIII, en el Hawái tradicional el surf es practicado por hombres, mujeres y niños y acaba siendo una disciplina rodeadas de leyendas, así como de rituales religiosos e incluso políticos. Cuál debía ser la sorpresa de los primeros barcos británicos que llegaron allí. Por entonces, en Europa se temía al mar y nadie se bañaba en él si no era por prescripción médica. Como señaló el escritor William Wade Ellis, «sobre pequeñas tablas, se aventuran en las olas más grandes y reman con sus manos y pies a un ritmo rápido. En verdad nunca habíamos visto individuos tan activos con el agua».
A finales del siglo XIX, la población de la isla fue diezmando por las enfermedades que traían los colonos y el baile hula, los juegos de apuestas y la desnudez fueron prohibidas. El surf empezó a sufrir un gran declive hasta el desarrollo del turismo en las primeras décadas del siglo XX gracias al turismo.
Entre 1912 y 1930, Duke Kahanamoku, beach boy y surfista y campeón olímpico de natación viajó alrededor del mundo para hacer demostraciones de surf. En enero de 1915, durante una exhibición en Australia, eligió a una nativa para surfear con él: Isabel Letham. En la década de los años 30, revistas estadounidenses empezaron a publicar fotos a color de surfistas y se inicia la democratización del surf, aunque por entonces solo pocas mujeres tienen acceso a él.
Isabel Letham es la primera protagonista de este libro y a ella le siguen Mary Ann Hawkins, Linda Benson, Joyce Hoffman, Rell Sunn, Lisa Andersen, Rhonda Harper, Maryam el Gardoum y Justine Dupont. Nueve mujeres han marcado para siempre la historia del surf.
Paola Hirou las retrata a través del tiempo, desde finales de la década de 1920 hasta la actualidad. Con sus ilustraciones nos transporta directamente al corazón de las olas y nos presenta a estas impresionantes deportistas, que han seguido demostrando lo mucho que importan las mujeres en el mundo del surf. El libro incluye una lista de reproducción para acompañar la lectura.
LA GRAN SEQUÍA
Alberto Vázquez-Figueroa
Edhasa, 224 pp., 18 €