Ray Loriga: «Intento encontrar una forma de escritura concreta a un rumor de ideas»
He dicho líneas atrás que hubo un conjunto de autores jóvenes que eclosionaron en los años noventa y que han desarrollado carreras productivas. ¿Cómo recuerda su aparición en el mundillo literario, con Lo peor de todo, en 1992, y cómo percibió el interés del público y la crítica?
Lo que más recuerdo es cuando Constantino Bértolo me dijo que iba a editar la novela en Debate. Yo era apenas un crio y de pronto tenía un gran editor en una magnifica editorial. No me lo podía creer. Esa emoción probablemente no se borre nunca. A partir de allí las cosas fueron sucediendo. Pasé a otro gran editor, Enrique Murillo en Plaza & Janés, y supongo que alcancé cierta relevancia. Es curioso, porque lo vives un poco a medias. Siempre he estado, en realidad, enfrascado en el libro siguiente.
Para cierta generación de autores españoles, la música, el cine y la literatura del siglo XX estadounidense se convirtió en una fuente de influencia inagotable. ¿Estaría en usted tal influencia desde sus comienzos literarios?
No más que otra docena de influencias. Peter Handke, Miguel de Unamuno, Yukio Mishima o Margerite Duras, por citar cuatro de entre cientos de autores, tendrían el mismo peso, que pongamos, Sam Sephard, Raymond Carver o John Cheever. En cuanto a la música, (y ni mucho menos me refiero sólo al Rock), siempre me ha apasionado, pero no se hasta que punto tiene que ver con lo que he escrito. Quitando un libro puntual.
¿De qué forma se inició en la escritura y qué escritores le acompañaron en esa formación literaria a la hora de ponerse a escribir ya con conciencia artística?
Me inicié en la escritura leyendo, claro. No hay otro camino. Y la literatura es un universo inabarcable, así que todo lo bueno que era capaz de encontrar me ayudaba. No diré que Virginia Woolf, Louis-Ferdinand Céline, Elisabeth Bishop o Vladimir Nabokov, pongamos por caso, me acompañaran, más bien me dedicaba a perseguirlos con desesperación… y bueno, es más o menos, lo que sigo haciendo, cuarenta años después.
Después de tres décadas publicando, ¿las expectativas, si las tuvo en su momento, se han cumplido sobre el tipo de trayectoria narrativa que quería llevar a cabo?
Supongo que todo lo que intentaba o soñaba entonces, era seguir escribiendo y publicando. Diré, sin falsa modestia, que las expectativas se superaron.
Se ha destacado esta frase a la hora de presentar la novela. «El mundo, es bien sabido, no es más que una emboscada». ¿Sería el lema de la obra, el mensaje pesimista de que estamos encerrados, vigilados, marcados por la fatalidad?
No sé qué decirle, una novela según la entiendo, no es un mensaje. Ya tenemos alrededor demasiada «Literatura Causa». Lo que intento es encontrarle una forma de escritura concreta a un rumor de ideas. No todas necesariamente pesimistas.
En este sentido, ¿cómo ha evolucionado tu mirada hacia el mundo, literariamente hablando, desde Lo peor de todo hasta TIM? Lo decimos porque el enfoque de sus primeras obras estaba marcado por la desolación, por una evidente incomodidad ante la vida por parte de los personajes, ¿correcto?
Quiero imaginar que afronto la desolación de una manera más amplia. Como diría Michel Houellebecq, ampliando el campo de batalla.
La situación del protagonista postrado en una cama recuerda Johnny empuñó su fusil, de Dalton Trumbo, de 1939, en que hace fluir el pensamiento, las percepciones del soldado Joe Bonham, que recibe el impacto de un obús en las trincheras, durante la Primera Guerra Mundial, y se despierta en un hospital. ¿Tuvo en cuenta esta u otras ficciones que llevan a un estado de inmovilidad, incomprensión y amnesia?Principio del formulario
No me acordaba de Bonham, pero no es mala referencia. Pensaba más en Juan Carlos Onetti, Felisberto Hernandez, o el Thomas Bernahrd de El sótano.
En la página 18 se hace una alusión al Segismundo de La vida es sueño de Calderón de la Barca. ¿Su personaje sería una suerte de personaje calderoniano moderno dentro de una pesadilla?
Y Calderón claro. Puede que sea el verdadero motor primero de esta pequeña ficción.
Se dice también que echa en falta aquello que no recuerda, de modo que ¿la novela podría interpretarse como un ejercicio sobre lo que implica recordar u olvidar, la relatividad de todo eso? Lo que también llevaría a lo que hoy llamamos identidad individual, como cuando en la página 54 Tim no se reconoce como el arrogante o el taimado, porque muy bien no sabe quién es.
No concibo otra identidad que la individual. Y me temo que esa empieza cuando uno no sabe muy bien quien es ni por qué. Digamos que es justo ahí donde comienza el viaje.Final del formulario
Toni Montesinos