En los últimos años han nacido varias editoriales dedicadas al libro ilustrado, y otros sellos han decidido añadir este género a sus catálogos. ¿A qué crees que se debe?
Hay un auge de la ilustración, en parte gracias a que ésta ha entrado en las Facultades de Bellas Artes, en las escuelas de Arte y los másteres que eternizan el periodo de estudios. Y las nuevas técnicas de impresión permiten impresiones más baratas. Hay una cierta saturación de imágenes, aunque hay espacio para todo tipo de sensibilidades; para la belleza por la belleza, para la ilustración comprometida, para el riesgo…
En el público educado en la cultura de la imagen y que ha crecido con ella, el editor ha encontrado a un lector dispuesto ha aceptar los libros ilustrados fuera del marco de la infancia. Si a esto le añadimos la crisis del libro físico y que las obras clásicas están libres de derechos, nos explicamos por qué las editoriales están publicando tanto texto clásico en formato ilustrado. Las ediciones ilustradas y cuidadas son una forma de que el libro físico no desaparezca, porque ofrecen algo imposible de lograr con el libro digital.
¿Qué aportan las ilustraciones a la nueva edición de un texto que ya existía anteriormente, como por ejemplo, el relato El hombre del traje negro de Stephen King (Nórdica)?
Enfrentarme a un clásico que ya leí tiempo atrás me permite tener otra perspectiva, que vivo como un privilegio, una nueva oportunidad que se me ofrece para hacer una nueva a lectura de un libro.
No es mi intención decirle nada al autor, ni osaría corregir a Nathaniel Hawthorne o a Bram Stocker. Simplemente los revisito y me adentro en ellos hasta encontrar mi punto de vista, un lugar desde el que partir en un viaje alrededor de su obra sin perturbar su esencia. Por ejemplo, si Henry James quiso dejar al lector en la duda de si los fantasmas existen o no, no voy a ser yo, aunque la tentación sea grande, quien desvele el misterio al lector mostrándolos.
En el momento de abordar la ilustración de El hombre del traje negro, poco me tenía que importar quién fuese el escritor y me dediqué a pasear entre las líneas escuchando los silencios que iba encontrando en el texto, porque en esos silencios es donde creo que se halla la ilustración. Al enfrentarme a este relato tenía que tomar la decisión de mostrar o no al hombre del traje negro que le da título, y decidí no hacerlo por dos razones. En primer lugar, porque está minuciosamente descrito y no había espacio para la fantasía. Además, no sabemos si en realidad el protagonista tiene un encuentro con este hombre del traje negro, el diablo, o no. Así que tomé el riesgo de no representarlo, aunque fuese el protagonista de la escena sobre la que pilota la narración, y así dejar que fuese el lector quien decidiese si esta presencia fue una realidad o una fantasía del niño.
La ilustración no debe reflejar el texto, porque entonces se convierte en un elemento reiterativo. La ilustración tiene que sugerir, arropar o incluso negar el sentido del texto, creando de esta forma otra imagen en la mente del lector. Tanto en la portada como en las ilustraciones de interior, debe reinar la misma premisa: insinuar, contar sin contar, para dar pie a una lectura que despierte la imaginación del lector.
¿Crees que el futuro del libro en papel reside en estas ediciones más estéticas, de mejor calidad?
Es imprescindible pensar en la sostenibilidad del planeta, por lo que el paso de periódicos, revistas, libros de bolsillo, etc. al formato digital es imprescindible. Además, lo encuentro mucho más cómodo. Somos animales de costumbres, pero tenemos que abandonar nuestros antiguos hábitos y adquirir otros nuevos.
Sin embargo, al abrir un libro ilustrado nos dejamos llevar por el tacto, el olfato, la vista e incluso el sonido del las páginas al pasar. Esta experiencia es irreemplazable por cualquier medio digital y este es su potencial para tener un largo recorrido.
¿Han encontrado los ilustradores un nuevo nicho de mercado en el sector del libro?
Sí, aunque este nicho siempre ha existido, sobre todo dentro del mundo de la edición infantil.
¿Cómo es el proceso para ilustrar un texto? ¿Los editores te piden que ilustres determinados pasajes, los escoges libremente…?
Siempre he tenido libertad para afrontar y abordar el libro desde mi propia perspectiva. En primer lugar leo, releo, estudio el texto y le doy mil vueltas. Mientras tanto no puedo evitar ir abocetando las primeras ideas, que en mi caso son las más válidas. Después paso a hacer los bocetos, estudio la época en la que se desarrolla la historia, planifico la paginación y paso a la realización de los originales. Imagino que este proceso es común a casi todos los ilustradores.
¿Utilizas lápices y papel o te has pasado a las herramientas digitales?
Trabajo de forma manual, papel, lápiz y poco más. Sin embargo, una vez finalizada la imagen la digitalizo y, por supuesto, la retoco si hace falta con Photoshop para alcanzar el resultado que persigo. Las herramientas digitales no hacen más que facilitarme la vida. Hoy por hoy son imprescindibles en mi cotidianidad laboral.
Tus ilustraciones son oscuras, con indudables tintes góticos… Le van genial a historias como Otra vuelta de tuerca (Círculo de Lectores). ¿Cómo definirías tu estilo? ¿Y quiénes dirías que son tus referentes?
No me gustan las definiciones ni siento necesidad de hacerlas. Mi estilo es el resultado de años de trabajo y la voluntad de superar mis limitaciones.
He disfrutado de una formación clásica que me ha hecho adentrarme en la historia del arte y hay miles de fuentes en las que he bebido. Siempre he admirado la pintura flamenca: Los Brueghel, viejo y jóvenes, Van Eyck, Van der Weyden… pero también de Daumier, Käthe Kollwitz y Mark Rothko me apasionan. Todo aquello que me emocione tiene algo que enseñarme.
De todos modos eso que llamamos «inspiración» hay que buscarlo en disciplinas que estén lo más alejadas posible de la tuya. Música, cine, pintura… Mi trabajo es consecuencia de mi personal visión del mundo y la ilustración es el medio que escogí para relacionarme con él. Un lugar solo mío y en el que me siento a salvo.
¿Hay algún género literario que te guste ilustrar más que otro; por ejemplo, la fantasía o el terror?
Todos los géneros pueden ser interesantes, la tensión a la hora de enfrentarse a ellos es lo que no hay que perder nunca, y hay que enamorarse de ellos como si fuese el amor definitivo. En cualquier género literario puedes encontrar tu lugar, una idea, una inspiración… Lo importante es tener los ojos abiertos y la mirada inquieta.
¿Es posible narrar una historia únicamente con ilustraciones, sin nada de texto, como haces en Circus (Edelvives)?
Si existe Circus quiere decir que el narrar sin palabras es posible. Circus fue la oportunidad de cumplir antiguos sueños. Desde el principio de mi carrera tuve una ilusión: la de contar historias únicamente con imágenes, sin el apoyo de un texto, y que llegasen a ser comprensibles. No es fácil, hay que jugar con las elipsis, los detalles, y medirlo todo muy bien para que nada traicione la trama argumental. Era puzle al que había que dar forma lentamente, pues nada podía sobrar o faltar.
¿Cómo se afrontan unas obras tan complicadas como aquellas portadas para The New Yorker sobre el 11-S y los atentados de París que dibujaste?
Cuando ocurren hechos como el atentado a Charlie Hebdo, el conseguir publicar una portada es una mezcla de alegría y de enorme tristeza. Sientes que si el hecho hubiese ocurrido no habrías tenido que realizar esa portada de la que te enorgulleces. Sin embargo, hay portadas más alegres, de las que disfrutas por su repercusión. Pero no hay que olvidar cuántas ideas, cuántos bocetos e incluso finales se quedan olvidados por el camino hasta que una portada es publicada.
Es mi trabajo y cuando tengo que afrontar un reto semejante procuro hacerlo con seriedad, con la responsabilidad que merece, aunque luego los tiempos son los que mandan y haya que solucionar una portada en horas.
De entre todos los libros que has ilustrado, ¿tienes un preferido?
Quizás, un libro como Snowhite me permitió hacer una versión de un clásico y al mismo tiempo desarrollar mi propio lenguaje en blanco y negro, algo que siempre me había causado problemas. También pude desarrollar exposiciones interactivas, animaciones… Nunca pensé que aquel pequeño y modesto libro iba a llevarme tan lejos.
¿Y qué libro ilustrado de otro artista nos recomendarías?
El pato y la muerte, de Wolf Elrbruch, por su inteligente y delicada forma de acercar la idea de la muerte al niño, además de ser estéticamente sencillo y bello.
¿Puedes contarnos qué nuevos proyectos editoriales tienes entre manos?
Me encuentro en una especie de limbo donde todo es posible, así que iré hacia donde la vida me lleve, dejo al azar el hallazgo de nuevas aventuras.