«Una chica estupenda, un señor maravilloso, si puede ser rico y uniformado, mejor, pero con una parte oscura, problemática»
«El sexo es el motor que mueve el mundo, y ya era hora de que lo asumiéramos con naturalidad.»
«Hablamos de ventas millonarias, de lectoras entregadas y, sin embargo, no parece que sea un género con mucha prensa.»
«Es imposible no haberse herido los ojos con esas portadas de hombres atléticos de torso desnudo y mirada decidida que sostienen a una muchacha medio desmayada ante tanta virilidad y con el vestido a punto de caer al suelo.»
La literatura romántica es un género ignorado por la crítica, pero millonario en ventas y con autores que arrastran un fenómeno fan solo comparable al de algunos escritores de novela juvenil. ¿El secreto de su éxito? Unas historias que son pura evasión y (alerta spoiler) que siempre acaban bien.
Josan Hatero
Los nombres son importantes. A la hora de hablar de algo, mejor si se sabe cómo se llama. Así, la primera duda es: ¿literatura romántica, novela rosa o chick lit? Esther Escoriza, editora de los sellos Esencia y Zafiro, tiene clara la respuesta: «Literatura romántica, a mí lo de rosa no me gusta nada. Y lo de chick lit es cosa del pasado, ya no se lleva», asegura. «Se trató de una moda, pero eran personajes frívolos, mujeres de alto poder adquisitivo completamente ensimismadas, que solo pensaban en marcas y en consumir. Para que la novela romántica funcione debe contar con una protagonista con la que te puedas identificar».
María Eugenia Rivera, Directora Editorial de HarperCollins Ibérica, coincide en el rechazo al termino chick lit: «Son novelas que no son necesariamente románticas. Tal vez sería mejor hablar de comedia romántica, que no limita tanto».
Y comieron perdices
Bueno, ya sabemos cómo llamarla y cómo no. Ahora vamos a intentar definir a la literatura romántica. ¿Cuáles son las claves? «Como siempre dice Merche Diolch en los encuentros Yo leo RA de Madrid, es indispensable que acabe bien», apunta Andrea Tommasini, responsable de Comunicación y prensa de Roca Editorial. «La estructura narrativa es en realidad bastante sencilla, hasta podríamos decir que clásica: se puede cambiar la ambientación (actual, histórica o incluso futurista) o la importancia del sexo en la historia; se pueden añadir elementos fantásticos (hombres lobos, vampiros, etc.); pero al final lo que importa es que sean felices y coman perdices». Entre medio, por supuesto, mucho drama, al estilo de los folletines. Y unos personajes que enganchen: «Una chica estupenda, un señor maravilloso, si puede ser rico y uniformado, mejor, pero con una parte oscura, problemática», dibuja Esther Escoriza. Imposible no pensar en Cumbres borrascosas, el clásico de Emily Brontë. «¡Es que es una de las novelas precursoras del género!», se anima Escoriza. «Claro que si yo la editara ahora le cambiaría el final: le daría uno feliz», remata.
Tanto final feliz recuerda a los tradicionales cuentos de hadas, que terminaban con el consabido banquete a base de perdices. ¿Es la literatura romántica una versión adulta de esos cuentos? «Bueno, aunque su lectura es agradable y amena, no resulta necesariamente simple, ya que paralelamente a la historia romántica podemos encontrar diferentes tramas que enriquecen la obra y tras las que, en muchos casos, hay una gran labor de documentación», matiza María Eugenia Rivera.
Vale, pero el componente de literatura de evasión se mantiene, ¿no? «Como periodista, me considero mucho más didáctica y divulgativa que escritora de ficción sin otra pretensión que la de entretener», asegura Elisabeth García Iborra, autora de la novela El amor me persigue, pero yo soy más rápida. Y añade: «En el fondo siempre que escribo pretendo que mis lectoras vean otros modelos, que se sientan motivadas para empoderarse y vean que otro tipo de relación igualitaria es posible».
No más damiselas en apuros
De acuerdo, hablemos de personajes. ¿No son un poco estereotipados? ¿Qué hay de esa gente que afirma que la literatura romántica difunde comportamientos machistas? «La literatura romántica ha evolucionado mucho desde los tiempos en los que las protagonistas estaban al servicio de los personajes masculinos. Ahora las novelas reflejan la independencia femenina, su rebelión cuando es necesario, el lugar en el mundo que ellas mismas buscan a través de su fortaleza», rebate Rivera. García Iborra abunda en esa evolución: «Me parece lógico que, si las mujeres hemos cambiado, las escritoras transmitamos esos cambios. Yo no podría escribir como una mujer sumisa y dependiente de un hombre porque no lo soy, nunca lo he sido, ni me cabe en la cabeza serlo. Ergo, soy incapaz de escribir desde esa perspectiva y ponerme en la piel de una mujer así. Tampoco es el prototipo de mujer que quiero dejar como legado para la posteridad en mis libros». Esther Escoriza también cree que cualquier tiempo pasado fue peor: «Antes sí, a las mujeres de mi generación nos educaron para esperar a un príncipe azul. Pero las de ahora son de armas tomar, mujeres que toman la iniciativa».
Menos sumisión, ¿más lencería?
Basta echar un vistazo a los títulos más vendidos del género para comprobar que ese tomar las riendas de los personajes femeninos se traduce en más sexo. Inevitable convocar aquí el súper éxito de la saga Cincuenta sombras de Grey. ¿Seguimos en el terreno de la fantasía femenina o es un reflejo de los tiempos que vivimos? García Iborra lo tiene claro: «El sexo es el motor que mueve el mundo, y ya era hora de que lo asumiéramos con naturalidad. Lo que está pasando es que las mujeres se están liberando de sus tabúes y de sus miedos, y están conociendo su sexualidad, sus fantasías, sus deseos carnales, y cada vez se cortan menos en explorar nuevos gustos y caminos hacia el placer. Si es gracias a que la literatura les erotiza y excita, pues mejor para las que escribimos sobre sexo intentando vencer prejuicios y tapujos».
«Erotismo ha habido siempre en la novela romántica», apunta Escoriza. «Siempre se ha enseñado carne y se ha llamado a las cosas por su nombre. Aunque es verdad que ha habido un aumento en los últimos años. El sexo es más mainstream. Pero funciona cuando son historias de amor, no de sexo», advierte. Ana Liarás, Directora Literaria de editorial Grijalbo, menciona algunas autoras que arrasan en ventas gracias a ese punto picante extra: «Además de E. L. James, Megan Maxwell, Sylvia Day y J. Kenner son otras autoras del género con muchas seguidoras. Sus novelas tienen los ingredientes clásicos del género (atracción, sensualidad, amor, encuentro, desencuentro, celos, engaño y un happy end), pero aderezados con un contenido más osado y gráfico en el aspecto sexual».
Más osado en lo sexual, seguro; sin embargo, muchas voces se han rebelado contra el éxito de las Cincuenta sombras tachándolo de «porno para amas de casa de mediana edad frustradas», etiqueta fea donde las haya. «Mira, sabemos de muchas lectoras que se saltan la parte sexual de los libros porque lo que de verdad les interesa es el romance», asegura Escoriza. En cuanto a lo de la edad media de las lectoras, Ana Liarás lo desmiente: «E. L. James ha conectado con todas las edades: es sorprendente la cantidad de lectoras jovencísimas que la leen. El mito de la pérdida de la virginidad está en la base de la trama de Cincuenta sombras de Grey».
Damas ¿y caballeros?
Hablamos de lectoras, siempre en femenino. ¿Es que no hay lectores masculinos? «Los hay, pero pocos. No creo que sumen más de un 10 por ciento», calcula Esther Escoriza. «Y muchos lo hacen a escondidas, salvo honrosas excepciones como Alejandro Sanz, que se ha fotografiado con una novela de Megan Maxwell en la mano. Sin embargo, gracias a los soportes digitales, ahora pueden leer tranquilamente sin tener que cubrir la portada», anima.
«Las historias de romance erótico suelen estar narradas desde el punto de vista femenino, escritas por una mujer y pensando en la consumidora final, que es una mujer», explica Ana Liarás. «El porcentaje de lectores masculinos es ínfimo. En el caso del fenómeno de E. L. James algunos se acercaron llevados por la mera curiosidad de ver qué se escondía detrás de tanto revuelo».
¿Y autores masculinos? ¿Los hay? «Sí, claro que existen. La mayoría usa seudónimos, pero eso no quiere decir que no sean conocidos sus nombres reales en el ambiente de la novela romántica, como J. de la Rosa (José de la Rosa) o Lorraine Murray (Enrique García). Carolina P. Alcaide, la ganadora de nuestro IV Premio HQÑ, también es un hombre», desvela María Eugenia Rivera.
El amor está en el wifi
Hablamos de ventas millonarias, de lectoras entregadas y, sin embargo, no parece que sea un género con mucha prensa. Entonces, ¿la promoción de nuevos títulos? «Funciona muy bien en Internet, en redes sociales, blogs y booktubers. De hecho, es el género que más descargas digitales vende», asegura Esther Escoriza. «Todas las autoras son muy conscientes de ello y cuidan muchísimo sus perfiles en redes».
Andrea Tommasini coincide y suma la importancia del contacto cara a cara: «Hay mucha promoción que se hace a través de blogs y videoblogs, pero el boca a boca también es importante. Al igual que participar en las jornadas que las lectoras montan de forma casi espontánea por toda España, desde Coruña a Mallorca, pasando por Madrid o Málaga. Hay mucha gente apasionada que nos ayuda a que los libros se muevan», agradece.
«Nosotros tenemos una difusión muy potente en las redes, donde nos siguen muchos lectores con los que estamos constantemente en contacto. Nuestro Departamento de Digital mantiene puntualmente al tanto de novedades y noticias a booktubers, blogs, etc», informa María Eugenia Rivera.
Ana Liarás abunda en el tema: «Se trabaja mucho en las redes sociales, con los blogs, con las ferias y encuentros para fans del género, firmas, concursos. Trabajamos mucho con los blogueros. Les mandamos ediciones anticipadas para que las puedan leer y comentar, y organizamos encuentros con los autores».
Entonces, se confirma que los suplementos culturales no prestan demasiada atención al género. «Realmente, la novela romántica no conlleva mucha promoción, es raro que te llamen para entrevistarte porque la historia se vende sola, al final se trata de amor y sexo, no da tanto juego como otras temáticas», ilustra García Iborra. Lo que sí que me sorprendió es la cantidad de reseñas en blogs de lectoras especializados en literatura romántica y erótica», coincide la autora, que ahora está promocionando Tenemos que hablar. El traductor imprescindible para entendernos entre géneros.
Dicho entusiasmo por parte de los lectores supera con creces al de otros géneros literarios, novela negra y de ciencia-ficción incluidos. «Lo importante es que la gente lea, ¿no? Pues ya está, que cada uno lea las historias que más le apetezca», remata Esther Escoriza cargada de razón. Y si resulta que tienen un final feliz, oye, miel sobre hojuelas.
Romántica y juvenil
La literatura romántica tiene un enorme caldo de cultivo en la novela juvenil, un género siempre permeable a la mezcla con otras corrientes literarias. Sin embargo, nos preguntamos si se repiten los mismos patrones, pero rebajando la edad. María Guitart, editora de Planeta, nos resuelve la duda: «Sin duda, tiene que acabar bien, el final feliz es inevitable. Sin embargo, aquí no hay millonarios ni highlanders con kilt. Normalmente son historias más cotidianas, que transcurren en escenarios más reales, como el instituto o la universidad. Piensa en la saga After de Anna Todd o en las novelas de Federico Moccia», ilustra. «Y tiene que haber drama: chica y chico se conocen y son almas gemelas, pero se pelean por culpa del entorno, por un personaje secundario que malmete y que provoca una montaña rusa de emociones». Y en cuanto a las protagonistas, ¿se nota el cambio generacional con sus hermanas mayores de la romántica? «Sí, ya no son pasivas, han evolucionado, no están esperando a que las cosas pasen. Son más cañeras. Esto los autores lo tienen muy en cuenta: se están dirigiendo a un público lector que se está formando, por lo que en ocasiones no es raro que tengan un punto didáctico. Ah, y es importantísimo que la lectora se pueda identificar con la protagonista».
María Guitart nos explica que la juventud de sus lectores se refleja en la pasión con la que viven estas historias, el fenómeno fan: «Sienten a los personajes como sus amigos. En las firmas y encuentros abrazan a los autores e incluso les reprochan si han hecho a su protagonista favorito algo con lo que no están conformes. ¡Llegan a tatuarse sus nombres y frases de las novelas!».
Y esta mezcla de géneros, juvenil y romántico, ¿se traduce en un trasvase de lectores? «No necesariamente, son públicos distintos, la lectora de romántica no acostumbra a comprar juvenil ni viceversa», explica Andrea Tommasini de Roca Editorial. «Aunque es verdad que la novela juvenil marida muy bien con otros géneros, como el fantástico. En nuestro caso, una serie de romántica juvenil que ha triunfado es La selección de Kiera Cass, que ha sido definida como una mezcla perfecta entre la Cenicienta y los Juegos del hambre».
Tomamos buena nota. Y le pedimos a Guitart que nos haga una predicción, ¿cuál crees que será el próximo título de este subgénero que va a triunfar en ventas? «Un amor oscuro y peligroso, de Molly Night, una historia de amor entre un vampiro y una humana que creo que va a funcionar».
De torsos y desmayos
Aunque uno no haya tenido nunca una novela romántica en las manos, es imposible no haberse herido los ojos con esas portadas de hombres atléticos de torso desnudo y mirada decidida que sostienen a una muchacha medio desmayada ante tanta virilidad y con el vestido a punto de caer al suelo. Sin duda, estas portadas eran en gran parte culpables de que ningún crítico se tomara las novelas románticas en serio (y de que ningún hombre que no fuera un ejemplo de valentía se atreviera siquiera a sostenerlas). En Estados Unidos esas portadas se siguen manteniendo en gran parte, sin embargo, en España ya apenas se ven. «Han quedado muy pasadas», confirma Esther Escoriza, editora de Esencia y Zafiro. «Ahora se buscan otros colores y un diseño más moderno». Los libros tienen más sexo, pero parece que se busca más la insinuación que lo explícito. Sin duda, un reflejo de cómo ha cambiado la sensualidad en nuestros días. Los editores buscan portadas que llamen la atención y dejen claro el subgénero al que pertenecen, pero alejándose de clichés y estridencias. Es habitual ver fondos en negro si la historia tira hacia lo erótico, en blanco si el acento está en el romanticismo, en colores vivos si se trata de una novela urbana cercana a la comedia romántica.
Sin duda corren malos tiempos para tipos como Fabio Lanzoni, un modelo italiano que copó decenas de portadas de novelas románticas gracias a su torso apolíneo y su larga melena rubia. Tipo con vista, en los años noventa se apuntó al carro y publicó varias novelas románticas con su nombre. Así, además de lucir palmito en la portada, podía mirar a los ojos de sus lectoras desde la foto de la solapa interior.
Josan Hatero es escritor y su última novela fue La piel afilada (Alfaguara).