Tres compañeros se quedaron en la calle al mismo tiempo. Tres libreros que trabajaban para una gran cadena con principios pequeños, ya que les dejó en la cuneta y con sueldos en la columna del «Debe». ¿Y qué hicieron? «Trabajar como queremos hacerlo», esa es la respuesta que da María Eugenia Rodríguez cuando habla de la creación de Botica de Lectores, en Sevilla, junto a Rafael Rodríguez y Miguel Ángel Neva.
En marzo de 2016 decidieron dar este salto mortal, con la única red de su pasión por la literatura y por su oficio, que va mucho más allá de vender libros. Y no sólo abrieron una librería sino dos, por aquello de añadir emoción a la pirueta. «Este trabajo sólo se puede hacer por amor; si no lo sientes, mejor montas un bar». María Eugenia Rodríguez transmite una férrea devoción por lo que hace «catorce horas al día» y agradece trabajar entre amigos, tanto en lo que se refiere a sus compañeros de aventura empresarial como a sus clientes.
Tan prolíficas son las amistades que florecen al abrigo de las dos librerías, una en la calle República Argentina y la otra en Asunción, que esta Navidad, la primera que han abierto, sus lectores les han dado más sorpresas a ellos que al revés (y eso que son expertos envolviendo libros en cuestión de milisegundos). Un cuadro de María Eugenia rodeada de libros, tazas personalizadas donde pueden ir sorbiendo el café que siempre bulle en una esquina de la librería… ¡Incluso regalos de la saga Harry Potter, a la que tienen reservado un rincón perenne!
Porque el mejor regalo no es el más caro, sino el más pensado. Bien lo saben estos libreros, que comenzaron su andanza «sin un duro» y por eso pusieron la imaginación a hacer horas extras, para llegar donde la cuenta bancaria ni se acercaba. Un ejemplo es su escaparate, del que la librera cuenta que se lo ha regalado «la calle», ya que de ella rescataron una cómoda destinada a convertirse en astillas, le sacudieron la carcoma, la vistieron con pomos nuevos y… voilà! Ahora ocupa el lugar preeminente de la tienda, abrigando en sus cajones las novedades del mes o los títulos que estos tres libreros quieren que sus lectores tengan más en cuenta.
Las máquinas de escribir que jalonan las dos librerías también encierran su historia. La Underwood dorada y negra perteneció al padre de uno de los fundadores de Botica de Lectores, pero la Royal, la Olivetti… Todas tienen su biografía pendiente de escritura, tanto que tientan con sus sonoras teclas a los lectores que deambulan en busca de un nuevo libro.
Botica de Lectores es una librería generalista, donde encontrar de todo. ¿Cómo iba a ser de otra manera, con ese nombre? Y es mucho más. «Una librería no es una tienda de libros, tampoco un comercio… Es otra cosa». Y esa otra cosa es la que María Eugenia, Rafael y Miguel Ángel dominan, como reluce en su programación de actos. Presentaciones, lecturas, un café literario en el que los lectores y los autores comparten merienda y pensamientos, encuentros mensuales de literatura juvenil centrados en un género literario, bibliofórum de fantasy y ciencia ficción, cuenta cuentos en castellano y en inglés, un club de lectura, un taller de relatos… ¿Falta algo? Sí, su Literágora, un encuentro a cuatro bandas que convoca en cada ocasión a un editor, un librero, un autor y un distribuidor, para ofrecer una panorámica completa del mundo del libro.
Su última ocurrencia ha sido llevar a tiras cómicas sus anécdotas más divertidas con clientes, algo de lo que se encarga Lina Lalinilla, quien ha pasado de clienta a autora de «La tira de la Botica». Todos los domingos lanzan una nueva entrega en redes sociales, para que sus lectores no les echen de menos ni el día de cierre. Por algo María Eugenia, cuando algún cliente le pregunta cuándo descansa, tiene clara la respuesta: «Mañana».