EFEMÉRIDES
(Aranyó, La Segarra, Lérida, 1 de abril de 1918-Barcelona, 26 de junio de 1990)
Descendiente de familia noble, Manuel de Pedrolo fue un escritor tímido, solitario, que huía de los oropeles de la vida, porque su vida era la literatura. Cuando recibió el Premi dʼHonor de les Lletres Catalanes en el año 1979, lo aceptó, pero donó su dotación a la Associació dʼEscriptors en Llengua Catalana. Pedrolo no aparecía en la televisión ni en la radio y solamente concedía entrevistas escritas.
Lector voraz de libros raros y malditos, escribió siempre lo que quiso: por esa razón se cebó tanto con él la censura, que además de recortar su obra, la retrasó quince, veinte años. No obstante, Pedrolo tenía sus estrategias para burlarla: utilizaba la ciencia ficción, recurso que empleaban también Joan Perucho y Pere Calders. Cuando murió Franco empezó a vaciar cajones de títulos que habían sido desautorizados. En consecuencia, hay que tener en cuenta que las modernidades literarias que aparecieron en sus obras se habían escrito mucho antes de que se publicaran.
Pedrolo escribía desde la máxima libertad del creador (de acuerdo también con su filosofía existencialista), a sabiendas de que en muchos casos no vería su obra publicada, porque nunca renunció a sus ideas. Era incorruptible. Se le valoró mucho más después de muerto (eso no es nada original), porque en vida fue un escritor incómodo. Su actitud era de auténtico y profundo compromiso contra la injusticia y la diferencia de clases, así como su posicionamiento crítico en relación con el país; siempre fue un independentista convencido.
Muy prolífico, es un autor inacabable. Grafómano compulsivo, su hija, Adelais cuenta que había escrito 20.000 páginas. Apasionado de la búsqueda formal más extremada (Josep Iborra escribió en la edición de Premi literari i més coses: «Su obra es una permanente tentativa experimental que trata siempre de investigar la técnica que exige un tema o el tema que exige una determinada técnica»), cultivó los géneros más diversos en una producción que abarca 128 obras. Sin olvidar su faceta de traductor, escribió poesía, novela, cuentos, volúmenes epistolares, artículos de prensa, teatro…
Respecto a la producción teatral, M. Aurèlia Capmany afirmaba que aunque fue autor teatral, no fue un hombre de teatro, a pesar de que su narrativa posee teatralidad.
Autor traducido a más de veinte idiomas y premiado (Premio Joanot Martorell, Premio Mercè Rodoreda, Premi Crítica Serra dʼOr de Literatura y Ensayo), llama la atención que su obra es muy desconocida pese a lo muchoque llegó a escribir. La razón nos la da Sebastià Bennasar (Manuel de Pedrolo, manual de supervivencia, Meteora) que da tres motivos: lo que llegó a cebarse la censura contra él desde que empezó a escribir (factor ya mencionado), la política de capillitas e intereses del mundo editorial y su insobornable fidelidad a la independencia de Catalunya desde un marxismo heterodoxo. Paradójicamente es el autor de uno de los libros más vendidos en catalán: El mecanoscrit del segon origen, título que se ha convertido en un longseller.
De acuerdo con Anna Maria Villalonga, comisaria del año Pedrolo, su gran contribución ha sido la voluntad explícita y decidida de otorgar un carácter de normalidad a la literatura en lengua catalana en un momento nada sencillo, la lucha por crear lectores, por acercar sus textos en catalán a un sector más amplio de gente.
Quizá no escribió una gran obra clásica como hicieron Mercè Rodoreda o Llorenç Villalonga, pero en su caso es el conjunto lo que suma. Afortunadamente, diversas editoriales han publicado y publicarán algunas de sus obras para conmemorar el centenario de su nacimiento. Propuestas realmente interesantes son: Acte de violencia, Joc brut, Cendra per Martina, Mʼenterro en els fonaments, Balanç fins a la matinada… O el conjunto de las once novelas que conforman Temps obert o las cuatro de Terra prohibida.
Es una deuda histórica leer a Pedrolo, porque su obra es innovadora, original, moderna de contenido y forma, una escritura que se recrea en juegos literarios y que siempre destila la honestidad de su pensamiento.