«Además de controlar la educación superior y media, los nazis estaban muy preocupados por influir en la educación moral y el ocio de los niños y adolescentes».
«En algunos casos las mujeres se dejaban embarazar para dar más hijos a Hitler o secuestraban niños de raza aria en los territorios conquistados».
Los últimos en rendirse en el Berlín asediado y en ruinas de abril de 1945 fueron los jóvenes, muchos de ellos casi niños, la mayoría criados en los principios del nacionalsocialismo, en medio de una sociedad fanatizada y manipulada por el régimen nazi. ¿Cómo había conseguido Hitler conquistar los corazones de los niños y los jóvenes alemanes en poco más de trece años?
Muchos piensan que Adolf Hitler logró lavar el cerebro a millones de alemanes. Es cierto que su oratoria era capaz de seducir y convencer a cualquiera, pero el proceso fue mucho más lento y progresivo.
El fascismo y el nazismo eran, en la década de los años veinte y treinta, ideas novedosas y para muchos parecían formas razonables de superar a las democracias occidentales que habían caído en la corrupción, la crisis económica y una lenta decadencia cultural.
El famoso crac del 29, el revanchismo de una sociedad alemana humillada, que había visto su país hundirse en la más absoluta miseria y la habilidad de la propaganda nazi fueron algunas de las claves para que se produjese uno de los cambios sociales más rápidos y nocivos de la Historia.
Objetivo controlar a la juventud.
Desde la llegada al poder de los nazis, en enero de 1933, uno de sus objetivos principales fue aleccionar a los más jóvenes y conseguir que fueran afines a su ideología. Para ello, los nazis desmontaron el sistema pedagógico alemán, con el fin de construir uno a su imagen y semejanza.
El el discurso ante los jóvenes en Núremberg en el verano de 1937, Hitler expresó su ideario político sobre la juventud: «La juventud hoy tiene unos ideales distintos a los que poseía en tiempos anteriores. En lugar de una juventud que antaño era educada para el placer, crece hoy una juventud que es educada para la entrega, para el sacrificio; pero en especial, para el fortalecimiento de un cuerpo sano, con facultades de resistencia».
Con el fin de insuflar en los más jóvenes estas ideas ultranacionalistas Hitler utilizó todo tipo de estratagemas.
El nazismo hizo una limpieza de profesores contrarios a su ideología, ya fuera por medio de jubilaciones anticipadas o por expulsiones directas de los maestros sospechosos. Para ello el director del Ministerio de Interior Wilhelm Frick creó el 9 de mayo de 1933 el Diario General de los Profesores Alemanes, en el que se defendía que los docentes debían enseñar a sus alumnos principios nazis.
Antes de la Segunda Guerra Mundial el 97 por ciento de los profesores ya estaba inscrito en la Liga de Profesores Nacionalsocialistas. Además, los propios estudiantes podían denunciar a cualquier docente que no enseñara los valores del partido.
El 10 de mayo de 1933, un día después del manifiesto publicado por el ministro, se produjo la famosa noche de quemas de libros. Miles de jóvenes liderados por la conocida Deutsche Studentenschaft, la asociación de estudiantes alemanes nazis, prendieron hogueras por toda Alemania, enviando al fuego a todos los autores sospechosos de ser comunistas, judíos, liberales o simplemente pacifistas.
El 19 de abril los estudiantes nazis, de forma coordinada, asaltaron aulas universitarias e institutos para sacar de ellas a los profesores judíos, comunistas o contrarios a los nazis, también obligaron a dejar los estudios a los alumnos judíos y comunistas. El control sobre las aulas por parte de los nazis fue total a los pocos meses de la llegada al poder de Hitler.
Las Juventudes Hitlerianas
Además de controlar la educación superior y media, los nazis estaban muy preocupados por influir en la educación moral y el ocio de los niños y adolescentes.
Desde la más tierna infancia, los niños aprendían a leer y escribir utilizando textos en los que se incluía a líderes nazis o sus valores retrógrados. El deporte y las salidas al campo se utilizaban para adoctrinar a los niños y trasmitir los nuevos valores del Tercer Reich.
Antes de la llegada de los nazis al poder las Juventudes Hitlerianas tenían apenas 20.000 miembros. Era una de las organizaciones más reducidas en el ámbito juvenil, pero la prohibición por decreto de todas las asociaciones menos las católicas permitieron que a finales de 1933 la organización nazi ya contara con 2,3 millones de miembros y poco antes de la guerra con 9 millones, la casi totalidad de los niños y adolescentes mayores de diez años.
Los alumnos de raza más pura y los más fanáticos eran educados en las Napolas, las escuelas de Adolf Hitler o las Ordensburguen. Las dos primeras pretendían criar a la próxima generación de líderes nazis y la última formaba a los miembros de la Orden Negra creada por Himmler.
Las Juventudes Hitlerianas atraían a los jóvenes por su simbología militarizada, el compañerismo y el poder que les otorgaba la simple pertenencia a la organización.
A partir de 1943, los nazis convirtieron a las Juventudes en una especie de reserva militar, a medida que se quedaban sin soldados en edad adulta. Al principio ayudaban como voluntarios en los incendios causados por los bombardeos, pero enseguida se incorporaron a unidades como la 12.ª División Panzer SS Hitlerjugend, que fue una de las más fanáticas del ejército alemán. Según avanzó la guerra los nazis enviaron a miembros más jóvenes al frente, algunos de ellos niños de doce o trece años.
La Liga Femenina de muchachas alemanas
Las mujeres fueron adoctrinadas por separado. Alemania pasó de ser uno de los estados que defendían la igualdad entre sexos a convertirse en uno de los más retrógrados de Europa.
La organización constaba de tres etapas, desde niñas de diez años hasta mujeres de veintiuno. Se educó a la nueva generación en valores machistas, por los que la mujer debía ser ante todo madre y dar el mayor número posible de hijos al Reich Alemán. Las SS fundaron las famosas Lebensborn para que sus miembros tuvieran a sus hijos; en algunos casos las mujeres se dejaban embarazar para dar más hijos a Hitler o secuestraban niños de raza aria en los territorios conquistados.
Por otro lado, se limitaba el acceso de las mujeres a la educación superior. La reforma de 1933 limitó a un 10 por ciento el número de mujeres que podía haber en una clase. En la escuela secundaria se redujo casi a la mitad entre los años 1926 y 1937.
El número de mujeres que estudiaba en la universidad país pasó de 128.100 en 1933 a poco más de 51.000 en 1938.
Los soldados más fieles de Hitler
La manipulación de la juventud produjo el efecto perverso de crear una generación para el servicio fanático de los nazis. La música, la forma de vestir o la simple diversión fuera de los cánones del parido estaban prohibidas. Algunos de los jóvenes rebeldes, como los llamados chicos swing, fueron perseguidos por seguir y admirar música considerada degenerada. Los jóvenes querían vestir como los héroes de las películas juveniles norteamericanas. Se calcula que al menos unos trescientos jóvenes terminaron en los campos de concentración por su amor a la música no oficial.
Los protagonistas de Nos prometieron la gloria pertenecieron a esa generación marcada por el nazismo. El deporte y la amistad les permitieron sobrevivir a la presión social e ir contracorriente. Mario, Eduardo, Ernest, Ritter y Hanna son parte de esa generación alemana que se enfrentó al autoritarismo nazi.
El 6 de noviembre en 1933 Hitler lanzó una amenaza que se cumplió plenamente: «Cuando el opositor dice “no me acercaré a vosotros‟, yo le respondo sin inmutarme: “Tu hijo ya nos pertenece. Tú pasarás. Sin embargo, ellos ya se significan en el nuevo campamento. Pronto no conocerán más que esta nueva comunidad‟».
Cuando terminó la fiesta de sangre y fuego y se acabaron las hogueras en mitad del campo, los himnos patrióticos y los desfiles, millones de jóvenes se dieron cuenta de que habían sido seducidos por el mal. Los jerarcas nazis les habían prometido la gloria, pero en su lugar les entregaron una Europa en ruinas que tuvieron que levantar con el esfuerzo de sus manos desnudas.