¿RADIOGRAFÍA DE LA MUJER CONTEMPORÁNEA O UNA MIRADA MASCULINA EN TORNO a LA FEMINEIDAD?
Paulina Vieitez
Helena está llena de trampas. Se oye la voz de su protagonista, que usa el imperativo. Cuenta a los lectores la aventura que supuso el viaje a otro país a estudiar su doctorado, a España, concretamente a Madrid. Pero a la vez nos invita a entrar en su mundo emocional, la simpleza de sus introspecciones primeras. Duras reflexiones: se siente juzgada por abandonar a sus hijos, descalificada por su pareja, sumergida en un vacío emocional que no quiere sufrir más.
Eso sucede en la actualidad, no solo entre las mujeres, sino también entre los hombres de estas generaciones. Hay vacíos, que no se reconocen o no se manifiestan y que duelen hasta la capa más profunda del corazón, que traspasan la piel. Helena se ve en el espejo y no se reconoce, no alcanza a dilucidar en qué punto se encuentra, quiere escapar, como tantas personas que desearían una fuga, un cambio drástico de una realidad que no les satisface, que les pesa. En la obra es fundamental la metáfora del baúl. Es una pieza de equipaje pesada, dura, capaz de ocultar los objetos más preciados, el diario, las heridas y las carencias emocionales.
Podemos hablar de seres humanos, sin distinción: mujeres y hombres padecen igualmente la frustración de no saberse enteramente libres y de sentirse profundamente solos. La obra construye por tanto una radiografía sociológica de la realidad actual, en la que se sigue viviendo en medio del deber ser y del qué dirán. Mujer frustrada y hombre en crisis se encuentran en esta trama, estereotipos, sí, pero también seres individuales con sus sueños y vivencias únicos, con sus «historias» a cuestas. Pretenden trazarse un nuevo camino, para ver si de una vez por todas se encuentran.
Hay una mirada masculina desde Marc, el personaje complemento de nuestra Helena. Un hombre solo, con solvencia económica, como la de la protagonista, pero sin afectos. Capaz de asirse a una fantasía de la mujer con la que se encuentra en el avión hacia Nueva York y que evoca a la troyana, de mirada penetrante y blusa de seda roja. Todo parece indicar que habrán de encontrarse, que se ofrecerán el uno al otro un sinfín de posibilidades. Pero la vida no es lineal ni el guion es predecible. Todo lo contrario. Las espirales emocionales son el hilo conductor y el pretexto narrativo.
Tras la puesta en escena habrá que desentrañar sus misterios y tratar de unir los cabos sueltos. Max Hale es la clave de la obra, el dramaturgo que con lupa, repasando hoja por hoja las siete libretas, reconstruye a un personaje inolvidable, una mujer que vive, anhela, desea. Se mete en sus entrañas, la sueña viva. Está resuelto a no claudicar ante la posibilidad de conocerla, de entregarle su baúl, de ser él a quien ella esté esperando. Mira a través de Marc, su alter ego, y es mirado cuando el telón se abre; también cuando caen las pesadas cortinas rojas y es el fin que lleva al principio de todo.
Estructura
Hay tres actos, un interludio, una entrevista y una página final.
En los tres actos, Helena, Marc, y los personajes secundarios con los que conviven, se mueven entre el mundo físico y emocional. Los capítulos en los que Helena va contando sus nuevas experiencias desde el momento en que se sube al auto camino al aeropuerto, se intercalan con los de Marc, titulados con una palabra que inicia con H aunque esté mal escrita («esa letra muda como lo son un sinfín de mujeres que silencian sus penas y hacen suyas culpas que no les corresponden», dice Ildefonso Falcones refiriéndose a la novela), pues el intercambio sin intención de sus piezas de equipaje, y el silencio de Helena en el principio de la obra, al no contactarlo, posibilitan que esa letra del abecedario que se escribe pero no suena, se convierta en el sello que marca las evocaciones de la misteriosa mujer cuyo baúl posee Marc por azar. Aparece una voz que no es Marc pero que es capaz de contarnos sus vivencias y su universo íntimo.
El interludio juega un papel narrativo fundamental, no es solo una pausa en la trama sino que ofrece a los lectores una información vital que Helena no posee. Está compuesto por las cartas que tanto su marido como sus tres hijos le han escrito antes de su partida. Cartas que decide alojar juntas en un sobre que lleva en su bolso de mano, pero que en un impulso decide meter en el baúl. Lo hace porque no quiere leer aún las verdades de sus más cercanos, porque no está lista para enfrentarse a la posibilidad de saberse rechazada por sus vástagos y porque no quiere enterarse de lo que Lucio, su pareja, de la que está distanciada emocionalmente, tenga que decirle. Quienes leen Helena, tienen acceso a las cartas antes de que ella lo tenga, pues su baúl está en manos de Marc, y hasta el final no se resuelve el asunto.
La entrevista es el cierre y a la vez la apertura hacia la verdad de la obra literaria, del guion teatral. El lector se ve forzado a replantearse el entramado, a rehacer su lectura, presumiblemente predictiva, a reconstruir lo que ha leído y a deshacer o complementar la idea que se había hecho de la trama y los personajes, «el engaño dentro del engaño de la ficción».