Nunca dejo una novela de intriga o thriller sin terminar. Soy un loco de los finales, se trate de El gran Gatzby, Lejos del mundanal ruido, (tal vez las dos novelas con los mejores finales en la historia universal de la novela en occidente) o El largo adiós, para mí, la mejor novela negra que leí.
Como lo prometido es deuda, yo debo saldar la que contraje con vosotros, queridos lectores, en mi sección del número de septiembre. Había quedado que me faltaba terminar de leer el último libro del escritor suizo Joël Dicker, La desaparición de Stephanie Mailer. Y les decía que la impresión que me estaba dejando era que la novela estaba llena de trucos para atrapar al lector (cosa por otra parte nada extraña, tratándose de una novela de intriga), pero tal vez demasiados para mi gusto. Bueno, la novela la terminé con muchas ganas de llegar a su final. Nunca dejo una novela de intriga o thriller sin terminar. Soy un loco de los finales, se trate de El gran Gatzby, Lejos del mundanal ruido, (tal vez las dos novelas con los mejores finales en la historia universal de la novela en occidente) o El largo adiós, para mí, la mejor novela negra que leí. Para resumir, ¿la recomendaría? Vale la pena leerla, y si yo fuera director de una escuela de escritura la pondría de lectura obligada. Para aprender a construir una trama al borde de lo inextricable y cómo se puede incrustar en un relato de género una historia que parece puesta con calzador (la de los extravagantes abuelos de uno de los detectives), pero que demuestra lo excelente escritor que es Joël Dicker.
Paso a otro libro de género que leí este mes. Se trata de la última novela de John Grisham, El caso de Fitzgerald (Plaza & Janés). Confieso que no había leído nada de este auténtico bestseller. Películas sobre novelas suyas, creo que las vi casi todas, y todas dirigidas siempre por directores de postín. No hace mucho, leyendo las sabatinas columnas del amigo Sergio Vila-Sanjuán en el suplemento cultural de La Vanguardia, me entero de la novela de Grisham. La deja tan bien que me pongo a leerla inmediatamente. Esta novela también la recomiendo para los talleres de escritura: Enseña cómo se puede escribir un bestseller de calidad, dándose incluso el lujo de introducir los conceptos de novela literaria y novela popular y explicando cómo se vive esta dicotomía entre las clase literaria norteamericana. La intriga trata del robo de los manuscritos de Francis Scott Fitzgerald por una banda de ladrones especializados en esta categoría de fechorías. Grisham sale airoso en su propósito de combinar entretenimiento y representación casi teatral de un tipo de tribu literaria muy específica en los Estados Unidos.
Como soy un fan infatigable de la música de Mozart, me puse a leer enseguida y de un tirón Mozart en el umbral de su plenitud. Al servicio del emperador (1788-1791) (Acantilado), del musicólogo alemán Christoph Wolff. Este luminoso ensayo sobre el músico de Salzburgo se detiene en los últimos tres años de vida de Mozart. Y en esos años ocurren cosas que muchas veces las biografías que leí no destacan, cuando directamente las eluden. Me refiero al emperador José II, gracias al cual Mozart pudo contar con un sueldo fijo, dejándole mucho tiempo para su obra. La otra cuestión que se obvia es la guerra que el emperador decide iniciar con el imperio Otomano. Esta vació las arcas públicas y eso redundó en perjuicio del mismo Mozart, que no pudo contar con todo el dinero que el emperador estaba dispuesto a invertir en actividad cultural y musical de su imperio. Tampoco es baladí la conexión Mozart-Bach que el profesor Wolff establece. Pocas veces, muy pocas, vi expuesta esta referencia casi capital en la música de Mozart, como en la posterior hasta llegar a Beethoven y Schubert, sobre todo en sus obras de cámara.
No quiero despedirme sin citar una pequeña obra maestra. Me refiero a Cara de pan, de la escritora madrileña Sara Mesa (Anagrama). Trato de averiguar cómo pudo esta autora lograr semejante milagro entre forma, trama y tema. Y esa escritura sin señas de identidad en España, como si hubiera salido de la nada más impredecible. Hasta el mes que viene, queridos lectores, Dios mediante.
ERNESTO AYALA-DIP