Lo sepamos o no, somos hijos de los mitos. Cuando hace más de una década vimos la serie de televisión Perdidos, estábamos, sin pretenderlo, dejándonos cautivar por el imaginario insular, del que han escrito a lo largo de la historia autores tan distintos como Homero, Jonathan Swift o Adolfo Bioy Casares, y que, como bien explica Juan Eduardo Cirlot en su Diccionario de símbolos, es un espacio simbólico de muerte y regeneración. Más tarde, cuando nos enfrentamos al retorno de la serie Twin Peaks, asistimos a una «explicación cosmogónica» de nuestro convulso mundo de hoy, producto de la liberación de fuerzas malignas en una nueva crónica del apocalipsis, la de la bomba atómica. Los jóvenes de hoy regresan una y otra vez a la mitología creada por el Homero de la postmodernidad, el recientemente desaparecido padre de Marvel Comics, Stan Lee; creador de una cohorte de héroes sobrenaturales y dioses a los que llamamos superhéroes, y que actualizan relatos arquetípicos tan antiguos como nuestra civilización.
Con frecuencia nos enfrentamos a todos estos mitos con una ignorancia adánica, obviando que las historias del presente que nos cautivan hunden sus raíces en una frondosa genealogía de relatos y simbologías. En el siglo XX, una serie de autores interesados en disciplinas tan distintas como la filosofía, la antropología, la literatura comparada, la historia de las religiones o la psicología y el psicoanálisis empezaron a darse cuenta de que, más allá de las barreras geográficas y temporales, la civilización humana ha insistido en dar luz una y otra vez a un sinfín de relatos alegóricos que tienen mucho que ver con nuestra identidad. Personajes tan distintos como Mircea Eliade, Joseph Campbell, Carl Gustav Jung o Gilbert Durand, entre otros, se interesaron por el estudio comparado de los mitos, en textos brillantes e iconoclastas que proponían una visión esotérica del mundo (entendiendo el hoy devaluado término «esoterismo», no como sinónimo de extravagancia o charlatanería, sino como una forma de conocimiento profundo, íntimo). En nuestro país, editoriales como Atalanta, la histórica Kairós, Biblok o El Cuenco de Plata, por citar solo algunas, nos han acercado en cuidadas ediciones los grandes textos de los mitólogos, que nos enseñan a repensar la experiencia humana más allá de los prosaicos límites de nuestra vida diaria.
El universo soñado
En Mitos, sueños y misterios (Kairós, 2001), Mircea Eliade nos dice que un mito es «una historia sagrada»; un relato que expresa lo que él llama «una verdad absoluta» que sucede al principio de los tiempos y que no deja de repetirse, adquiriendo así un carácter ejemplar. Aunque el mito sea muy antiguo –como el origen de Adán y Eva o las historias de los dioses que hallamos en la Teogonía–, genera un rumor de oleaje en nuestro inconsciente que se nos antoja extrañamente conocido. Como ocurre con los clásicos tal y como los entiende Italo Calvino, los mitos se configuran como «equivalentes del universo».
Contemplar la inmensidad del espacio –como bien dice Keiron Le Grice al inicio del fascinante ensayo El cosmos arquetipal (Atalanta, 2018)– es asistir a «un misterio enorme e insondable» que nos confronta con nuestra humanidad. La infinitud cósmica nos produce emociones ambivalentes: la atracción y el miedo a un abismo que nos hace sentir, a la vez, eternos y mortales. El firmamento fue, antes de que la ciencia se interesara por tratar de recorrerlo, el territorio predilecto de la imaginación mítica. Por eso no resulta sorprendente que, en tiempos de desconcierto como los nuestros, pensadores como Le Grice propongan una nueva «cosmología» que, más allá de cualquier tentación de superchería, explora de forma profunda la relación que existe entre el mundo moderno y los principios arquetipales que durante tiempo rigieron el orden del cosmos.
Pero, ¿cuál es el origen del universo? La ciencia apuesta por la teoría del Big Bang, que nos sirve sobre todo para entender su expansión, pero que no resuelve una pregunta que se plantea en forma de oxímoron: ¿qué había antes de que hubiera algo? El mitólogo Joseph Campbell nos recuerda, al inicio del bellísimo tomo La imagen del mito (Atalanta, 2012), otra explicación más poética, pero no por ello menos satisfactoria, unida a la mitología hindú: el mundo y todo lo que contiene, con los cielos e infiernos, «es un gigantesco sueño de un solo ser cuyos personajes sueñan a su vez». Así, Vishnú, el «señor del sueño», o el Dios de los cristianos no son más que diferentes encarnaciones de un mismo impulso creador. Cuando nosotros soñamos, emulamos, pues, la labor proteica del fundador. Por eso los sueños nos comunican con una rendija de la existencia que va más allá de nuestra visión «narrativa», recordándonos que somos al tiempo «logos» y «mito».
En busca del conocimiento esotérico
Ya en la Antigüedad griega, el ser humano es descrito como un compuesto de cuerpo, alma y psique. En La tradición oculta del alma (Atalanta, 2013), Patrick Harpur ofrece un estimulante estudio comparativo sobre la escurridiza concepción del alma vista por distintas civilizaciones. En todas ellas está presente su conexión con la trascendencia, como ocurre con el ba de los antiguos egipcios; esa parte del alma que solo aflora cuando dormimos y que, al cruzar el umbral de la muerte, se convierte definitivamente en aj, que es su versión sagrada.
A lo largo de los tiempos, serán muchos los estudiosos –como los gnósticos, los cabalistas, los alquimistas, los espiritistas, los psicoanalistas, los teósofos o incluso los surrealistas– que han tratado de aprehender una forma de sabiduría que va más allá de lo visible. Para ello se han servido de técnicas heterodoxas como la aritmosofía, la magia en sus diferentes acepciones (de la alquimia a la denominada «magia sexual»), las artes adivinatorias, la medicina hermética, la taumaturgia o las comunicaciones con lo invisible (como el iluminismo o los viajes extáticos). Los llamados textos herméticos difundieron en lenguajes encriptados (solo comprensibles para los iniciados) todos estos procedimientos, que, con el tiempo, adquirieron rango de leyenda, y que han servido de alimento a las ficciones más fantasiosas de la literatura o el cine. El filósofo Sarane Alexandrian, vinculado al movimiento surrealista, recoge esta lucha del ser humano por rivalizar en conocimiento con los dioses en un delicioso ensayo titulado Historia de la filosofía oculta (Valdemar, 2014), en el que prescinde de «chiflados o maníacos entregados a especulaciones quiméricas», para acercarse en cambio a «pensadores originales y osados, humanistas rebeldes con ideas brillantes», que, en cierto modo, son los antecesores de los mitólogos.
Los amantes de estos particulares buscadores de la «piedra filosofal del espíritu» disfrutarán también leyendo las fuentes originales, como Del cielo y del infierno, de Emanuel Swedenborg (Siruela, 2006), meticulosa descripción del mundo celestial y del subterráneo que establece numerosas analogías con la vida terrestre; Cómo se alcanza el conocimiento de los mundos superiores (Biblok, 2018), del «padre» de la antroposofía Rudolf Steiner, que, como su título sugiere, aboga por una evolución espiritual del ser humano que permita un contacto más íntimo con lo divino; o La voz del silencio. La clave de la teosofía, de la legendaria Helena P. Blavatsky (Biblok, 2016), libro de «viajes espirituales» que describe el trayecto que lleva al teósofo (es decir, a aquél que aspira a la sabiduría eterna) al centro de su «templo interior».
El retorno a lo sagrado
Incluso los más escépticos reconocerán la belleza literaria y estética desplegada en esta incierta búsqueda de lo extraordinario. Leer los mitos recopilados por Campbell, Eliade o el James George Frazer de La rama dorada (exhaustivo estudio comparativo de mitos y religiones publicado por primera vez en 1890) es adentrarse en un universo prácticamente ilimitado, lleno de imágenes fecundas. Pasando de un texto a otro, descubrimos figuras recurrentes, como la del Dios soñador o la gran Madre, y símbolos universales (la montaña como eje axial, los árboles de la vida y los bosques mágicos, las aguas inferiores y superiores, el cetro, la espada, el anillo, el loto, la rosa, la escalera y la espiral, y tantas otras que han compilado los diccionarios de símbolos).
El «viaje del héroe» descrito por Campbell –el patrón que sigue alimentando aún miles y miles de historias– es, en realidad, un viaje al interior de uno mismo, a lo que los mitólogos llaman el centro primordial del individuo. Encontrar dicho centro supone revertir la tendencia del «estado de naturaleza», conseguir pasar del caos al cosmos. La llamada «hierofanía» o experiencia de lo sagrado –término acuñado por Eliade– no es más que la toma de conciencia que permite activar esa parte trascendente, ponernos en contacto con el alma dormida. La «hierofanía» es, por supuesto, un rito de paso que puede adoptar infinitas formas, como el descubrimiento de una isla paradisíaca, el «vuelo mágico», una experiencia mística o extrasensorial o incluso una iluminación creadora. En El mito del eterno retorno (Alianza, 2011), el mismo Eliade explica que cualquier acto creador –como, por ejemplo, escribir un libro– «repite el acto cosmogónico por excelencia: la creación del mundo». La mayoría de mitos insisten en esa conexión entre el ser humano y lo sagrado a través de la creación. Por eso escribir o leer historias, acercarse de nuevo a los mitos olvidados, es una forma de mantenerse en contacto con lo que el teólogo alemán Rudolf Otto llamó el Mysterium Tremendum; algo que no se puede entender, sino solamente experimentar; una forma de conocimiento esotérico que quizá pueda responder una pregunta intrigante: ¿qué hacemos aquí?
Algunos textos complementarios para adentrarse en los mitos
A continuación seleccionamos unas cuantas lecturas sobre mitos que se han editado este año, y que aún es posible encontrar en las mesas de ensayo de las librerías.
Las máscaras de Dios, Joseph Campbell (Atalanta, 2018)
La obra magna de Joseph Campbell en cuatro volúmenes –que Atalanta ha reunido ahora en un estuche– es, probablemente, el mayor estudio que pueda concebirse sobre mitología comparada. El primer tomo está dedicado a las mitologías de las culturas prehistóricas; el segundo, a mitos de las religiones de Egipto, China, India y Japón; el tercero, se ocupa de los temas universales de la cultura occidental; y el cuarto, del influjo de los mitos en el mundo moderno. Una pieza monumental para ir saboreando poco a poco.
La dimensión mítica, Joseph Campbell (El cuenco de plata, 2018)
Aquellos que quieran iniciarse en la vasta producción de Campbell –antes de acometer la lectura titánica de Las máscaras de Dios– tienen la oportunidad de hacerlo con esta espléndida colección de textos, que nos ofrecen una visión del mito como una forma de interrogarse sobre las grandes cuestiones de la existencia que impregna toda nuestra cultura, desde los orígenes al mundo moderno. Además, Campbell escribe sobre el arquetipo de lo femenino unido al origen matriarcal de la especie humana, y también sobre la relación entre mitología y arte.
Mis lecturas del Majabhárata y el Ramayana, Swami Vivekananda (Biblok, 2018)
La colección Shambhala de Biblok es una auténtica mina para los lectores interesados en buenos textos sobre mitos, espiritualidad y simbología escritos por pensadores herméticos de Oriente y Occidente. En este libro, encontramos la particular lectura de Swami Vivekananda, famoso líder espiritual hindú del siglo XIX, de dos de las grandes epopeyas de su país. El volumen se complementa con cuatro lecturas de los grandes «instructores» religiosos: Krishna, Buda, Cristo y Ramakrishna (este último, maestro de Vivekananda).
La Luna, símbolo de transformación, Jules Cashford (Atalanta, 2018)
Desde el albor de los tiempos, la Luna ha alumbrado todo tipo de mitos. La ensayista Jules Cashford, analista junguiana y experta en mitología, folclore y simbolismo, desmenuza todo el potencial simbólico del satélite terrestre, a través de más de 600 páginas que abordan de forma brillante su relación con los ritmos de la vida, las aguas, el Sol, la fertilidad o la mente, entre otras cuestiones.
Lo sagrado y lo profano, Mircea Eliade (Austral, 2018)
Cualquier libro de Mircea Eliade es una magnífica puerta de entrada al conocimiento de los mitos. Esta reedición en formato de bolsillo de uno de sus textos clásicos examina la permanencia del hecho religioso en el mundo contemporáneo, remontándose al mundo sacralizado de las culturas primitivas, y planteando un interesante análisis del concepto de lo sagrado visto desde una óptica moderna.
Relaciones ocultas. Símbolos, alquimia y esoterismo en el arte, Marta Piñol Lloret (ed.) (Sans Soleil, 2018)
La profesora de Historia del Arte Marta Piñol Lloret coordina este excelente volumen colectivo de Sans Soleil (otro sello editorial especialmente interesado en este tipo de cuestiones), que aborda la producción artística relacionada con el conocimiento hermético y el esoterismo, desde las cavernas prehistóricas a la fotografía digital, pasando por los códices medievales o las pinturas simbólicas de Remedios Varo.
Enric Ros
A continuación: Entrevista a Rafael Argullol