ENTREVISTA
«El mito estará presente en nuestro mundo mientras exista el arte y la poesía»
En la imponente obra literaria de Rafael Argullol encontramos ensayos, novelas y libros de poesía. En 2011, el compositor Benet Casablancas le propuso ampliar su campo expresivo, creando una ópera conjuntamente. La intención inicial de Casablancas era adaptar uno de los libros más importantes de Argullol, El fin del mundo como obra de arte, pero, tras darle muchas vueltas, el escritor se atrevió a proponer, en su lugar, la creación de un texto completamente nuevo. Ocho años más tarde, la obra se ha estrenado por fin en el Gran Teatre del Liceu de Barcelona, donde ha recibido una unánime aclamación de público y crítica.
Además, la editorial Acantilado –encargada de publicar la obra completa de Argullol– ha editado el texto de El enigma de Lea; una pieza literaria bellísima, que combina el lenguaje eterno de los mitos con la osadía de la creación contemporánea, para reflexionar sobre la conjunción de la razón y los sentidos; tema capital en la obra de Argullol. Visitamos en su domicilio de Barcelona a este escritor y catedrático de Estética y Teoría de las Artes de la Universidad Pompeu Fabra, para que nos explique qué ha significado para él esta brillante incursión en un nuevo territorio artístico.
¿Cómo se plantearon Benet Casablancas y usted un proyecto tan complejo como crear una ópera?
Benet y yo hicimos un pacto de igualdad entre música y literatura. Por eso, he declinado desde el principio el uso de la palabra «libreto», en favor de «texto» u «obra literaria».
En mi opinión, el término «libreto», que se popularizó de modo extraordinario durante el siglo XIX, se aleja un tanto de la conjunción de palabra y música propia de los tiempos de Monteverdi. Como autor del texto, lógicamente, me correspondió realizar el primer movimiento. Durante esta primera etapa, tuve diversos encuentros con Benet, para ir analizando juntos la evolución del texto. Después, vino un largo proceso de tres años, en el que él fue creando la música a partir de lo ya acordado. La tercera etapa ha correspondido a la puesta en escena; un proceso decisivo y complejo, en el que han convergido diversas fuerzas creativas y en el que ha sido fundamental la presencia de figuras como Josep Pons, el director musical.
¿Qué ha significado para usted escribir un texto que luego debía transformarse en música?
Sentía que estaba partiendo de cero, que me hallaba en un territorio nuevo. Sabía que en esta ocasión debía escribir una obra que pudiera apreciarse más allá del silencio de la lectura. El destinatario debía ser también oyente y espectador, lo que implicaba una «doble desviación» dramatúrgica y musical en la creación. Fui pensando cada vez más en un texto que pudiera fusionarse con la música. Incluso me permití introducir algunas indicaciones musicales, a modo de sugerencia. En ocasiones, como escritor he sentido los límites de la escritura (como imagino que también debe ocurrir con otros lenguajes). En esos momentos, uno llega a sentir envidia de los otros lenguajes artísticos, a los que le gustaría poder recurrir para terminar de enriquecer la propia creación. Esta vez decidí darle la vuelta a ese sentimiento. Mientras escribía, iba creando lo que he denominado «música espectral»; una música que solo sonaba en mi cabeza, pero que me servía para ir dando forma a la obra.
¿Cómo ha concebido la creación de El enigma de Lea?
Mi intención era crear una historia nueva que conectara con una tradición mítica que la ópera ha abordado en numerosas ocasiones. Al mismo tiempo, quería que la obra reflejara las incertidumbres contemporáneas. Decidí recurrir a una estructura en tres actos. El primero tiene lugar en un paisaje atemporal. El segundo y el tercero, en nuestro presente. Al final de la obra, el tiempo se relativiza. De repente, nos preguntamos: ¿era el inicio un delirio o una fantasía de una mujer que vive en nuestro presente? También quería conceder un papel importante al coro, que aquí sirve para sintetizar el argumento y facilitar la transición entre escenas; al tiempo, es el representante de la comunidad (es decir, de los espectadores y los lectores).
En el texto, se perciben diversas conexiones con sus obras anteriores. ¿Era consciente de estas correspondencias mientras escribía?
De algún modo, todos los libros que he escrito están ligados. El enigma de Lea está particularmente relacionado con uno de mis libros que más aprecio, Poema, de donde toma la forma de verso narrativo. El enigma de Lea es una distopía y a la vez una utopía. Se muestra la oscuridad, pero también irrumpe lo luminoso. El texto conecta además con el ensayo El héroe y el único, donde abordo el Romanticismo como una concepción trágica del mundo que no comporta una respuesta nihilista, sino una defensa fervorosa de la lucha humana por hallar la luz.
En la obra, hay personajes fascinantes con una fuerte carga alegórica…
Así es. Lea es una mujer sometida a una experiencia extraordinaria que la hace sentirse desconcertada, pero eso no impide que siga luchando por encontrar su camino. Es, en este sentido una representante del ser humano. Uno de los personajes de los que estoy particularmente orgulloso es del Dr. Schicksal. Es un personaje esperpéntico, guiñolesco; un antiguo fundador de un circo, mago y payaso, que se convierte en el director de una institución mental; y es también una representación del destino (de hecho, schicksal significa destino, en alemán).
El carácter mítico del relato se hace también patente en apariciones tan imaginativas como unos personajes llamados Milojos y Milbocas…
Cierto, algunos personajes como Milbocas y Milojos adoptan la forma de mitos o símbolos; son reflejos monstruosos de algunas de las obsesiones de nuestra época: la vigilancia y la censura (también la autocensura), y la interferencia en nuestra intimidad, que evocan, por ejemplo, las redes sociales y las nuevas tecnologías.
Existen diversas obras recientemente publicadas que proponen una interesante relectura de los mitos. ¿Cree que nuestra época está redescubriendo la importancia del pensamiento mítico?
El mito no nos ha abandonado nunca. Aquello que nos explicaban en el colegio de que somos el resultado del paso del mito al logos no es más que una mixtificación; un puro reduccionismo. Platón ya se servía de los mitos para elaborar su pensamiento. Incluso los grandes racionalistas, como Copérnico, Voltaire o Diderot, los utilizaron. El siglo XX también está lleno de ellos. En nuestra vida pensamos con frecuencia a través de mitos.
Mediante los recuerdos, construimos el mito de la memoria, por ejemplo. Por eso nuestra infancia es siempre como creímos que fue. El mito estará presente en nuestro mundo, al menos mientras exista el arte y la poesía.
Después de una obra tan ambiciosa y rica como El enigma de Lea, ¿ha empezado ya a pensar en cuál será su siguiente proyecto?
Me planteo escribir la última parte de una gran trilogía formada por libros muy distintos desde el punto de vista formal, cuyo hilo conductor es precisamente el nexo existente entre mito y memoria. Hasta el momento, la trilogía está formada por Poema y Visión desde el fondo del mar. El tercer libro será un proyecto de envergadura, diferente a los anteriores, que espero poder concluir si las fuerzas me acompañan.
EL ENIGMA DE LEA
Rafael Argullol
Acantilado, 112 pp., 12 €